Actualizado 01/02/2010 13:00

Francisco Muro de Iscar.- El Irán de Shirin Ebadi

MADRID 1 Feb. (OTR/PRESS) -

Para olvidar los míseros rencores, las rencillas entre socios, la utilización partidista de todo que presenciamos entre nosotros cada día, viene bien alzar la vista a otras personas, a otras realidades, a algunos ideales nobles. Ha estado estos días en España una mujer iraní, la Premio Nobel de la Paz 2003 Shirin Ebadi. En 1969, a los 22 años, fue la primera mujer juez en Irán. Cuando triunfó la revolución de los ayatolás, le ofrecieron seguir en el juzgado, pero de secretaria y bajo un juez que ni siquiera tenía la carrera de Derecho. Un guardián de las esencias de los opresores. Decidió ejercer la abogacía y defender a los que desde entonces -muy especialmente las mujeres, pero no sólo ellas- son prisioneros del fanatismo, de la intolerancia, del terror, de la falta absoluta de derechos y garantías. Cuando recibió el Nobel creó un Centro para la Protección de los Derechos Humanos. El mismo día en que se cumplían 60 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, antes de las últimas y fraudulentas elecciones, decenas de policías allanaron el local, ficharon a todos los que estaban allí y sellaron sus puertas.

No pudieron, sin embargo, callar a esta pequeña mujer, que no tiene miedo a las amenazas, a pesar de que su marido sigue en Irán y ha sido detenido, al igual que su hermana. Desde las últimas elecciones, Shirin Ebadi no ha vuelto a Irán. Vive prácticamente en los aeropuertos. Acude donde la llaman. Levanta su grito sereno contra los usurpadores de la libertad de los ciudadanos iraníes. Denuncia las detenciones, las persecuciones, las ejecuciones, las últimas hace apenas unos días, de quienes no han cometido más delito que pedir libertad, defender los derechos humanos.

Recuerda que las leyes injustas que hoy padecen los iraníes consagran los latigazos, las amputaciones, las lapidaciones, las crucifixiones y hasta la ejecución de menores. En pleno siglo XXI en algunos países, como Irán pero no sólo allí, la vida no vale nada. La de las mujeres, menos aún. Si una mujer muere en un atentado la indemnización es la mitad que si la víctima es un hombre. El testimonio de un hombre en un juicio vale igual que el de dos mujeres. No es el burka o el pañuelo, es la dignidad. Los abogados tienen que plegarse ante los jueces porque de otra forma les quitan la licencia para ejercer. Los que no se rinden, héroes de la libertad, saben que, además, pueden ser mártires.

Se rebela cuando se le habla de que es la doctrina del islam. Se ha estudiado a fondo esta religión para demostrar a los ayatolás que el Islam es compatible con los derechos humanos, que nunca la religión puede ser una excusa para violarlos. Confía en los jóvenes, en las nuevas tecnologías y en la lucha creciente del pueblo iraní por sus derechos. Cree que la democracia volverá a Irán porque está arraigada en la sociedad, pero necesita ayuda. Ni ella debe callar ni nosotros dejar de darle apoyo ni los Gobiernos occidentales negociar sólo el problema nuclear. Hay que exigir que se cumplan allí, los derechos humanos que defiende la noble y limpia voz de la abogada Shirin Ebadi.

francisco.muro@planalfa.es