Actualizado 14/11/2010 13:00

José Luis Gómez.- Paro y desahucios.

MADRID 14 Nov. (OTR/PRESS) -

La inmensa mayoría de las personas en paro, que en España son muchas, sobre todo entre las más jóvenes, ven difícil encontrar un trabajo en un plazo razonable, lo cual concuerda con las previsiones macroeconómicas y también con las impresiones de los empresarios y los autónomos con capacidad de contratar. Tiene su lógica en este contexto que el 44% de los ciudadanos padezcan más tensión en su vida cotidiana que hace dos años por culpa de la situación económica, como también corrobora un estudio de la Fundación Pfizer. Mientras, la crisis agudiza el impago de hipotecas de viviendas, con el consiguiente desahucio de mucha gente, cinco veces más que en 2007, el último año de los tiempos de bonanza. El problema es tan grave que lo más probable es que este año se cierre con más de 100.000 familias con la casa embargada por impago.

Las mismas entidades que antes concedían hipotecas con tanto afán de negocio como poco rigor se lamentan ahora de la solvencia de sus deudores, que por si fuera poco constatan que están pagando una vivienda que en el mercado tiene menos valor del que escrituraron. Paro y desahucios son dos caras de la crisis que contrastan con dos políticas cínicas, asumidas por casi todos: una, la utilización irregular de los multimillonarios fondos para cursos de formación, y dos, las ayudas públicas a entidades financieras que hicieron mal sus deberes y que ahora ahogan a sus clientes, sin que nadie mueva un dedo por ellos.

En circunstancias similares, salvando todas las distancias, habían nacido en la recta final del siglo XIX las cajas de ahorros y montes de piedad populares, cuyo objetivo primordial era combatir la usura y facilitar el acceso a recursos económicos a las clases populares, en condiciones sostenibles según las posibilidades de las personas. Pues bien, ahora nos las estamos cargando, para mayor gloria del neoliberalismo. Si es aplicable en finanzas ese principio según el cual el espacio vacío tiende a ser ocupado, estaría llegando la hora de todas esas personas que buscan alternativas, quizá modestas de momento, como las de Coop57, Banca Libre sin Intereses, O Peto, Fiare o Caixa Colonya. Lástima que, por su dimensión, apenas puedan afrontar una mínima parte de las necesidades reales en un país que si algo demanda es una banca cívica, alejada de las prácticas especulativas.

Es cierto que muchas cajas de ahorros cometieron graves errores de gestión y que incluso se desviaron de sus principios fundacionales. Aún así, con todas esas rémoras, llegaron a concentrar la mitad del sistema financiero español frente a la banca privada. Lo curioso del caso es que sea ahora ésta la que sale ganando, llevándose por delante su competencia, sin apenas debate político de fondo.