Actualizado 23/07/2012 14:00

José Luis Gómez.- A vueltas con España.- Madrid juega a ser Bruselas.

MADRID 23 Jul. (OTR/PRESS) -

Varias comunidades autónomas tienen crisis de liquidez como consecuencia de vencimientos de deuda por valor de casi 16.000 millones de euros de aquí a diciembre. En realidad, se trata de vencimientos de títulos de deuda pero también de préstamos y de líneas de crédito. Consciente de ese problema, el Gobierno central creó el Fondo de Liquidez Autonómico (FLA), dotado con 18.000 millones de euros, que ya tiene un primer cliente: la Comunidad Valenciana, mientras que otras autonomías -entre ellas, Andalucía, Cataluña, Canarias, Castilla-La Mancha, Baleares y Murcia- se lo están pensando. ¿Problema? Como Madrid juega a ser Bruselas, las condiciones del FLA reproducen las que le impone la Unión Europea a España, ahora al borde de la intervención general, a expensas del recurso de Mariano Rajoy a Italia, que sufre casi los mismos apuros con los tipos de interés que abona por colocar su deuda.

Da la impresión de que el Gobierno se olvida de que las comunidades autónomas también son Estado -así lo recoge la Constitución-, de ahí que choque tanto que Rajoy decidiera que el incremento de ingresos sobre el presupuesto de 2012 vaya a parar íntegramente a las arcas del Gobierno, sometiendo a las autonomías a un ajuste del déficit -0,7% en 2013- que es tan poco realista como el que Bruselas le impone a Madrid. Y para que no haya margen de escapatoria, el Gobierno ya decidió que la devolución de los créditos quedará garantizada por la retención de los recursos del sistema de financiación de cada comunidad autónoma.

Todo parece indicar que con ello se da un paso más para hacer recaer sobre las comunidades autónomas el peso de la reducción de las administraciones públicas -de entrada, Madrid aprovechará el rescate para desmantelar el sector público autonómico-, un objetivo del que, sorprendentemente, están salvándose las diputaciones provinciales donde todavía existen, ya que en las autonomías uniprovinciales fueron diluidas en los gobiernos autónomos, la más clara señal de que son prescindibles.

Se está haciendo todo tan rápido y con tan poco consenso político que parece difícil que no tenga consecuencias; máxime cuando los duros ajustes económicos de la Transición se cerraron mediante pactos con fuerzas sociales y políticas, y el Estado de las Autonomías integró, además, a los nacionalistas. Todos esos procesos se hicieron con España fuera de la entonces llamada CEE, la actual UE, desde donde sus más altos funcionarios advierten de que la credibilidad de España está bajo mínimos, al borde de un rescate no solo

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