MADRID 29 Abr. (OTR/PRESS) -
La polémica sobre el velo está en calle. El padre de Najwa está dispuesto a presentar batalla para defender el derecho de su hija a llevar hiyab. Por si fuera poco, las asociaciones de musulmanes también están dispuestos a dar la batalla para que el hiyab la consideremos una prenda común. Pero hay más, los imanes de toda España también van a defender en su sermón del próximo viernes el uso del velo.
En Francia resolvieron la polémica sobre el velo aguantando el pulso, es decir, defendiendo que la escuela francesa es laica y por tanto nadie puede llevar signos que pongan en entredicho esa laicidad. Nuestro país no es laico, es aconfesional, pero, curiosamente, la izquierda más laica que siempre arremete contra cualquier signo que tenga que ver con el cristianismo, sin embargo se muestra absolutamente a favor de que las niñas se cubran con la yihab y si me apuran son capaces hasta defender el burka en nombre de que cada cual haga lo que le venga en gana, salvo, claro está, quienes son cristianos y católicos.
La nueva ley de libertad religiosa precisamente va a prohibir los crucifijos en las clases. Pero volviendo al pañuelo, yo diría que el quid de la cuestión está en los padres. Sí, porque son los padres los responsables de la educación de sus hijos, y en este caso la niña es una menor.
Es curioso que haya quienes reclaman el poder lucir sus distintivos religiosos o culturales en Occidente, pero niegan cualquier reciprocidad en sus países. ¿Alguien se imagina a una mujer en shorts paseando por una calle en Arabia Sudita? ¿O que me dicen de la persecución que están sufriendo los cristianos en Marruecos y en otros países musulmanes? ?Se podría exigir, pongamos, en los Emiratos, tan ricos ellos, una educación mixta? El caso es que cuando somos nosotros quienes viajamos a estos países nos adaptamos y respetamos su religión y sus costumbres. Bien es verdad que saliendo de Occidente apenas hay democracias, pero el caso es que a nadie se le ocurre decir que en nombre de su sacrosanta libertad quiere oír misa en Santa Sofía en Estambul o ir en minifalda al colegio en Mauritania. Y no quiero ni pensar que las confesiones cristianas que prácticamente viven en la semi clandestinidad en los pocos países musulmanes que las toleran que se les ocurriera hacer un llamamiento de cualquier tipo defendiendo algún aspecto del cristianismo. Inmediatamente les expulsarían.
Pero volviendo al aquí y ahora, la realidad es que debemos de defender un modelo de sociedad, el nuestro, en que está consagrada la igualdad entre hombres y mujeres, y que la virtud de las mujeres no se mide en metros de tela. Al mismo tiempo, precisamente, porque la nuestra es una sociedad democrática, está garantizada la libertad religiosa. La cuestión es si los símbolos religiosos deben de estar presentes en los lugares públicos o no.
Pero voy más allá. El ministro Gabilondo defiende que el derecho a la educación de la niña está por encima de cualquier consideración. ¿Dirá lo mismo si mayoritariamente los padres de unos alumnos, y ellos mismos, deciden que quieren tener un crucifijo presidiendo sus clases?
A mí, el pañuelo no me parece una prenda inocente en el sentido que simboliza la sumisión de la mujer. Hay culturas en las que la mujer es considerada una ciudadana de segunda y en que la ven como a un ser impuro cuyos atributos femeninos son una provocación y por eso deben de estar bien ocultos. Curiosamente, no encontraremos ninguna democracia entre los países musulmanes, salvo los intentos de Turquía para ponerse al día con Occidente.
Naturalmente que habrá miles de mujeres que voluntariamente quieren resguarde con el hiyab, el burka u otras prensas que oculten sus cabellos, su rostro o todo su cuerpo. Y lo querran porque responden a la educación recibida.
Si miramos hacia atrás, por ejemplo, hace cuarenta o cincuenta años, en nuestro país llevar bikini resultaba una ososadía las mujeres que lo llevaban eran mal vistas, el bikini no era una prenda decente. Hoy en día en nuestras piscinas y playas llevan bikini toda clase de mujeres sencillamente porque los valores han cambiado. Hace cincuenta años algunas mujeres habrían sufrido un infarto antes de ponerse en bikini en una playa expuestas a las miradas de los demás. Hoy, ya digo, nadie mira a nadie. Y creo que podemos estar de acuerdo en que esta evolución ha sido positiva.
Es a través de la educación como lograremos que caigan los "velos" de la mente, aunque una manera de ayudar a que caigan esos velos es tener muy claro que todo aquello que suponga una merma en la libertad de las mujeres no debe de ser aceptado. No debemos de dar ni un paso atrás en lo que a derechos e igualdad hemos conseguido las mujeres en Occidente.