Actualizado 06/09/2011 14:00

Rafael Torres.- Al margen.- La ortografía de Aguirre.

MADRID 6 Sep. (OTR/PRESS) -

Esperanza Aguirre dijo un día, cuando brujuleaba en la abortada "sucesión" de Rajoy e inspirada tal vez en su segundo apellido, Gil de Biedma, que ella era un verso suelto. ¿Por qué no? La mujer tenía todo el derecho del mundo para creer ser lo que le diera la gana, incluso un verso suelto, pero, aun en tal caso, podía creerse ser un verso suelto sin faltas de ortografía.

La presidenta de la Comunidad de Madrid ha escrito una carta, autentificada al pie con su grácil rúbrica, a los maestros a los que pide echar más horas para que otros, una porción de contratados, no echen ninguna por el procedimiento de mandarlos a casa y ahorrarse sus sueldos. La tal carta, redactada en el estilo vacuo y rupestre propio de las misivas de la Administración, abunda particularmente en faltas de ortografía. Puede argüir que ella no la ha escrito, que ha sido un propio, pero si así fuera, doña Esperanza, además de mentir y falsear un documento, atribuyéndoselo a su mano con la firma que lo remata, sería responsable de encomendar a alguien una labor para la que no está cualificado, la de escribir decentemente. Mas (sin acento), sea como fuere, el delito propiamente dicho está, como a nadie se le escapa, en el propio hecho de dirigirse con faltas de ortografía a los maestros, por mucho que algunos de éstos, debido a la desatención que sufren y al desprecio que al Estado parece inspirarles su oficio, tampoco escriban muy allá precisamente.

El desparpajo, por llamarlo de algún modo, de Esperanza Aguirre, que puede venirle de perlas e incluso provocar la hilaridad de sus semejantes cuando se disfraza de chulapa y se va a comer rosquillas tontas y listas a la ermita de San Antonio o a la pradera de San Isidro, se traduce cada dos por tres en insoportable vejamen a la sociedad que institucionalmente representa. Puede que de chica asistiera a uno de esos colegios privados carísimos que lo eran (¿O lo son aún?) no tanto por lo bien que enseñan a escribir, como por los aprobados por la patilla, por la pasta más bien, que expenden, pero luego, de mayor, podía haberse pulido ortográficamente por su cuenta. Los maestros le están devolviendo la carta, como es natural, corregida.

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