Actualizado 28/03/2010 14:00

Fernando Jáuregui.- Siete días trepidantes.- ¿Llegará Rajoy a gobernarnos?

MADRID, 28 Mar. (OTR/PRESS) -

Lo menos que puede decirse de la semana que concluye es que, para Mariano Rajoy, ha sido bastante angustiosa. Primero, las comparecencias del ex presidente balear Jaume Matas ante el juez, un sucio asunto de corrupción que, a mi modo de ver, el Partido Popular no ha condenado con la energía suficiente, y conste que tengo al PP y especialmente a su presidente como un partido y un personaje insertos de lleno en la honradez vital y profesional. Lo que ocurre es que a Rajoy le sigue fallando la firmeza, cualidad no siempre beneficiosa para el político, pero de uso ocasionalmente imprescindible.

Porque, segundo, tengo para mí que Don Mariano ha dejado a mucha gente insatisfecha con su meliflua reacción ante las intolerables declaraciones del ex ministro del Interior Jaime Mayor Oreja, sugiriendo que han vuelto las negociaciones entre el Gobierno y ETA y diciendo que Zapatero es "aliado potencial" de la banda. Un torpedo a la línea de flotación del Gobierno vasco, una injuria contra un Zapatero que acierta en la lucha antiterrorista -al menos en eso sí--, una injerencia en una política, la lucha contra el terror, en la que se da un beneficioso consenso básico entre los partidos.

Mayor, hombre intachable por tantos conceptos, sigue respirando por la herida: perdieron sus tesis, frente a las de los jóvenes liderados por Basagoiti, en el País Vasco. Y ahí sigue el ex ministro, al frente de muy reducidas huestes que sin embargo tienen cierta presencia mediática, en sus posiciones irreductibles. Y Rajoy, abrumado y sin duda irritado, ha preferido, una vez más, ponerse de perfil.

Como se pone de perfil en el cruce de dardos entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón, batalla nuevamente presente esta semana, cuando desde la Comunidad se ha pedido que sea Ana Botella, la esposa de Aznar, y no el sancionado Manuel Cobo, quien ejerza la portavocía del Ayuntamiento capitalino. O como prefiere dejar pasar sin ruido la oferta de pactos del Gobierno, limitándose -muy propio de la política española--, como los demás, a no hacerse la foto con Elena Salgado, aunque acuerdos puntuales los haya habido y por más que la sociedad siga reclamando pactos más globales.

Ahora que se conmemoran los veinte años del ascenso de José María Aznar a la presidencia del Partido Popular y las tertulias televisivas se interrogan acerca de qué hubiera ocurrido si, en lugar de Rajoy, el sucesor hubiera sido, por ejemplo, Rato -Jaime Mayor era, por cierto, el tercero en discordia--, me gustaría subrayar que pienso que la designación fue acertada.

Creo que Rajoy cuenta, además de con evidentes carencias, con múltiples virtudes que, sumadas a los errores de Zapatero, le podrían llevar a La Moncloa. Pero me parece que tiene que hacer un esfuerzo de definición y de clarificación de algunas cosas en un partido que obviamente no le secunda: tolerancia cero frente a la corrupción -y ahí aguardan, amenazantes, esos miles de folios aún secretos del sumario del 'caso Gürtel'--, tolerancia cero frente a las indisciplinas, tolerancia cero ante las puñaladas traperas de los propios, que bastantes dan ya los contrarios. No basta con inventarse enemigos externos -caso Garzón, que divide incluso a los propios votantes del PP, si usted se atiene a las encuestas--: yo estoy convencido de que Rajoy puede llegar a La Moncloa, de que incluso es probable que llegue. Pero ¿está convencido de ello el propio Rajoy?

fjauregui@diariocritico.com blog: http://diariocritico.com/blogs/politica/

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