MADRID 22 Abr. (EUROPA PRESS) -
A algunos consejeros de Educación no les gusta la reválida de sexto, y pretenden "rebajar su impacto". En realidad, las reválidas se instituyen en los sistemas educativos, donde la formación académica es gratuita o semigratuita, precisamente para que cause impacto y seleccione a los que llega a la Universidad. ¿Por qué? Pues porque desde el barrendero hasta el eminente cirujano, pasando por el camarero de la cafetería, todos los españoles, a través de los impuestos, estamos pagando la carrera a unos cuantos miles de estudiantes que, o bien no acaban de licenciarse nunca, o lo hacen de manera tan menesterosa que terminan llevando a cabo un trabajo para cuyo desempeño no necesitarían la formación que les hemos subvencionado.
El estudiante abona por el curso académico la décima parte de su costo real. El noventa por ciento restante lo pagamos los periodistas, los repartidores de Correos y cualquier trabajador que esté leyendo este periódico.
Parece que a algunos consejeros de Educación este sistema les parece perfecto, pero la reválida es un tamiz, como las oposiciones lo son para seleccionar al más apto o al más preparado. Es cierto que la reválida puede dejar en la cuneta a estudiantes capaces e inteligentes que han sido vagos o descuidados. Es cierto. Pero premiar el descuido o la desgana no contribuye a crear un a sociedad mejor, e igualarla con los diligentes, tampoco.
Por supuesto que es duro, pero no es irreversible. También es duro pagar para mantener estudiantes que no estudian o no se preparan. Y tampoco es irreversible. Que estudien más y que sus padres se hagan cargo de los gastos.
O bien, si los consejeros y la mayoría de la ciudadanía está de acuerdo, que se lleve a cabo una reforma constitucional por medio de la cual se instituya que todo español, por el mero hecho de serlo, sea acreedor a una licenciatura universitaria, independientemente de sus méritos. ¿Es una barbaridad? Semejante a rebajar el impacto de la reválida.