Por Salvador Tomás Rubio (OTR/PRESS)
¿Por qué usted tiene miedo a volar y yo no? Permítame que hablemos de ello. Volar ha sido una de las grandes conquistas para el progreso de la humanidad y al mismo tiempo una fuente de placer para muchos profesionales y aficionados que, a veces vemos como, incomprensiblemente, alguien teme lo que nosotros más amamos.
Pero lo cierto que usted no está solo, se dice que una de cada cuatro personas sufre algún tipo de miedo a viajar en avión, pero eso no justifica su existencia, cada uno es muy libre de escoger sus fobias y filias. Aunque no todos padecen este miedo con la misma intensidad; se considera que el 13% tiene verdadero pánico y un 15% presenta un malestar más o menos agudo o moderado al subirse a un avión. Lo que lleva a un
estimativo 28% que lo sufre en mayor o menor medida. Incluso puede incrementarse este porcentaje si incluimos a las personas que vuelan con algún tipo de intranquilidad.
Y en una sociedad donde el viaje aéreo se ha convertido en algo tan trivial como tomar un autobús o el tren, el miedo a volar representa, como mínimo, una paradoja fascinante. Aunque la reflexión a que nos lleva, dicha paradoja, encuentra su respuesta en la propia complejidad de la mente humana.
¿Por qué tenemos miedo a volar? Hay tantas razones para el miedo a volar como personas que lo padecen. En el miedo a volar puede haber algo irracional, instintivo, sin motivación directa conocida ni justificación aparente. También puede estar provocado por lo desconocido, el avión, su manejo, la fiabilidad de la técnica y el entrenamiento de los pilotos. O simplemente ser consecuencia de experiencias negativas pasadas. Sin
descartar la influencia que los medios de comunicación indirectamente ejercen cuando publican noticias e imágenes truculentas de los accidentes de aviación.
Igualmente puede tener una raíz más profunda en el hecho de considerar a la vida como algo frágil y vulnerable y pensar que volando no se tiene control sobre ella. En base a lo cual, las personas controladoras, planificadoras y con un alto nivel de exigencia son más propensas a padecer el miedo a volar. Según un estudio del Colegio Oficial de
Psicólogos de Madrid, el motivo por el que aparece el miedo se debe a que un individuo "no puede controlar la situación cuando viaja en avión, ya que pierde los puntos referenciales, terrenales, donde habitualmente se mueve".
Así mismo los muy imaginativos también están predispuestos a sufrirlo. Y, por supuesto, dicho miedo puede estar asociado a otro tipo de fobias, como a la altura, a los espacios cerrados, a mezclarse con otras personas, etc. Normalmente, la mayoría de personas con miedo a volar son mujeres, tres por cada hombre -según un estudio de la Universidad de
Barcelona. Aunque haya algún otro estudio discordante.
La persona con miedo a volar, cuando sabe que tiene que hacerlo, siente un desagradable cosquilleo en el estómago desde días u horas previos al vuelo. Antes o durante el vuelo puede padecer taquicardia, respiración entrecortada, hiperventilación, molestias digestivas, tensión muscular, sudoración de manos, malestar general, falta de apetito, etc. Respuestas típicas de lo que conocemos como un estado emocional llamado
“ansiedad”. Pero esto es solo la parte fisiológica del cuadro, además puede presentar alteraciones mentales del tipo obsesiones que coartan su posibilidad de reflexión y distorsionan la realidad objetiva, bloqueos o lagunas mentales, así como alteraciones conductuales del tipo evitación. Le resulta imposible distraerse o trabajar durante el vuelo, dado su estado de nervios. Puede sentir la tentación de beber alcohol para "pasar
el trago" más fácilmente o tomarse algún tipo de fármaco tranquilizante.
Y siempre está pendiente del más mínimo ruido o señal que le pueda parecer sospechosa. La ansiedad aguda y descompensación puede, incluso, derivar en ataques de pánico. Y esto es lo que afecta o puede afectar a quien, a pesar de sus miedos, vuela, porque ya sabemos que hay
otras personas que se niegan rotundamente a volar.
Tendríamos que hablar de la diferencia entre fobia y miedo pero no quisiera confundirles con más información, lo que sí quiero resaltar es que estamos hablando de sentimientos y emociones humanas. Y la vida sin sentimientos ni emociones sería anodina e incolora porque “los sentimientos están situados cerca del valor y de la significación de la vida misma” (Watson, 1926). Pero, por otra parte, todos tenemos nuestros miedos ocultos, nuestras pequeñas fobias, que sólo empiezan a ser
preocupantes cuando ese miedo irracional nos impide actuar libremente y de acuerdo con nuestra voluntad e intereses. Y eso es lo que nos pasa con el miedo a volar.
DIEZ RAZONES PARA NO TENER MIEDO A VOLAR
En las propias causas del miedo a volar podemos encontrar las razones para no tenerlo.
Veamos:
1ª Razón. Empiece haciendo este razonamiento: La mayoría de las personas no sufren miedo a volar, viajan tranquilos y relajados, ¿por qué yo no? Medítelo.
2ª Razón. ¿Por qué tener miedo al avión cuando el transporte aéreo es considerado como el más seguro? Más de 100.000 vuelos diarios y una tasa de accidentabilidad del 0, 10 Sep. (un accidente por cada 2,7 millones de vuelos) -
3ª Razón. Un pasajero necesitaría tomar 3,1 millones de vuelos para fallecer en un accidente aéreo, es decir volando todos los días necesitará vivir 8.500 años para alcanzar esa cifra.
4ª Razón. Los aviones no vuelan “por arte de magia”, todo lo contrario, vuelan bajo la exigencia de algo tan sólido como una Ley de la física. ¿Por qué no le extraña que un barco flote por grande que sea? Porque lo avala el Principio de Arquímedes, me diría usted: “Todo cuerpo sumergido en un fluido pierde de su peso uno igual al del fluido
que desaloja". Pues el avión lo hace bajo las condiciones del Teorema de Bernouilli: "La suma de la presión estática debida al peso y la presión dinámica debida a la velocidad, deben ser siempre constantes, llamándose a esta constante PRESIÓN TOTAL". No hay pues misterios, ni milagros. Lamentablemente, el Principio de Arquímedes, por el cual los barcos flotan, se nos parece más “real” más “sólido” que el de Bernouilli y, sin embargo, ambos son igual de universales e irrefutables.
5ª Razón. Los aviones, estimado lector, SIEMPRE VUELAN y hay que derribarlos a “garrotazos” para que dejen de hacerlo. Pero... pero... el rico refranero español dice: "A Dios rogando y con el mazo dando" y en aviación nos hemos tomado muy en serio este refrán. La seguridad de nuestras aeronaves no hay que dejarla nunca en manos de la diosa fortuna, veleidosa y mutante. Uno de los grandes factores que hacen ser la
aviación comercial el medio más seguro de transporte es no dejar cabos sueltos y no fiarse de nada. Los aviones ya hemos visto que vuelan por la aplicación de imperiosas leyes naturales, pero se mantienen tan seguras en el aire, con toda certeza, gracias al mantenimiento y cuidado exhaustivo y permanente que se realiza a estas máquinas desde que salen de fábrica hasta el final de su vida activa. Bajo estrictas normas
internacionales los aviones comerciales están sujetos a CINCO tipos distintos de revisión, por personal altamente cualificado.
6ª Razón. De la información nace el conocimiento y del conocimiento la confianza. Pregunte, averigüe todo lo que se relaciona con el mundo de la aviación, acérquese a él en su faceta deportiva, conózcalo y conózcanos, acabará disfrutando del vuelo.
7ª Razón. Esos ruidos que oímos en vuelo obedecen al movimiento de las partes móviles de su estructura, que están para el perfecto control de la aeronave, además del tren de aterrizaje, los cambios de régimen de los motores, etc. Todo absolutamente normal.
8ª Razón. La altísima cualificación de sus profesionales. Y, por si fuera poco, los aviones están siempre controlados desde tierra. Eso es lo que hacen los controladores aéreos, vigías permanentes de nuestra seguridad en el aire.
9ª Razón. Los “meneos” que a veces podemos notar en vuelo son producto de la situación meteorológica. No tienen porque causarnos desazón alguna. Tenga la seguridad de que, aunque una turbulencia incluso fuerte no ponga necesariamente en peligro la seguridad de la aeronave, el piloto con los medios técnicos de que dispone la evitará.
10ª Razón. Y para terminar, según un estudio (Rubio, Cabezudo y Castellano, 1996) se llegó a la conclusión de que el transporte aéreo es:
26 veces más seguro que conducir un automóvil; 18 veces más seguro que estar en nuestra propia casa; 10 veces más seguro que estar en el puesto de trabajo; 8 veces más seguro que caminar como peatón por las calles;
4 veces más seguro que viajar en tren. Y, no se asombren, 6 veces más seguro que la posibilidad de ser asesinado por el cónyuge o un familiar cercano.
Por si fuera poco las Compañías de Seguros, y éstas se equivocan menos que las estadísticas oficiales, no tienen reparo alguno en asegurar por módicas cantidades a los viajeros que usan el avión. Incluso las Tarjetas de Crédito aseguran a los compradores de billetes con ellas.
Si esto no es confianza en la seguridad de los viajes por avión, utilizando una expresión habitual de mi querida abuelita (q.e.p.d.), ¡Qué venga Dios y lo vea!
Salvador Tomás Rubio, Vicepresidente AEPA (Asociación Española Psicología de la Aviación)