Foto: ESA/NASA
MADRID, 29 Feb. (EUROPA PRESS) -
Astrónomos que han utilizado los telescopios Herschel de la ESA y Spitzer de la NASA han detectado cambios sorprendentemente rápidos en el brillo de las estrellas embrionarias dentro de la conocida Nebulosa de Orión.
Las imágenes de infrarrojo lejano de Herschel y de dos instrumentos de Spitzer que trabajan en longitudes de onda más cortas nos dan una imagen más detallada de las estrellas que crecen en el corazón de uno de los objetos más famosos en el cielo nocturno.
La Nebulosa de Orión está a 1.350 años luz de la Tierra, y aparece de forma destacada en los cielos de invierno para los observadores europeos. A veces conocida como la Espada de Orión, la nebulosa se encuentra por debajo de las tres estrellas que forman el cinturón de Orión, el cazador, una de las constelaciones más fáciles de reconocer. Es una de las pocas nebulosas visibles a simple vista y es un objetivo popular para los astrónomos aficionados.
La nebulosa contiene el sitio más cercano de formación de estrellas masivas, del que emana una luz ultravioleta intensa de estrellas jóvenes y calientes que causan gas y polvo en la región.
Dentro de ese polvo - escondido en longitudes de onda visibles - está un grupo de estrellas aún más jóvenes, que sigue creciendo en su fase más temprana de la evolución. Esta nueva imagen combinada en el infrarrojo medio y lejano traspasa el oscuro polvo y revela las estrellas embrionarias.
Una estrella se forma cuando una densa nube de gas y polvo se funde y luego se colapsa bajo su propia gravedad, dando lugar a la creación de una protoestrella central cálida rodeada por un disco girando y un envoltorio más grande.
Gran parte de este material girará en espiral y volverá hacia la estrella a lo largo de cientos de miles de años, antes de que la fusión nuclear se dispare en su núcelo y se convierta en una estrella de pleno derecho.
Parte del gas y el polvo remanente en el disco pueden llegar a formar un sistema planetario - como ocurrió con nuestro Sistema Solar.
Un equipo de astrónomos liderados por Nicolas Billot del Instituto de Radioastronomía Milimétrica, en Granada, utilizó Herschel para obtener imágenes de la región de la Nebulosa de Orión, una vez a la semana durante seis semanas a finales del invierno y la primavera del año pasado.
El instrumento PACS del telescopio Herschel detectó partículas de polvo frío en los discos alrededor de las protoestrellas más jóvenes en longitudes de onda infrarrojas.
Esto se combinó con imágenes de archivo de Spitzer tomadas en longitudes de onda infrarrojas más cortas, que muestran objetos más calientes de mayor edad.
Los astrónomos se sorprendieron al ver el brillo de los objetos pequeños, que varían en más del 20% en sólo estas pocas semanas, ya que el proceso de acreción debería tomar años o incluso siglos. Ahora tienen que explicar por qué está sucediendo esto.
Una posibilidad es que los filamentos de bultos de gas se están canalizando desde el disco exterior hacia las regiones centrales cerca de la estrella, calentando temporalmente el disco interior y aumentando asi la luminosidad.
Otro escenario es que el material frío se acumula en el borde interior y la proyección de sombras en el disco externo, haciendo que se oscurecen de forma temporal.
En cualquier caso, es evidente que la gestación de estrellas bebé es otra cosa que un proceso suave y uniforme.
"Una vez más, las observaciones de Herschel nos sorprenden y proporcionan una visión más interesante de lo que ocurre durante las fases más tempranas de las estrellas y de formación de planetas", comenta Göran Pilbratt, científico del proyecto Herschel de la ESA.
Es sólo a través de la observación sin precedentes del infrarrojo lejano, con la sensibilidad y la resolución del observatorio espacial Herschel, junto con los datos de menor longitud de onda de Spitzer, como los astrónomos son capaces de presenciar y conocer en profundidad los procesos físicos del nacimiento de las estrellas.