MADRID, 21 Mar. (EDIZIONES) - Ya ha comenzado el 'horario de verano', que supone adelantar una hora los relojes, para aprovechar mejor la luz solar por las tardes, una práctica que se lleva a cabo todos los últimos domingos del mes de marzo y cuyos antecedentes más lejanos se remontan al imperio romano. En la madrugada del sábado 25 de marzo al domingo 26, los relojes han sido adelantados una hora. Así, a las 02:00 eran las 03:00 (una hora menos en Canarias). Eso quiere decir que el tiempo dedicado al descanso nocturno ese día ha perdido una hora, que se gana por la tarde en forma de más tiempo de luz natural y posibilidad de actividades al aire libre. El cambio de horario, tal como se conoce en la actualidad, se remonta a la década de los 70, cuando se produjo la primera crisis del petróleo. Entonces, algunos países decidieron adelantar sus relojes para aprovechar mejor la luz solar. No obstante, los orígenes del 'horario de verano' (o DST 'Daylight saving time', por sus siglas en ingles) se remontan mucho más atrás y hay historiadores que recuerdan que las clepsidras o reloj de agua de los romanos tenían diferentes escalas en función del mes del año que fuera. Así, en la latitud de Roma, la tercera hora tras el amanecer, la hora tertia, empezaba (usando el horario moderno) a las 09:02 y duraba 44 minutos en el solsticio de invierno, pero en el de verano comenzaba a las 06:58 y duraba 75 minutos, según relata el historiador Jérôme Carcopino. Mucho más cercano, otro de los antecedentes del moderno horario de verano se remonta al 30 de abril de 1916, cuando, en mitad de la Primera Guerra Mundial, el gobierno alemán decidió que todos los relojes se adelantaran una hora para reducir el uso de luz artificial y ahorrar energía. Dos años más tarde y, con el mismo propósito de ahorrar energía en el marco de la Primera Guerra Mundial, el presidente estadounidense Woodrow Wilson firmó un decreto en 1918 para adelantar la hora. No obstante, todas estas iniciativas fueron revertidas una vez que acabó la guerra. No fue hasta la década de los años cuarenta, con los precios de la energía aumentando, cuando el 'horario de verano' se institucionalizó en muchas partes del planeta. Según un estudio realizado por la Comisión Europea en 1999, esta medida tiene impactos positivos sobre el ahorro y beneficia a sectores como el transporte y las comunicaciones, a la seguridad vial, las condiciones de trabajo, la salud, el turismo y el ocio. Según el IDAE, dependiente del Ministerio de Industria, Energía y Turismo, el potencial de ahorro en iluminación en España puede llegar a representar un 5% de nuestro consumo eléctrico, lo que equivale a unos 300 millones de euros. De esa cantidad, 90 millones corresponden al potencial de los hogares, y suponen unos seis euros por hogar. Los 210 millones de euros restantes se ahorran en los edificios del sector servicios y en la industria.