MADRID, 25 Ene. (EUROPA PRESS) -
Expertos en Lengua y en Derechos Humanos coinciden al afirmar que cuando se trata de representar realidades sociales como la inmigración, es imperativa la precaución a la hora de escoger el lenguaje, especialmente si tiene connotaciones negativas, para evitar la configuración de un imaginario colectivo que prejuzga y perjudica a estas personas. Los inmigrantes, pues, no 'asaltan' la valla, la 'saltan', en todo caso, si pueden.
Según el lingüista y profesor de Didáctica y organización escolar de la UNED, Tiberio Feliz, además del significado y el significante, las palabras tienen un tercer plano, "el afectivo", una "connotación" que acompaña a los términos, especialmente a los referidos a realidades sociales, que quienes construyen el discurso público, como periodistas y políticos, no pueden obviar.
Pone un ejemplo, el del futbolista Lionel Messi, que ha dejado su país natal para trabajar en España y al que nadie imagina cuando piensa en un "inmigrante" aunque su perfil corresponda claramente a uno de ellos, porque su figura ante la sociedad no está vestida con las connotaciones, positivas o negativas, que se han dado a ese término.
"El gran debate está precisamente en los elementos connotativos de las palabras, de tal forma que no es lo mismo 'asaltar' que 'saltar', 'trasponer' o 'pasar', igual que no es lo mismo hablar de inmigrante 'ilegal', 'indocumentado' o 'sin papeles'. Cada una de esas palabras tienen connotaciones diferentes y es lo que tenemos que cuidar", explica el profesor.
En su opinión, se trata de un problema clásico ante realidades nuevas que hay que denominar, pero "cuando son realidades sociales, la cuestión es más puntiaguda que si se trata de realidades objetivas". "No es lo mismo debatir sobre denominaciones de cuestiones que afectan a derechos humanos y de dignidad de las personas que hablar de un aparato tecnológico nuevo", explica.
El principal efecto del uso de este lenguaje cargado de connotaciones se produce en el imaginario social. "Nosotros no transmitimos la misma idea en función de la connotación y por tanto, la interpretación y la comprensión que el ciudadano tiene de esa realidad no es la misma: ¿Es una persona ilegal o lo es su situación? ¿Hay personas 'sin papeles' o es un problema de documentación exigida por una administración determinada'?", plantea.
En este sentido, el obispo de Tánger, monseñor Santiago Agrelo, clamaba en una entrevista con Europa Press por "la purificación del lenguaje", porque mientras "nadie aceptaría" un comunicado político de "lucha contra la inmigración", cuando se añade la palabra "irregular" detrás, encuentra respaldo social. "Basta una palabrita para que todo nos parezca aceptable", decía.
En su opinión, "hay que llamar a las cosas como son". "No son emigrantes irregulares, son emigrantes. Es el sustantivo lo que hace las cosas, no el adjetivo que, además, administramos nosotros. Quienes hacemos irregulares a las personas somos nosotros y privar de derechos a hombres, mujeres y niños sólo porque nosotros administramos un predicado es profundamente injusto", declaró el Obispo.
La campaña 'Derecho a curar' impulsada por Médicos del Mundo venía a denunciar en parte esta misma realidad: al establecer por Real Decreto que sólo los 'residentes' en España tengan garantizado el acceso a la atención primaria, se obvia que tras la falta de un requisito administrativo se quedan miles de personas fuera de un sistema sanitario, por principio, universal. No son residentes aunque vivan en España porque no cuentan con una autorización de la Administración para hacerlo.
Para el catedrático de Opinión Pública de la Universidad Complutense de Madrid, Fermín Bouza, el uso de una terminología en lugar de otra responde a una intención. "El lenguaje es acción y las palabras son actos del habla y como todos los actos, buscan desencadenar una conducta, que es mirar o ver o percibir peor a nuestros supuestos enemigos o a los que se dibuja como tales. Está en ese sentido, mejor decir 'asaltan' que decir que 'saltan' la valla", afirma.
En su opinión, se da "una negatividad buscada" cuando se trata de la inmigración. "Es una marca, un encuadre o un 'framing' negativo construido para tenerles metidos dentro de ese marco y en eso, la prensa tiene un papel fundamental", explicaba en declaraciones a Europa Press, para incidir en que "todo lo que sea invertir ese proceso y que las personas y las cosas sean encuadradas de forma constructiva siempre es mucho mejor, aunque sea difícil".