MADRID, 15 Jun. (EDIZIONES) -
Puedes vivir el enamoramiento con tal intensidad que la otra persona invada tu pensamiento, tu forma de sentir e incluso de vivir. Esto es sano si se da durante la etapa inicial de la relación, durante un periodo de tiempo limitado.
En cambio, cuando esto se convierte en una forma permanente de vivir tu relación, y tu vida gira sólo en torno a esta persona, renunciando al resto de personas y áreas de tu vida, estás dependiendo de ella y eso puede ser muy dañino para ambos.
Poco a poco te vas aislando y dejas de cuidar a la gente importante para ti. Entras en un círculo vicioso en el que cada vez vas alejándote más de tu verdadero “yo”, y estar sin el otro puede provocar en ti un vacío inmenso, ansiedad, e incluso depresión.
Depender de alguien hace que te vayas anulando como persona; vas dejando de ser “tú” para convertirte en la persona que el otro quiere que seas. Esto se llama dependencia emocional.
¿POR QUÉ DEPENDO DE OTRA PERSONA?
Si empiezas a depender del otro puede ser por varias razones:
No te sientes a su altura, pones en duda tu propia valía, crees que los demás son mejores que tú, o careces de iniciativa para crear y aportar.
Tienes miedos:
Miedo de perder a la persona con la que estás. Consideras a los demás como una amenaza para tu relación amorosa porque salir con tu pareja te da seguridad y te ayuda a quererte un poco más a ti mismo.
Miedo de que se fije en otra persona y para evitarlo, empiezas a comportarte como crees que el otro quiere, a su gusto. Vas olvidando lo que tú quieres y la manera que tú tienes de hacer las cosas. Dejas de ser tú mismo para ser como el otro quiere. ¡Todo con tal de no perderle!
Miedo de sentir vacío. Parece que tu vida sólo se llena y tiene sentido por lo que la otra persona te hace sentir y valer. Empiezas a buscar en el otro, lo que te falta a ti y eso te va atando a la otra persona.
Miedo a la soledad, porque estar sólo significaría encontrarte contigo mismo, y eso te asusta mucho.
Estos miedos suelen nacer de un aprendizaje. Las carencias afectivas de nuestra infancia repercuten cuando somos adultos en la forma en que queremos a los demás y nos dejamos querer por ellos.
Es posible que en algún momento de tu vida hayas sentido que no eras suficiente para alguien que era importante para ti o te haya faltado el afecto de personas claves en tu vida (padres, familiares, amigos o pareja del momento).
A lo mejor has vivido desilusiones con personas que quieres y eso ha dejado una huella en ti que ha hecho que dejes de confiar en el amor de los demás, o que necesites pruebas constantes de que el otro te quiere.
En el desarrollo de tu afectividad, esto ha podido producir heridas que han grabado en ti el mensaje de “no soy suficiente para el otro ni querible tal y como soy”.
Así, en el momento en que encuentras pareja temes perderla, porque eso te enfrentaría a tu miedo inicial de no ser querido por nadie y quedarte solo.
¿CÓMO SÉ SI ME ESTOY VOLVIENDO DEPENDIENTE?
Cuando empiezas a depender de alguien hay muchas cosas en tu vida que cambian, tus prioridades se alteran y tu manera de ser también. Aquí te damos algunas pistas:
-Dejas de ser tú, de manifestar tu carácter o tu personalidad tal y como es para asegurarte de que te va a seguir eligiendo. Por ejemplo, te vistes como al otro le gusta, cambias tu manera de ser habitual, hablas distinto.
-Antepones sus deseos a los tuyos. Dejas al otro tomar las decisiones, resignándote a que tome las riendas de tu vida. Si os vais de viaje vais a donde el otro quiere, si decidís ir a cenar te quedas sin elegir restaurante para que lo haga el otro. En la sexualidad también te sometes a sus gustos. Esto deja huella en ti y puede ser fuente de mucho sufrimiento.
-Dejas a tus amistades de lado, dejas de hacer los planes que te proponen. Sólo sales con tu pareja. Puedes incluso salir siempre con los amigos de ésta, aunque en realidad no disfrutes tanto con ellos como con tus amigos de siempre.
-No disfrutas de nada si no es con él/ella.
-Exiges al otro que te muestre constantemente que está enamorado de ti, sino crees que ya no te quiere. Necesitas que esté contigo y que te dé pruebas constantes de lo que siente por ti.
-Tienes muchos celos, consideras a los demás como una amenaza para tu relación.
-No le llevas la contraria, y si lo haces, será tras asegurarte de que no va a romper la relación. Sin embargo, en algunos casos, puede ocurrir que el modo de estar “enganchados” sea precisamente la pelea, la discusión o incluso la agresión física. Porque estar peleados significa que al menos estamos juntos y puede llegar un punto en que prefieras “estar mal” antes que “no estar”con tu pareja.
CLAVES PARA UNA RELACION SANA
1. Ten claro lo que vales para saber quién eres, qué quieres, cuáles son tus cualidades y cuáles son tus prioridades. Si sé y reconozco que soy válido y que tengo mucho que dar al otro no busco su cariño a cualquier precio.
Una relación es sana cuando dos personas únicas y distintas se unen para compartir un proyecto en común sin dejar de ser ellas mismas. Una relación afectiva madura es aquella en la que eres tú mismo, quieres al otro por amor y no por necesidad y eres libre.
2. Salva tu espacio: nutre las parcelas de tu vida en las que siempre has disfrutado, tus hobbies, tus planes, tus amistades y familia y a la vez fortalece las parcelas comunes: es decir, disfruta todo lo que puedas del otro cuando estáis juntos, vais al cine, o hacéis un plan de dos o en grupo. Cuánto más nutras tu autonomía y fortalezcas “la parcela común”, más fuerte, libre, sana y bonita será tu relación de pareja. Tu privacidad y tu espacio son irremplazables.
3. Protege tu intimidad: Desvela al otro tus cosas cuando quieras y en la medida en que vayáis conociéndoos en profundidad. No se trata de confiar a ciegas.
4. Pon límites. Muéstrale el cariño tal y como te sale de forma natural. No te fuerces a “darle lo que quiere”. Quiérele como quieres tú. No te conviertas en su marioneta. Tu pareja tiene que quererte por LO QUE ERES, no por LO QUE HACES.
5. Intenta detectar si has tenido o tienes otras relaciones de dependencia, no sólo amorosa sino con una amiga, un familiar, un profesor, un jefe, un compañero de trabajo La dependencia emocional se puede dar con cualquier persona que forme parte de tu vida. ¡Esto es bueno detectarlo para volver a enderezar el timón y ser el dueño de tu propio barco!
Si te sientes perdido o te cuesta hacerlo solo acude a alguien de tu confianza con quién puedas compartir lo que vives, o bien, puedes acudir a un profesional -psicólogo o psiquiatra- para poder trabajarlo y ser cada vez más libre.
María Hernández-Mora
Psicóloga