Potsdam, el símbolo de la gran Prusia

Por Javier Carrión

Está a solo 30 kilómetros al suroeste de Berlín y se le considera la "perla" de Brandenburgo. La bella Potsdam fue durante más de 300 años la residencia de la dinastía Hohenzollern, soberanos de Prusia, un lugar embellecido por los mejores artistas del siglo XVIII, aunque lamentablemente su centro histórico fue bombardeado por la Royal Air Force en la II Guerra Mundial y algunos de sus más célebres monumentos, como el Palacio Real, quedaron reducidos a escombros y cenizas. Fue también esta histórica ciudad prusiana sede de la Conferencia de Potsdam en 1945 que decidió el futuro de la Alemania vencida.

En 1993 Potsdam cumplió sus primeros mil años de historia. En sus orígenes era una aldea de pescadores, dado que alrededor de la ciudad existen más de 20 lagos y ríos, pero su suerte cambió cuando en 1640 el Príncipe Elector Federico Guillermo la escogió como segunda ciudad residencial por su bellísimo paisaje y su proximidad a Berlín.

Sólo habría que esperar al inicio del siglo XVIII para asistir al nacimiento del Reino de Prusia tras la Guerra de Sucesión Española y la firma del Tratado de Utrecht. En 1713 Federico Guillermo I, conocido como "el Rey Soldado", iniciaba el camino para convertir el reino en una auténtica potencia militar formando un ejército que llegó a superar los 150.000 hombres. En realidad casi todos los soldados prusianos se concentraban en este puesto militar, presidido también por una puerta de Brandenburgo levantada durante este reinado en 1713.

El rey, que construyó un muro por toda la ciudad para evitar las deserciones, se apoyaba en la población civil que tenía la obligación de alojar a cuatro militares en cada una de las casas de la ciudad, cuando la mayoría de éstas no superaba los 20 metros cuadrados de superficie. Se decía entonces que de cada siete habitantes de Potsdam seis eran soldados y el resto, en su mayoría, lo formaban mujeres y niños, muchos de ellos -legítimos y no reconocidos- destinados a ser los nuevos defensores de la gran Prusia. Hoy en Potsdam todavía queda en pie su gran orfanato de Linderstrasse, empleado históricamente para nutrir las filas del ejército prusiano.

Federico II el Grande (1740-1786), hijo del "Rey Soldado", remataría la estrategia iniciada por su padre convirtiendo a Potsdam en la principal residencia de la familia real prusiana. En 1745 el rey inició la construcción del palacio de Sanssouci en un terreno formado por varias terrazas de viñedos y en dos años terminó de levantarlo. Hoy este palacio -cuyo nombre significa "sin preocupación"- es la principal atracción turística de Potsdam. No se trata de un majestuoso edificio, más bien llama la atención por su modestia, pero es una pequeña joya en estilo "rococó" que sigue manteniendo sus viñedos y un bellísimo parque inspirado en las villas de los Medici en Roma y Florencia con otras dos residencias reales, el Palacio Nuevo y la Orangerie".

En un pequeño y discreto apartado del jardín se encuentra la tumba de Federico El Grande, una sencilla sepultura siempre abarrotada de gente donde es frecuente ver patatas ya que el monarca fue el encargado de introducir este tubérculo en su país cuando se encontraba azotado por el hambre. Este año más pues se celebra el 300 aniversario del nacimiento de Federico el Grande y hay importantes iniciativas que homenajean al rey prusiano. Como  "Friederisiko", la exposición que organiza  la Fundación de los palacios y jardines prusianos de Berlín-Brandeburgo (SPSG) desde el 28 de abril al 28 de octubre de 2012 sobre la vida de Federico el Grande, su obra y su reinado. Los visitantes tendrán ocasión de indagar tras la máscara del rey y la fachada del Nuevo Palacio, así como del Parque Sanssouci, que también forma parte de la exposición. El título de este tercer centenario, "Friederisiko", se refiere a las palabras alemanas "Friedrich" (Federico) y "Risiko" (riesgo) en un intento de reflejar el amor por el riesgo de Federico el Grande.

Continuando con el desarrollo histórico de Potsdam, la ciudad sería relevada por Berlín, casi 250 años más "joven" que ella, como capital oficial de Prusia y del Imperio Alemán, pero la Corte permaneció en esta ciudad situada a orillas del río Havel hasta la abdicación de Guillermo II en 1918, si bien su hijo Guillermo y su esposa Cecilia siguieron viviendo dentro de la ciudad en el cercano palacio de Cecilienhof hasta el final de la II Guerra Mundial. El conflicto bélico trajo consigo una fecha dramática para la ciudad, el 14 de abril de 1945, ya que la aviación británica arrasó "el gran símbolo prusiano" y su casco viejo resultó muy afectado.

En la plaza del Antiguo Mercado, el Palacio Real de Federico el Grande quedó arrasado -las autoridades comunistas lo demolieron en 1961- y la Iglesia de San Nicolás, anexa al edificio, muy dañada. Hoy existe el proyecto de recuperar el palacio, al menos en su parte exterior, y ya se ha restaurado la Puerta de Fortuna. Pero la tarea se antoja larga... El objetivo es alojar en su interior el Parlamento de Brandenburgo.

En este casco viejo de Potsdam, que estuvo en su momento de esplendor repleto de palacios, destaca el antiguo ayuntamiento, la casa donde vivió Mozart en 1789 y sobre todo, el barrio holandés, de dos calles, un conjunto de edificios único en Europa que nos traslada a la misma Amsterdam. En la manzana hay 136 casas construidas con ladrillos rojos con bares, tiendas y restaurantes muy frecuentados por los turistas. Solo a unos metros también vale la pena acercarse a un lugar peculiar: el cementerio de los soldados rusos fallecidos en la Gran Guerra.

Al este de la colonia rusa Alexandrowka, que fue un auténtico guetto cerrado del ejército ruso tras la II Guerra Mundial, se sitúa el Jardín Nuevo que fue diseñado en estilo inglés en 1786. Alberga el Palacio Cecilienhof, escenario de la Conferencia de Potsdam desde el 17 de julio al 2 de agosto de 1945. Se pueden visitar las salas donde se reunieron los grandes estadistas del momento (Stalin, los británicos Churchill y Atlee y los norteamericanos Roosvelt y Truman), una habitación original -la sala de desayuno con una curiosa forma de camarote de barco- y, sobre todo, la gran mesa de reuniones traída especialmente desde Moscú.

Todos los días, a las 8 de la mañana, se reunían en este salón los líderes invitados por el anfitrión Stalin y los fotógrafos tenían diez minutos para plasmar las imágenes desde cuatro ventanas que se alzaban en la parte más alta de su muro izquierdo. Esas fotografías son el único documento periodístico visual de la conferencia que decidió el reparto de la Alemania vencida. Las sillas de los tres jefes de Estado sobresalen en el conjunto interior porque eran más altas que las del resto de los diferentes séquitos.