ALMERÍA 10 Sep. (EUROPA PRESS) -
Ana Julia Quezada ha reconocido este martes durante su declaración en el juicio con jurado que se sigue en la Audiencia de Almería que "dio muerte" al menor Gabriel Cruz cuando ambos se encontraban en la finca de Rodalquilar el 27 de febrero de 2018, aunque ha insistido en que lo asfixió por "accidente", tras taparle la boca y la nariz con una mano. Ha añadido que no se vio capaz de confesar los hechos por lo que, tras 12 días de búsqueda, desenterró el cuerpo que había ocultado y lo llevó a su casa de Vícar, donde tenía la intención de "quitarse la vida".
La acusada ha detallado a las preguntas de su defensa ejercida por el letrado Esteban Hernández Thiel que ante el "revuelo mediático" que se dio por la desaparición del niño de ocho años comenzó a tomar tranquilizantes, los cuales transportaba en su coche en el momento en el que fue intervenido por los agentes de la Guardia Civil que practicaron su detención momentos antes de que consiguiera entrar en su vivienda de Vícar con el cuerpo de Gabriel en el maletero.
"No tenía intención de hacerle daño a nadie", ha dicho la acusada, quien en reiteradas ocasiones durante su declaración, en la que ha evitado las preguntas de la acusación particular ejercida por Francisco Torres "por respeto a la familia", ha pedido perdón. "Pensaba dejarlo en el garaje de Vícar. Que me perdone todo el mundo", ha dicho antes de detallar su intención de dejar unas cartas explicando "todo lo que había pasado".
"Perdóname hija mía, perdóname Ángel y toda la familia, que me perdone Dios por lo que he hecho, pero todo fue un accidente", ha dicho Quezada mirando a la cámara dispuesta para grabar la vista oral.
La acusada ha sostenido la tesis de que la muerte de Gabriel fue accidental y no una actuación premeditada, tal y como señalan la acusación particular y la Fiscalía, que solicitan para ella la prisión permanente revisable. No obstante, y aunque ha reconocido en todo momento que asfixió al pequeño con sus manos, no ha sido capaz de precisar cómo lo hizo, por qué lo desvistió antes de enterrarlo para ocultar sus ropas ni por qué no avisó a los servicios de emergencias, aunque asegurara que quisiera contarlo todo.
LE TAPÓ LA BOCA "PARA QUE SE CALLARA"
La acusada ha explicado que el 27 de febrero de 2018 salió después de comer en la casa de la abuela de Gabriel en Las Hortichuelas hacia la finca de Rodalquilar, en Níjar (Almería), para pintar tras ofrecerle a ambos que le acompañaran, según ha dicho. Tras partir con el coche, y según su versión, se encontró con Gabriel en el camino de tierra que conducía a casa de sus primos y le pidió que le acompañara con el pretexto de que posteriormente le llevaría a jugar con ellos.
Una vez dentro de la finca, y mientras ventilaba la estancia, ha asegurado que Gabriel entró en la habitación con un hacha en la mano, por lo que se habría iniciado una discusión para que la dejara. "Empezó a gritarme y a decir 'A mí no me mandas, no eres mi madre, negra fea, tienes la nariz fea, no quiero que estés con mi padre y quiero que mi padre se case con mi madre y te vayas a tu país'".
"Simplemente le tapé la boca para que se callara", ha añadido para asegurar que no tiene más recuerdos de lo que ocurrió después. "Usé las dos manos, fue un momento muy rápido", ha dicho a la hora de precisar que se dio cuenta de que no respiraba "cuando lo solté". "Le puse la mano en el pecho y no respiraba", ha insistido antes de añadir que se "quedó bloqueada", que se puso a "fumar como loca", y que "salía y entraba sin saber lo que hacía" hasta que vio una pala "y decidió hacer un agujero".
Quezada, que ha proclamado su "inocencia" al inicio de la sesión, no ha dado mayor explicación al supuesto comportamiento de Gabriel el día de los hechos, toda vez que ha asegurado que era un niño "educado" y que su relación con él era "buena", más allá de una ocasión en la que, según ha explicado, se metió con su nariz.
EMPLEÓ UN HACHA PARA OCULTAR EL CUERPO
La acusada ha detallado que tras haber dado muerte al menor y cavar un hoyo con una pala junto a la alberca de la finca, entró a la casa a recuperar el hacha por la que supuestamente había discutido de forma previa con Gabriel para terminar de ocultar el cadáver, ya que "le quedó una manita fuera" y "quería que quedara enterrado".
"Creo que le di un golpe, con la cabeza mirando así porque no era capaz", ha dicho la acusada, quien ha reconocido al menos dos impactos sobre el cuerpo del menor para proceder a enterrarlo por completo, de forma que en los días sucesivos se sirvió de más utensilios como sillas para seguir tapando la zona hasta el día en que acudió a desenterrarlo.
El cadáver del niño permaneció oculto durante 12 días, hasta que decidió moverlo de nuevo. "Quité la madera y todo lo demás, destapo a Gabriel y lo intento tocar, pero no puedo", ha indicado antes de especificar que sacó del coche, que había aparcado junto a la alberca, una toalla que llevaba habitualmente para evitar el pelo del perro y con ella envolvió el cuerpo del menor para meterlo en el maletero y poner rumbo a Vícar. Antes de marcharse, volvió a hablar por teléfono con el padre de Gabriel para decirle que estaba en la playa.
La acusada ha negado reconocerse en la grabación efectuada por la Guardia Civil en el interior del vehículo en la que pronunciaba expresiones como "¿Quieren un pez? Le voy a hacer un pez, mis cojones" y se cuestionaba si podría dejar el cuerpo en algún invernadero, aunque se ha reconocido en las fotografías que se le han mostrado y reflejan su último paso por la finca.
DEJÓ LA CAMISETA "PARA QUE LA ATRAPARAN"
Tras regresar de la finca de Rodalquilar, Quezada ha explicado que ocultó la ropa de la que había desprendido al menor para, poco después, recibir una llamada de Ángel Cruz, el padre del menor, en la que le comunicaban la desaparición del niño, lo que dio lugar a una búsqueda multitudinaria por Níjar.
En este sentido, la acusada se ha referido al episodio concreto que tuvo lugar en el quinto día de búsqueda en el que ella misma colocó "deliberadamente" una camiseta en una cañaveral de Las Negras, a cuatro kilómetros en sentido contrario a donde había ocultado el cadáver, mientras paseaba con el padre de Gabriel. Según su versión, lo hizo porque quería "que me atraparan".
"Querían que me encontraran, no podía más, no podía aguantar más ese secreto y no podía decírselo con mis propias palabras a nadie", ha dicho a preguntas de la fiscal. Frente a lo sostenido en sus declaraciones ante el juez instructor, donde afirmó que lo hizo "porque quería darle esperanzas" al padre de Gabriel Cruz y entonces su pareja sentimental, ha dicho que colocó la camiseta porque llevaba "a gente a Rodalquilar para intentar decirles lo que había pasado y no podía".
Con anterioridad, ha indicado que intentó decirle a su hija, que se desplazó de Burgos hasta Almería para participar en el dispositivo de búsqueda, "lo que había pasado" e, incluso, a una prima del pequeño de tan solo diez años a la que también llevó a la finca de Rodalquilar en la que había enterrado al menor.
SOSPECHAS DE ENVENENAMIENTO
La acusada ha descartado además que los archivos hallados en su ordenador durante la investigación relativos al uso de plantas venenosas estuvieran ligados a una posible intención de matar al menor. "Mi sobrina es esteticien y hace mascarillas con esas plantas", ha dicho para explicar sus búsquedas en los días anteriores de los hechos. "Por supuesto que no le di nada para envenenarle", ha insistido a preguntas de su defensa, para decir que el menor tampoco "enfermó" en las semanas previas al 27 de febrero.
Quezada, quien también ha defendido las buenas relaciones con la madre de Gabriel, ha roto a llorar por primera vez al oír su voz en una escucha telefónica en la que insultaba a la madre del pequeño llamándola "hija de puta, mala persona".