ALGECIRAS (CÁDIZ), 26 Ene. (EUROPA PRESS) -
El ataque de un ciudadano marroquí de 25 años en la iglesia de Nuestra Señora de La Palma y en la de San Isidro de Algeciras (Cádiz) ha dejado dolor y consternación entre sus vecinos, que han sido testigos de cómo uno de sus vecinos, el sacristán de La Palma y muy vinculado al mundo cofrade, ha fallecido asesinado en plena plaza Alta, corazón neurálgico de la ciudad.
Según han relatado testigos presenciales, el detenido entró en la Iglesia de San Isidro pasada las seis de la tarde de este miércoles y se dirigió al altar, donde empezó a tocar las cosas y fue expulsado. "Ha esperado a que estuviera terminando la misa y se ha acercado al altar y ha sacado el machete. Allí el sacerdote pudo esquivarlo y salió hacia la parte de atrás de la Iglesia que ha sido donde le ha dado en el cuello".
Aún llorando, una de las mujeres que asistía a la misa ha relatado a la cadena Cope, recogido por Europa Press, que vieron al hombre entrar muy alterado, dirigirse hacia el altar gritando y diciendo que no se movieran y al ver el ataque al cura salieron corriendo presas del pánico y se escondieron en una peluquería cercana.
Posteriormente, el autor de este grave ataque se dirigió a la Iglesia de Nuestra Señora de La Palma, templo mayor de la ciudad, y encontró que la misa había terminado y el sacristán se encontraba en el altar recogiendo las cosas. Según ha relatado el propio cura de la sede que acoge a la patrona de la ciudad, fue a por él creyendo que era el cura porque en el camino "se cruzó con catequistas, que creían que las iban a matar, y pasó de ellas".
Finalmente, pensando que era el cura mató y "remató en el suelo" al sacristán, Diego Valencia, un hombre que llevaba cerca de 16 años sirviendo en esta iglesia y "hacía de todo" en el templo, desde abrir y cerrar las puertas, hasta arreglos florales, porque "antes tenía una floristería".
Testigos presenciales que en ese momento pasaban por el lugar han relatado cómo presenciaron que "no había mucha gente por el día que hacía", pero "vimos claramente cómo lo mató, ponía el cuchillo hacia arriba y miraba hacia arriba hablando algo en su idioma".
"Estaba con una tranquilidad absoluta", ha añadido una de las testigos cuyo marido avisó a la Policía mientras que salían corriendo, "pensando que podían salir más gente matando a alguien", y avisaban a la gente para que no fuera hacia la plaza porque "habían matado a un hombre".
Tras los acontecimientos, la plaza Alta, lugar de encuentro de los algecireños, quedaba acordonada con el cadáver del hombre en el suelo. Una vez deshecho el cordón policial y permitido el paso, las muestras de dolor y solidaridad no se han hecho esperar y en el lugar donde cayó el cuerpo del sacristán sus vecinos han querido depositar velas, flores y estampas con imágenes de algunas de las vírgenes titulares de las cofradías algecireñas.
Entre las muchas personas que se han acercado en la plaza en la mañana de este jueves para expresar su dolor, María, que fue testigo de los hechos cuando se dirigía hacia su casa, ha calificado lo ocurrido como "una vergüenza que no se pueda andar por la calle a las siete y media de la tarde" por esa zona de la plaza Alta, donde "no se puede venir por aquí tranquilamente y ya de la plaza hacia abajo ni lo cuento".
Por su parte, una prima de la víctima, entre lágrimas, decía que ha perdido a Diego que era "como si fuera un hermano". "Le ha tocado y yo lo siento mucho como lo siente toda Algeciras porque era muy querido. Cuando se está en una cosa así es porque eres buena persona y confían en uno", ha añadido.
"PEDIMOS DISCULPAS, NO ES CULPA NUESTRA"
Tampoco ha querido faltar a esa cita, Aziz Hamid, un vecino de Algeciras desde hace 12 años, que ha condenado los hechos ""por los españoles y marroquíes". "Pedimos disculpas, no es culpa nuestra, no queremos que se meta a todos en un saco, hay gente que lleva 20 años aquí, con hijos, y hay que considerar que no todos somos iguales".
La jornada del jueves, menos de 24 horas después de los sucesos, sigue siendo de dolor ente la población algecireña, que espera la llegada por la tarde del cuerpo de Diego Valencia para ser velado en la misma iglesia donde ejercía de sacristán y fue atacado.