Un estudio del CSIC sitúa la ciudad de Tartessos cerca de la desembocadura del Guadalquivir, en la actual Doñana

Desembocadura del río Guadalquivir.
Desembocadura del río Guadalquivir. - CSIC
Actualizado: viernes, 28 junio 2024 14:20

SEVILLA, 28 Jun. (EUROPA PRESS) -

Un estudio del CSIC, la Universidad de Huelva y la Fundación del Hogar del Empleado (Fuhem) ha comparado las evidencias científicas con las indicaciones del poema latino de Avieno ‘Ora maritima’ para analizar la posible ubicación del centro político de Tartessos en la desembocadura del río Guadalquivir, en el actual Espacio Natural de Doñana.

El danés G. Schöning, en el siglo XVIII, fue el primero en mostrar que entre los textos de que se sirvió Avieno se hallaba un probable derrotero de un navegante o mercader griego del siglo VI aC, cuando Tartessos existía y su rey, Argantonio mantenía relaciones comerciales con la ciudad griega jonia de Focea, según ha recogido el CSIC en un comunicado.

De esa antigua fuente procedería información como que Tartessos era un país relativamente extenso, étnicamente diverso y con presencia de comunidades de fenicios, cartagineses y griegos. Abarcaba, por la costa peninsular, desde el bajo Guadiana hasta el actual litoral de la provincia de Alicante, con un pie en la costa de Marruecos. La ciudad se hallaba en una isla llamada Cartare, ubicada entre dos brazos de un río, llamado también Tartessos, tras salir éste de un lago cuyo nombre era Lacus ligustinus. La desembocadura de ese río era múltiple: del brazo oriental surgían tres rías o esteros que penetraban en el interior del país por el este y, aguas abajo, al sur de la isla, cerca ya de la desembocadura, el mismo brazo oriental confluía con el occidental a través de una doble bifurcación de su curso.

Este y otros pasajes han desconcertado hasta ahora a los investigadores de la historia de Tartessos, puesto que hacen referencia a paleogeografías costeras del sur de la Península que no se corresponden con ningún paisaje actual. Los recientes estudios permiten explicar esta discordancia y se ha sabido que pasados los efectos de un episodio marino de oleaje extremo en el Golfo de Cádiz hacia el año 1.150 aC, probablemente un tsunami que llegó a inundar buena parte de las marismas de Doñana, la zona volvió a alumbrar extensiones de tierra firme y marismas sobre una laguna costera en la que desembocaban antiguos cauces de los ríos Guadiamar y Guadalquivir.

La zona volvió a repoblarse, llegando sus habitantes a vivir de la agricultura del cereal, la ganadería y el pastoreo mayor, así como de la pesca y el marisqueo, según un análisis del subsuelo dirigido por José Antonio López-Sáez, del Instituto de Historia (IH-CSIC) y coautor del artículo publicado en la revista 'Frontiers in Marine Science'. Por el oeste, la flecha litoral de Doñana separaba la laguna del océano Atlántico. Por el suroeste y el sur, la laguna desaguaba en el océano, a la vez que se nutría de sus aportaciones mareales, por medio de dos amplias bocas, entre las que había una isla de unos 10 kilómetros cuadrados, que es hoy la flecha litoral de La Algaida.

Bajo sus suelos arenosos subyace un paleo-relieve profundo del Plioceno y el Pleistoceno, parte del borde tectónico elevado de un sistema de fallas inversas en la Baja Andalucía, de alineación suroeste-noreste, cuyo componente más notable es la llamada Falla del Bajo Guadalquivir, según señala el geólogo Antonio Rodríguez-Ramírez, del Departamento de Ciencias de La Tierra y Centro de Investigación Científico-Tecnológica (CCTH) de la Universidad de Huelva, coautor del artículo y autor original de la hipótesis sobre el emplazamiento de la ciudad de Tartessos.

Los antiguos cursos bajos de los ríos Guadiamar y Guadalquivir, así como la laguna costera y el litoral oceánico, han dejado huellas de su posición que son identificables en el paisaje de Doñana. Se trata de meandros y malecones fluviales sepultados bajo tierra o inactivos, marcas de erosión y sedimentación en las flechas litorales y cheniers.

El estudio de estas formaciones permiten reconstruir los paisajes de Doñana desde hace 5.500 años. Para el periodo de Tartessos, se ha concluido que el río Guadiamar desembocaba en la laguna por medio del caño Travieso y que el brazo perdido del Guadalquivir, de los dos que tuvo en época romana, estaba al este del actual y no al oeste del mismo, como pensaron Adolf Schulten y George E. Bonsor en su búsqueda de Tartessos en la década de 1920. El trabajo da así la razón, apunta Juan J. Villarías-Robles, del Instituto de Lengua, Literatura y Antropología (ILLA-CSIC) y primer firmante del artículo, a quienes desde el siglo XVI habían propuesto que era por el este y no por el oeste por donde había que buscar el cauce perdido del río.

En la década de 1960, la frustración acumulada de siglos de estudio llegó a tal extremo que se dudó de la credibilidad del poema de Avieno como fuente histórica. El desarrollo de la arqueología en el sur de la Península desde los años 50, del que se hace eco Sebastián Celestino Pérez, del Instituto de Arqueología de Mérida (IAM-CSIC) y coautor del artículo, no hizo sino acrecentar esta desconfianza.

No obstante, el análisis del poema por Schöning, seguido de los análisis de otros filólogos del siglo XIX, permitieron deslindar en el poema varios estratos narrativos sobre los que se desarrollaba la contribución personal del poeta latino. Por otro lado, el geógrafo e historiador Antonio Blázquez planteó pronto, a principios del siglo XX, que el paisaje de Doñana habría sido distinto en el siglo VI aC y, en consecuencia, había que reconstruirlo virtualmente si se quería encontrar la ciudad de Tartessos. El geólogo e ingeniero de minas Juan de Gavala y Laborde haría suyo tal planteamiento y publicaría su edición anotada del poema de Avieno en 1959.

Aunque las conclusiones de Gavala y de otros investigadores no se vieron corroboradas materialmente, la perspectiva adoptada era la correcta. La revolución del Carbono 14 como método de datación en la década de 1940 y la validación de la Teoría de la Tectónica de Placas en la de 1960 impulsaron los estudios de la geología y geografía del sur peninsular, confirmando con el tiempo las transformaciones de los paisajes costeros durante el Holoceno. Cabe resaltar en esta línea de investigación las aportaciones de investigadores de la UHU y del Museo Nacional de Ciencias Naturales, del CSIC.

Tales contribuciones están en la base de la reconstrucción publicada para la primera mitad del I milenio aC, que viene a corresponder con aproximación al contenido del derrotero o derroteros citados por Avieno. Respecto al pasaje sobre la ubicación de la ciudad de Tartessos, el río del mismo nombre sería el actual Guadiamar en su último tramo por el caño Travieso. Tras desembocar en el Lago Ligustino, que sería la laguna costera, el río saldría de ésta para rodear La Algaida —-una isla entonces—- y después desembocar en el Atlántico mediante dos brazos. Las tres corrientes que partían del brazo oriental y penetraban en las tierras al este del antiguo estuario podrían ser los esteros hoy prácticamente secos Salado de Lebrija, Caño de Jerez y Marisma de Rajaldabas.

Tartessos se hallaría en la isla de La Algaida, hoy flecha litoral en el margen izquierdo del río Guadalquivir. Como han señalado numerosos investigadores, Cartare pudiera ser un apelativo fenicio o púnico que haría referencia a una ciudad relacionada con la isla; al igual que sugieren los topónimos de ciudad Cartago, Cartagena, Cartaya (en la provincia de Huelva) y Carteya (en la provincia de Cádiz).

José Antonio López-Sáez, Antonio Rodríguez-Ramírez, Juan J. Villarías-Robles y Sebastián Celestino-Pérez participan en el Proyecto Hinojos, iniciado en 2005 por el historiador Ángel León, de la Fundación del Hogar del Empleado (Fuhem), que estudia la posible correlación dialéctica entre transformaciones del medio e historia cultural en el suroeste de la Península en el curso del Holoceno Medio y el Holoceno Reciente.

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