El arqueólogo Rodríguez Temiño avisa de que la "credulidad ciega" causa la "adhesión acrítica" a tesis "conspiracionistas"
SEVILLA, 10 Nov. (EUROPA PRESS) -
Un trabajo firmado por el doctor en Arqueología y Ciencias de la Antigüedad, arqueólogo y conservador Ignacio Rodríguez Temiño, del Conjunto Arqueológico de Carmona (Sevilla), advierte de que la pseudoarqueología y por ende corrientes como la "atlantología" suponen un "daño" y una "amenaza" para la ciencia en sí; conectando tales planteamientos con el negacionismo científico y el racismo.
Este ensayo publicado en 2023 y recogido por Europa Press se titula "Arqueología y pseudoarqueología: distintas pero revueltas" y, según su propio autor, está destinado a "establecer criterios para la delimitación entre ambas" realidades, así como a analizar "el éxito de la pseudoarqueología y las consecuencias que puede provocar la credulidad acrítica que genera, sobre todo en relación con teorías conspirativas".
En ese sentido, Ignacio Rodríguez Temiño explica que si bien arqueología y pseudoarqueología son en ambos casos "campos epistémicos", "compartir ese mínimo común no las equipara en cuanto a los efectos que puedan derivarse de la divulgación de sus respectivas teorías".
Tal extremo le lleva a advertir de que "el discurso pseudoarqueológico no sólo está presente en medios de comunicación y redes sociales en pie de igualdad con el arqueológico, sino que es el prevalente en la cultura popular" e "incluso en públicos afines a la arqueología se advierte esa ambivalencia y cabe preguntarse sobre el porqué".
A tal efecto, menciona por ejemplo la "saga" de teorías sobre los "alienígenas ancestrales" planteadas en el siglo XX por Erich von Däniken y Zecharia Sitchin, con la "hipótesis central de la intervención de extraterrestres en la historia de la humanidad" y el propagado planteamiento de Sitchin de que "la humanidad fue creada por una raza humanoide procedente de un misterioso duodécimo planeta del sistema solar llamado Nibiru, cuyos habitantes son denominados anunnaki".
INCLUSO "DEPENDENCIA DEL UNIVERSO DE LOVECRAFT"
Al punto, este arqueólogo alerta de la "dependencia de las tesis de Von Däniken del universo ficticio" del célebre escritor de novelas de terror cósmico estadounidense H.P. Lovecraft.
Precisamente por eso, el autor de este trabajo determina que lo que separa "la ciencia arqueológica, incluida la mala praxis científica, de la pseudoarqueología, es la autoría de la investigación, es decir, ser reconocidos como pertenecientes a la comunidad profesional o académica de la arqueología, por encima incluso de lo acertado del resultado".
En su prolijo ensayo, basado en estudios demoscópicos, una encuesta de opinión y un análisis "netnográfico" en las redes sociales; Rodríguez Temiño toma como ejemplos actuales los perfiles en las redes sociales de Georgeos Díaz-Montexano, Agustín Demetrio Pallarés Lasso y "Generación Deeseencanto", porque "los tres tienen en común la defensa de civilizaciones extinguidas", de las que a entender de tales personas, "hay evidencias que pasan inadvertidas a la investigación arqueológica; su participación activa en Facebook y el amplio número de seguidores que tienen".
DE NUEVO LA ATLÁNTIDA
Del primero de ellos, por ejemplo, destaca que "se presenta como epigrafista, escritor y asesor en atlantología para National Geographic y es firme defensor de la existencia de la Atlántida en una isla actualmente hundida entre las costas de España y Marruecos", con la hipótesis de que "el arrasamiento por maremotos de la Atlántida no conllevó la extinción de los atlantes, que emigraron a tierra firme y fundaron colonias que recuerdan a la metrópolis".
Estos tres perfiles, según analiza Rodríguez Temiño, "están relacionados con la interpretación de vestigios materiales del pasado" y coinciden en "la falta de conexión entre las evidencias y las explicaciones, la causa de ser incluidos entre los pseudoarqueólogos", además de que "todos pretenden ser tenidos por científicos".
"Estas personas tienen una relación de amor-odio con la ciencia. Por un lado, no siguen las reglas científicas porque, al estar muy apartados de esos circuitos, en realidad las desconocen y, en una actitud bastante arrogante, consideran con cierto desprecio que tales reglas son meros tecnicismos fácilmente barridos por la 'ola de verdad' que sólo ellos poseen; pero de otro lado, también ansían ser aceptados por la ciencia", reflexiona este arqueólogo.
A su juicio, Georgeos Díaz-Montexano "es quien mejores muestras da de esa ambivalencia y del afán por estar inserto en los debates académicos", lo que le lleva a avisar de "la discrepancia entre las interpretaciones" de Díaz-Montexano, "siempre más arriesgadas, y las de los expertos"; poniendo como ejemplo que el aludido "ha perfilado un estudio completo del sistema glotográfico de signos de la protoescritura paleolítica" y "sobre esos mismos testimonios la comunidad científica sólo ve manifestaciones figurativas o sistemas ideográficos, cuya cabal comprensión se escapa casi completamente".
LOS RIESGOS DEL "RELATIVISMO MORAL"
El autor de este trabajo también menciona, entre sus diferentes alusiones, a los libros y documentales de Planeta Encantado, del escritor J.J. Benítez, señalando que más allá de las "críticas por la inexactitud de los datos", lo más "grave" es el mensaje literal de que "la verdad no es patrimonio de nadie", porque "no resulta una invitación a un sano escepticismo crítico, sino una puerta abierta al relativismo moral".
"Si nada es verdad y carecemos de medios para objetivar la preferibilidad de unas opciones frente a otras, queda al arbitrio del público hacerlo en función de qué le seduzca más o qué encuentre más entretenido", advierte Rodríguez Temiño.
Al respecto, señala "las consecuencias que conlleva la credulidad ciega", pues "la mixtificación de opciones y la imposibilidad de establecer criterios de preferencia facilitan una eventual adhesión acrítica a teorías de corte racista o de claro contenido conspiracionista y esa indigencia mental en la que deja a un público ávido de entretenimiento, pero no alerta sobre las consecuencias de lo que ve, socava la finalidad última de la función social del patrimonio arqueológico e histórico".
EL NEGACIONISMO CIENTÍFICO
En ese marco, muestra su "preocupación por el indudable uso que hace el populismo de extrema derecha, por ser más proclive que el de extrema izquierda al negacionismo científico, de la narrativa conspiracionista", porque "la desconfianza en las instituciones públicas y la sospecha de que tienen una agenda oculta, que fundamentan su alineamiento con otros movimientos antisistema, se aplican tanto a la vida pública como a la ciencia".
Y especialmente, este arqueólogo alerta en su ensayo de que aunque no cree que Díaz-Montexano, Pallarés Lasso o Generación Deeseencanto sean "promotores conscientes de teorías conspiranoicas, porque no se comportan como los típicamente negacionistas"; lo cierto es que "reivindicar la existencia de una alta y sofisticada cultura primigenia, ya sea la Atlántida, la civilización neandertal dolicocéfala o los primitivos colonizadores de las Islas Canarias, sirve para denostar el desarrollo cultural autóctono y, en definitiva, perpetúa el racismo que desprendían las pseudoarqueologías del siglo XIX, continuado por los libros de Von Däniken o Sitchin".
"Nuestra sociedad necesita pensamiento crítico y capacidad de análisis, no enfrentamientos poco menos que enconados contra el conocimiento científico", concluye este autor, precisando que todo ello "no significa repudio contra la pseudoarqueología o denigrar la heterodoxia", sino que "sería suficiente con que todos nos habituásemos a buscar esos libros en anaqueles de ciencia ficción, compartiendo estantes con las series de fantasía histórica (búsqueda de la Atlántida) o conquista terrestre (alienígenas ancestrales)".