SEVILLA 20 May. (EUROPA PRESS) -
La Universidad de Sevilla (US) ha liderado un estudio pionero a nivel mundial que ha confirmado que el aislamiento social tiene un alto impacto en la capacidad funcional de las personas, es decir, su habilidad para desarrollar las actividades de la vida diaria.
En un comunicado, la US indica que estos efectos son de especial interés en población adulta-mayor y en pacientes de Covid-19, que han sufrido especialmente el aislamiento en el último año y que pueden experimentar sus consecuencias a largo plazo.
Explica que los resultados del estudio confirman y demuestran las consecuencias negativas del aislamiento social, específicamente en la aceleración de trayectorias del deterioro del envejecimiento en el funcionamiento físico. Además, dadas las tendencias mundiales en el envejecimiento de la población y la aparición de la Covid-19, ve "probable que el aislamiento social se convierta en un problema social más prevalente en la población adulta mayor en los próximos años".
Investigadores de España, Australia y Dinamarca, liderados por el profesor Jesús del Pozo-Cruz, investigador principal del grupo 'Epidemiology of Physical activity and Fitness Across Lifespan (EPAFit)'; de la Universidad de Sevilla, del departamento de Educación Física y Deporte y departamento de Motricidad Humana y Rendimiento Deportivo, han seguido durante diez años a más de 13.000 personas para estudiar las consecuencias del aislamiento social. "Se sabe que los individuos que lo padecen en mayor medida son proclives a exhibir problemas mentales y desarrollar demencia. Todo ello se asocia igualmente a mayor mortalidad. Los problemas de este tipo se están incrementando con el paso de los años y se han agudizado en el momento actual debido a la pandemia", subraya.
Los resultados del estudio también aconsejan que las intervenciones en materia de salud pública deberían centrar su atención en los entornos sociales en los que están integrados los mayores, en particular los que están en riesgo de aislamiento. En este sentido, por ejemplo, los autores instan a crear soluciones políticas que promuevan contacto y relaciones sociales de calidad entre las personas adultas y mayores, que deberían tener además éxito en mejorar la función física de éstas.
Por último, los autores enfatizan que es particularmente importante reducir los niveles de aislamiento social que experimentan los ancianos, ya que este aislamiento tiene consecuencias más graves sobre su función física que en las personas más jóvenes. Además, se sabe que el declive de la función física conlleva un mayor riesgo de fragilidad en las personas adultas y mayores, por lo que tras este estudio se puede afirmar que evitando el aislamiento social se favorece en cierta medida la prevención de la fragilidad, al preservar la capacidad funcional de las personas. Impulsar, además, programas encaminados al mantenimiento de la función física en adultos y mayores y dirigidos por educadores físico deportivos puede jugar un papel clave en la sociedad del futuro.