El cardenal Farrell, sobre el congreso de religiosidad en Sevilla: "La Iglesia confía y espera mucho de las hermandades"

El cardenal Kevin J. Farrell, junto al arzobispo de Sevilla, monseñor Saiz Meneses.
El cardenal Kevin J. Farrell, junto al arzobispo de Sevilla, monseñor Saiz Meneses. - II CONGRESO DE PIEDAD POPULAR
Publicado: jueves, 5 diciembre 2024 15:45

SEVILLA 5 Dic. (EUROPA PRESS) -

'Las hermandades: casa u escuela de vida cristiana, comunión y sinodalidad'. Este ha sido el tema de la ponencia con la que el cardenal Kevin J. Farrell ha abierto la segunda sesión del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular en el trascoro de la Catedral. El prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida ha sido presentado por Reyes Muñiz.

El cardenal Farrell ha comenzado recordando que las hermandades están compuestas por laicos, aspecto que marca el tratamiento que se hace desde la Iglesia a este fenómeno tan relevante. La casa, término empleado en el título de la ponencia, es "la concreción de un lugar, y en la riqueza de las relaciones que en ella se establecen es donde uno se siente reconocido, se siente acogido donde uno siempre regresa de buen grado", informa la organización en una nota de prensa.

A partir de ahí, ha trasladado esta figura a la realidad de las hermandades y lo que se espera de ellas. La hermandad, por tanto, está llamada ser "el lugar vital, hecho de espacios concretos y sobre todo de relaciones donde uno puede sentirse en casa, acogido y aceptado. Debe ser un lugar donde uno se sienta en familia, y redescubrir el reencuentro con su pasado".

En cuanto a qué impide que la hermandad sea percibida como una casa por todos sus miembros, considera que hay que evitar la frialdad de las relaciones, "y esto sucede cuando entra en juego el anonimato, o cuando las relaciones se vuelven burocráticas y carentes de sinceridad". Por ello, ha destacado la necesidad de que cada hermandad conserve una dimensión familiar, "para que siga siendo una casa".

En esta línea, ha afirmado que "es responsabilidad de todos, dentro de una hermandad, perseverar en una firme fraternidad para que el individualismo de la sociedad contemporánea no infecte estas asociaciones".

A continuación, ha planteado el papel de las hermandades como escuela --"la escuela representa el lugar donde el individuo esta llamado a salir de sí mismo"--, y ha señalado que están llamadas a ser "un lugar de intercambio de opiniones, de formación, de superación de fronteras para aprender a pensar de un modo nuevo". En las hermandades, teniendo en cuenta esta dimensión, se debe enseñar a "no permanecer inmóviles en el pasado", y a estimular la apertura al futuro, ha afirmado.

Seguidamente, el cardenal Farrell ha señalado que las hermandades deben estar animadas por un espíritu misionero abierto a todos, y se ha detenido en una reflexión sobre "la atracción de la belleza, que puede llevar a muchos a la fe". Se ha referido, sobre todo, a lo que ha definido como "la belleza de la comunión y la unidad entre los cristianos". "Es la belleza de la caridad que llega al corazón", ha añadido.

LA HERMANDAD COMO LUGAR DE FORMACIÓN CRISTIANA

El ponente ha admitido que, en el contexto cultural actual, muchas personas en algunos países ya no reciben ninguna formación cristiana y religiosa en general, ni en la familia ni en la parroquia, ni en otras estructuras eclesiales a las que ya no acuden, y menos aún en la escuela.

Esto comporta, a su juicio, una nueva tarea y responsabilidad para las hermandades: "convertirse en lugares de formación cristiana para sus miembros", y ha planteado que la hermandad sea "lugar del primer encuentro con el Señor", y ha aconsejado que se piense "cómo acompañar a las personas en un camino gradual de iniciación a la vida cristiana".

En cuanto al papel de la hermandad como casa de sinodalidad, el cardenal Farrell ha invitado a la escucha -"se deben crear los oportunos espacios y tiempos adecuados para dar voz a todo el mundo"-, y ha precisado que "no se trata de un debate, sino de un momento de oración, porque se escucha lo que la experiencia de la fe suscita en cada uno".

El cardenal ha apuntado también que "no basta con una reunión ocasional o esporádica, una vez al año, sino que deben promoverse reuniones más frecuentes para recoger la voz del pueblo y hacerla llegar a los responsables de las hermandades y a los pastores". Otro aspecto de esta perspectiva es la necesidad de convocar, "y aquí entra en juego el papel de los pastores", y de discernir.

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