EJEA DE LOS CABALLEROS (ZARAGOZA), 10 (EUROPA PRESS)
El Gobierno de Aragón ha declarado las neveras y pozos de hielo como Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento. El nuevo documento aprobado reconoce la presencia de seis construcciones de este tipo en la Comarca de las Cinco Villas, de un total de dieciséis que hay en la provincia de Zaragoza.
En el caso de las Cinco Villas, destacan la nevera de Las Pedrosas y la de Biota, y los pozos del hielo de San Lorenzo, en Uncastillo, el de Sádaba, situado junto al castillo, el de Ejea de los Caballeros y el de Piedratajada. No obstante, el decreto reconoce que se trata de una selección, es decir, una primera lista de monumentos que puede ampliarse si se comienzan nuevos procedimientos de declaración en el futuro.
La nueva declaración aumenta la protección que ya es su día otorgó el Ejecutivo autonómico, declarando estos monumentos como Bien de Interés Cultural. Aragón reúne más de 300 ejemplos de estas construcciones, aunque este decreto incluye un total de 58 pozos de hielo y neveras: 16 en la provincia de Zaragoza, 23 en la de Huesca y 19 en la de Teruel.
La inclusión en esta categoría de los pozos y neveros en viene definida por la actual Ley de Patrimonio Cultural de Aragón (Ley 3/1999, de 10 de marzo), como la construcción u obra producto de la actividad humana, de relevante interés histórico, arquitectónico, arqueológico, artístico, etnográfico, científico o técnico, con inclusión de los muebles, instalaciones y accesorios que expresamente se señalen como parte integrante del mismo.
SERVICIO AL CIUDADANO
Las neveras, neveros, pozos de hielo, chelo o yelo, pocicos y neverías fueron un servicio esencial entre la ciudadanía entre los siglos XVI al XVIII. Todos ellos constituyen una tipología de la arquitectura tradicional relacionada con el agua, en estado de hielo, de ahí que el decreto incluya estas construcciones dentro de la denominada 'arquitectura del hielo'.
Así, de los 300 inmuebles de esta categoría distribuidos por Aragón, algunos iniciaron su abandono a finales del siglo XIX, con la producción de hielo industrial. No obstante, durante el siglo XX, comenzaron a restaurarse.
Los artífices de estas construcciones son la propia comunidad vecinal que las construyó y que las utilizó para la conservación de la nieve, una actividad practicada desde la antigüedad; pero fue en el Renacimiento y Edad Moderna, cuando la obtención del hielo con diferentes finalidades se convirtió en un recurso, a lo que contribuyeron varios factores responsables de que el consumo de hielo creciera.
Entre ellos, los avances médicos, porque el hielo era necesario en los hospitales como remedio terapéutico para paliar congestiones
cerebrales, procesos febriles, cierto tipo de epidemias y procesos traumáticos como torceduras, esguinces y hemorragias.
Igualmente, influyó la invención de la imprenta facilitó en gran medida la publicación de ensayos médicos sobre los beneficios del hielo en la salud humana. Como el 'Tractado de la nieve y del uso della', en el siglo XVI, del médico Francisco Franco.
Otro de los factores que contribuyó a la cosntrucción de pozos de hielo lo constituyó el incremento de la población y la necesidad de conservar los alimentos más tiempo. Así como la diversificación del gusto culinario, principalmente entre las clases acomodadas y aristocráticas, dado que volvieron a estar de moda los helados, granizados y bebidas frías.
EL FUNCIONAMIENTO DE LOS NEVEROS
Con esta declaración, según indica el Decreto, "se pone en valor la relevancia arquitectónica e inmaterial de esta arquitectura del hielo, resaltando sus ejemplares más relevantes, seleccionados por diversos factores". Entre estos se sitúan su factura arquitectónica, sus características inmateriales, su papel como eslabón en la comprensión de la red del comercio y abastecimiento del hielo, la documentación archivística asociada y su interacción con el
paisaje.
Además, estos elementos tenían un gran peso en la actividad económica de las zonas en las que se incluían, una actividad que comenzaba en la primavera, en que se recogía la nieve o el hielo, almacenándola en el interior de la nevera o pozo, aislando el suelo con ramas o madera para evitar el contacto con el agua del deshielo, subiendo capas de nieve prensadas con capas de paja.
Después, la nieve se compactaba para multiplicar la capacidad de almacenamiento y para facilitar su conservación. En verano se cortaban los bloques de hielo para prepararlos para su extracción mediante poleas y ganchos.
El transporte se realizaba por la noche, contratándolo a subasta de arrendamiento. En cuanto al comercio del hielo, se establecían unas reglas rígidas, ya que se vendía desde el domingo de Pascua hasta la festividad de Todos los Santos, durante el invierno volvía a acumularse y fabricarse el hielo.
La subasta del arrendamiento de neveras y pozos solía hacerse para la Sanmiguelada el 29 de septiembre. Los horarios de venta estaban prefijados y eran respetados, excepto para casos de enfermedad, para los que se podía vender a lo largo de las veinticuatro horas del día.
Las infracciones de la normativa, tanto oficial como consuetudinaria, implicaban multas y sanciones. Asimismo, la investigación archivística ha sacado a la luz numerosos documentos que han permitido el conocimiento de toda esta actividad del comercio del hielo.