La IFC dedica el nuevo número de la revista 'Caesaragusta' a las excavaciones en la Muela de Borja

Publicado: lunes, 27 junio 2022 16:01

ZARAGOZA 27 Jun. (EUROPA PRESS) -

La Institución 'Fernando el Católico' (IFC), dependiente de la Diputación de Zaragoza (DPZ), ha dedicado la nueva edición de su revista sobre Arqueología, Prehistoria e Historia Antigua, 'Caesaragusta', a las excavaciones en la Muela de Borja.

Se trata del número 87 de la publicación, que recoge algunas conclusiones sobre esta unidad geoestructural, que estuvo ocupada por un total de 42 asentamientos entre los años 2500 y 1200 antes de Cristo. Los estudios llevados a cabo han constatado que la zona contó con actividades económicas asentadas y relaciones comerciales con otros asentamientos de la Península Ibérica, ha informado la DPZ en una nota de prensa.

La nueva edición, que se puede descargar de forma libre en la biblioteca virtual de la IFC, será presentada este martes, 28 de junio, a las 19.00 horas, en el Museo de Zaragoza, en un acto en el que intervendrá el director del museo y de la publicación, Isidro Aguilera, y el director de la Institución, Carlos Forcadell.

"La principal aportación de este trabajo es la demostración de que en el valle del Ebro existieron organizaciones igualitarias bien asentadas en sus tradiciones durante el tercer y segundo milenio antes de Cristo. Fueron comunidades complejas y bien ordenadas, al margen del poder y de la coerción", ha explicado Isidro Aguilera.

LA MUELA DE BORJA

La Muela de Borja es un relieve tabular situado en plena depresión del Ebro, entre el curso de este río y el Moncayo. Su altitud, prominencia, topografía e hidrología le confieren unas ventajas notables para una sociedad de economía agropecuaria.

En su superficie, de alrededor de 50 kilómetros cuadrados, se concentraron 42 asentamientos prehistóricos, que se originaron en el Calcolítico, hacia el año 2500 antes de Cristo, y fueron aumentando en número hasta el 1900 antes de Cristo. Empezaron a declinar durante la Edad del Bronce, hasta desaparecer hacia el año 1200 a.C.

Las investigaciones llevadas a cabo en varios de esos yacimientos --Moncín, Majaladares, el Estrechuelo y la Cogullota-- han permitido reconstruir su economía basada en el cultivo de trigo duro, cebaba y legumbres, en una cabaña ganadera variada, y en la caza del ciervo y de animales de pieles finas, como el lince.

Los estudios han revelado que estos pobladores conocían bien la metalurgia de cobre y el bronce y mantenían contactos a través de redes de intercambios, que les proporcionaron materias exóticas procedentes del Campo de Calatrava, el Sistema Central, Andalucía o el Pirineo Oriental.

El mundo de las creencias se ve reflejado en el fenómeno funerario, basado en la selección de algunos individuos que eran parcialmente depositados en cavidades y en la desaparición de la mayoría de los cuerpos, además de las manifestaciones gráficas rupestres esquemáticas que se encuentran en la cueva de Moncín.

Dos episodios de aridificación del clima y la sobrexplotación de un mismo espacio agrario durante más de 13 siglos derivaron en una profunda crisis, que acabó con una comunidad bien organizada que no pudo adaptarse a esta situación.

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