OVIEDO, 24 Mar. (EUROPA PRESS) -
La Cruz de la Victoria fue donada a la Catedral de Oviedo por Alfonso III el Magno, en el año 908, como objeto destinado a la liturgia, y solo con el paso del tiempo, a medida que los reyes y la iglesia asturiana lo necesitaron, nació la leyenda de que el rey Pelayo la enarboló en la batalla de Covadonga. Así se desprende de una investigación de la Universidad de Oviedo, publicada en la revista 'Journal of Medieval Iberian Studies', que ha arrojado luz sobre esta joya de la Cámara Santa de la catedral ovetense.
Según indica la Universidad en nota de prensa, el nuevo estudio adelanta su surgimiento en cuatro siglos, hasta el XII, cuando se habría iniciado como reivindicación de la importancia de la sede episcopal asturiana ante el intento de arzobispados como el de Toledo --recién liberados en la Reconquista y con afán de expansión-- de integrarla bajo su dominio.
Hasta ahora se sabía que el mito se generalizó en el siglo XVI, y se pensaba que la conexión con la batalla de Covadonga habría comenzado también entonces. Aparece, por ejemplo, en Ambrosio de Morales. Pero Raquel Alonso, profesora titular del Departamento de Historia del Arte y Musicología de la Universidad de Oviedo, ha localizado una representación de la Cruz de la Victoria enarbolada por Pelayo en un manuscrito del siglo XIV, copia de un códice del siglo XII, que forma parte del llamado Corpus pelagianum y se conserva en la Biblioteca Nacional de España (manuscrito 2805).
Este se incluye en un conjunto de códices encargados por el obispo Pelayo de Oviedo en el siglo XII. No se conservan los originales, pero sí algunas copias medievales como esta.
"La leyenda reactualizó el objeto al insertarlo en un contexto nuevo", explica Raquel Alonso. Asturias se convirtió en sede episcopal en época de la monarquía asturiana --no lo había sido en las épocas romana y visigoda--, de ahí la necesidad de potenciar su prestigio. Además, la Cruz de la Victoria se convierte en un objeto vinculado a la lucha contra el islam: un objeto con una significación religiosa y política que ha persistido hasta nuestros días.
"A nosotros nos llegan las versiones completas de las tradiciones históricas, pero se fueron construyendo en diferentes fases y se actualizan", afirma la investigadora.
Los siglos XI y XII fueron una época de construcción memorial porque es la época de la gran organización y de la gran expansión europea (cultural, urbana), tras el colapso que siguió a la descomposición del Imperio Carolingio. En la península Ibérica, las grandes sedes episcopales tardoantiguas y visigodas cristianas quedaron en territorio islámico. En los siglos XI y XII la reconquista ha avanzado notablemente hacia el sur y se han recuperado muchas sedes, como Toledo. Y estas sedes quieren someter a otras, como Oviedo, que reclama su independencia apelando a su prestigio.
De ahí la importancia de las creaciones propagandísticas, por la necesidad de destacar y poner en valor la tradición en determinados enclaves.
El estudio conecta la otra gran cruz de la Cámara Santa, la Cruz de los Ángeles, con la mencionada operación memorial que recontextualiza la Cruz de la Victoria. Entre los siglos XI y XII se pone de moda en toda Europa la representación de algunas cruces flanqueadas por dos ángeles y la investigación plantea la hipótesis de que la pieza fuera actualizada con los ángeles y que esto suscitara la leyenda. La de los Ángeles se convierte en un objeto milagroso al dotarse de la idea de que fue hecha por manos no humanas.