Tendrá una superficie de 10.500 metros cuadrados, 7.800 para el Museo y 2.700 para los centros de investigación e interpretación del sitio
TOLEDO, 1 Ago. (EUROPA PRESS) -
El Museo de la Vega Baja de Toledo, que ha iniciado ya el camino para ser una realidad, ahorrará energía y generará parte de la que consuma. Además, tras las prospecciones geofísicas llevadas a cabo en la zona conocida como 'Vega Baja 2', a principios de 2009, pudo confirmarse que el lugar elegido apenas cuenta con estructuras arqueológicas de importancia.
No obstante, el terreno --situado en la prolongación de la Avenda de Méjico, anexo a la antigua Puerta de Obreros de la Fábrica de Armas-- será estudiado arqueológicamente para confirmar la ausencia de restos constructivos, según ha informado Toletum Visigodo en nota de prensa.
El proyecto elegido por el jurado, "El Cuadrado y la Cruz" se adecua perfectamente al lugar elegido en la convocatoria para el proyecto de Museo con todas las posibilidades de acomodación y flexibilidad del concepto y de su realización. Así, la propuesta ganadora plantea numerosas innovaciones técnicas y constructivas.
A la concepción minimalista y de sobriedad del Museo se une una serie de planteamientos técnicos y medioambientales que añaden más singularidad y menor coste al proyecto, que contará con una superficie total construida 10.500 metros cuadrados. De ellos, 7.800 metros cuadrados, estarán destinados al Museo, 2.100 al Centro de Investigación y 600 al Centro de Interpretación del Sitio.
MEZCLA
Los arquitectos Mansilla y Tuñón se plantean el complejo cultural como una mezcla de la arquitectura moderna de mínimos con la arquitectura de las iglesias visigodas repartidas por España, por un lado; y la arquitectura de los pueblos de colonización de los años 60 con el entramado urbano del Casco Histórico de Toledo en torno a patios y plazas, por otro.
Por ello, Mansilla y Tuñón huyen del gran edificio con un volumen unitario y proponen una construcción de un sólo nivel estructurada a partir de células (edificios unidos entre si) de planta cuadrangular que, con un perímetro quebrado y una volumetría fragmentaria, trata de dinamizar un amplio territorio libre de edificaciones.
Su intencionada ambigüedad y aparente desjerarquización de los edificios, junto a los colores terrosos para las fachadas exteriores, busca que el conjunto cultural se mimetice con el entorno, tanto desde la Vega Baja como desde el casco histórico de Toledo.
Esta original concepción, permite, además la construcción y utilización de los módulos por fases, sin necesidad de esperar a la completa edificación, como ocurriría en caso de haber sido un edificio de un único volumen.
En realidad, más que una construcción por fases, sería un sistema de crecimiento sucesivo o colonización del territorio, de tal modo que cada una de las células debe servir como espacio expositivo, informativo, administrativo o de investigación.
Los módulos que irán conformando el complejo, de forma aleatoria, alrededor de una plaza --como ocurre en el Casco--, llamada por los arquitectos "de la Vega Baja", y tendrán diferentes proporciones y volúmenes: 6, 8 y 10 metros de altura y superficies de 200 metros cuadrados, 300 y 400 metros cuadrados.
SOSTENIBILIDAD, ECONOMÍA Y MEDIOAMBIENTE
Cada una de las células cuadrangulares del conjunto se construye como una caja de planta cuadrada y cubiertas a dos aguas, situando una limatesa inclinada en la diagonal del cuadrado, construida con muros de carga de hormigón armado blanco que, en el exterior, por medio de áridos de la zona y tintes naturales, tomará el color de las tierras de la Vega Baja.
Los muros de hormigón de todas las células son dobles, permitiendo la ventilación de todas las fachadas. Los suelos están elevados sobre bovedillas de hormigón para evitar las humedades del suelo. Los pavimentos de las células cuadrangulares son pavimentos industriales continuos, donde se integra un sistema de calefacción por suelo radiante, preclimatizado con un sistema de captación de calor geotérmico.
Las cubiertas ventiladas, y de inercia invertida, están acabadas en chapa de cobre que, con la humedad de la vega, se mimetizarán con las tierras de las excavaciones arqueológicas. Los muros de hormigón, y los pavimentos continuos, se cualifican con delicadas vitrinas que cubren los paños de hormigón, de acuerdo a las necesidades programáticas del Museo.
Las carpinterías, con vidrios dobles y contraventanas, son también de madera de roble. Toda la madera de roble será procedente, en cualquier caso, de bosques de reforestación nacionales. En torno al conjunto edificado, aprovechando la quebrada línea del perímetro, se organizan unos parterres ajardinados, con multitud de arbolado autóctono, que sirven para poner distancia de respeto con el yacimiento arqueológico y las edificaciones próximas, creando un micro ambiente climático y cultural propio.
El principal valor de la propuesta de Mansilla y Tuñón reside en la voluntad de construir más por menos, reduciendo el programa a lo mínimo posible, optimizando recursos, espacios y personal. La verdadera adecuación de la construcción a las necesidades reales, y los fondos reales, supondría un gran ahorro en construcción y energía, porque, sin duda, construir menos es siempre sostenible. Ello reduce considerablemente el coste de la construcción y los plazos para su ejecución.