Sergi Doria recupera a un estafador catalán de del siglo XX

Sergi Doria
Foto: EUROPA PRESS
Actualizado: lunes, 13 abril 2015 16:59

BARCELONA, 13 Abr. (EUROPA PRESS) -

El periodista y escritor Sergi Doria recupera la figura del enigmático estafador catalán Antoni Llucià Bussé en su nueva novela 'No me digas que me conoces' (Plaza&Janés).

   En esta novela viaja a través de las estafas realizadas a los bancos más poderosos de la época de Nueva York, Suiza, Francia y España, que sembraron titulares en periódicos internacionales como 'The New York Times' y 'Le Figaro'.

   Habitante de la Barcelona de principios del siglo XX, era un hombre culto y bien vestido, que hizo de la estafa todo un arte, y que entre sus hitos tuvo el haberse hecho pasar en varias ocasiones por Alfonso XIII: "Debía ser un superdotado", ha dicho Doria en rueda de prensa este lunes.

   La idea de este libro comenzó hace muchos años, cuando Doria topó con el personaje y pensó que la crónica periodística de la época había exagerado sobre su historia, lo que le llevó a investigar y documentarse durante un año.

   Doria ha avisado que, no como los corruptos de la actualidad, su personaje "nunca engañó a las viejecitas ni a los pobres, dio palos a los bancos", y que fue un enigmático hombre que hablaba cuatro idiomas, tenía un año de Medicina estudiado y reunía un excelente 'savoir faire' con las mujeres hasta el punto de acabar casándose con la hija del director de una de las cárceles en las que estuvo preso.

   Llucià se dedicó a asumir identidades ajenas que aprendía de memoria, ingresó en dos manicomios, se casó siete veces --con seis de ellas se casó con identidad falsa-- y tuvo dos hijos: "Tenía una capacidad de convencer brutal. Era un personaje con mucha labia y enseguida se convirtió en un líder".

DIAGNÓSTICO DE IDIOTISMO MORAL

   Para empezar su investigación, recurrió al manicomio de Sant Boi hasta dar con el expediente, que le condujo hasta la nuera de Llucià: descubrió que diagnosticado de 'idiotismo moral', un concepto con el que en 1900 los psiquiatras se referían a "gente muy dotada, con mucha facilidad para aprender a leer y a escribir, y muy propensa a la mentira, buscando la facilidad de las cosas".

   Según ha contado, Llucià fue un enigma incluso cuando murió --en un entierro con un eco "brutal"--, ya que oficialmente al final de su vida fue empresario inmobiliario, dejando a su mujer una casa en el Putxet, además de haber tenido otra en el número 64 del paseo de Gràcia.

UN CATALÁN "UNIVERSAL A SU MANERA"

   Doria ha remarcado que "a nivel español, europeo e internacional, fue un catalán universal a su manera", que empezó su andadura tomando prestadas 3.000 pesetas de la academia Berlitz, con lo que pudo materializar su obsesión: un viaje a Cuba, que da inicio a una gira hispano-americana en la que se inventó 25 identidades, llegándose incluso a disfrazar.

   "Se supone que tenía un piso franco para poder vestirse de lo que le conviniera en cada momento", ha dicho Doria, convencido de la gran capacidad de Llucià de detectar la vanidad de cada una sus víctimas como punto débil para actuar.

   De hecho, ha asegurado que muchas celebridades a las que engañaba no le denunciaban porque "quedaban como idiotas", ya que sabía calibrar muy bien sus engaños.

   La novela incluye también guiños al mundo del cine --al que el estafador era muy aficionado--, a la Barcelona pistolera de la época y a Antoni Gaudí, que había tenido relación con el psiquiátrico donde él ingresó y cuyos pacientes trabajaron en la proyección de la cripta de la Colònia Güell.

   "Al lector le toca tomar juicio sobre la relatividad de la conducta moral: la gente que habla en blanco o negro es terrible. Hay una gama de grises importantísima", ha zanjado Doria, temeroso, ha dicho, de los personajes que son virtuosos dogmáticos.