En el módulo de madres, se suma la culpa: "La niña se está comiendo una condena porque está conmigo"
BARCELONA, 6 Dic. (EUROPA PRESS) -
En el centro penitenciario de mujeres de Barcelona, popularmente conocido como Wad Ras, hay en la actualidad un total de 120 reclusas de diversa procedencia, nacionalidad y cultura, pero a la mayoría les une la misma preocupación: "Los hombres entran solos a la cárcel y las mujeres entran con todas las cargas familiares detrás".
Lo manifiesta la coordinadora de los servicios médicos del centro penitenciario, Aina, que sostiene que las mujeres tienen necesidades médicas y preocupaciones muy diferentes: "A la hora de hacer demandas muchas van dirigidas a los temas de fuera, a los niños".
En el caso del módulo de madres, se suma la culpa por privar a los hijos --que pueden vivir con ellas entre los 0 y los 3 años-- de disfrutar de algunas experiencias: "Le estás quitando del paseo matinal. Tú te vas por la mañana, te la pones en el carro y te vas a pasear. Yo le he quitado esa vivencia a mi hija", lamenta Ana.
"LA NIÑA SE ESTÁ COMIENDO UNA CONDENA"
Esta interna, de 40 años y madre de seis niños, ha ido encadenando varias condenas desde 2006, con entradas y salidas de prisión por delitos contra la salud pública y actualmente está junto a su última hija, de 3 meses, en el módulo de madres, donde cumple una pena de 3 años.
La interna explica que entró cuando estaba embarazada de 26 semanas y que esta es la primera vez que está en el módulo de madres y que tanto el trato de los funcionarios como el espacio es más amable: "Aquí no hay puertas de hierro, no estoy encerrada".
Pero la mayor diferencia que ha notado, subraya, es el vínculo que ha establecido con esta niña: "Siento que lo que le estoy dando yo a mi hija no se lo he dado a mis otros hijos, que a esta le estoy dando más atención, pero la niña se está comiendo una condena por algo que no ha hecho porque está conmigo".
"Como madre sientes como que le estás quitando muchas cosas, pero a la vez me da fuerza para estar aquí, porque si me la sacaran yo no sé qué sería de mí, la verdad", explica esta reclusa.
"Estoy condenada a 3 años y me quedan 2 años y 2 meses, pero en marzo tengo otro juicio en el que me piden 5 años y 3 meses y ahí es cuando a mí me viene, como dicen los latinos, 'el bobo', porque cuando mi hija tenga 3 años, va a ser duro para ella irse con la familia, que apenas roza, y yo voy a quedarme sin mi hija. Todavía quedan 3 años para eso, pero lo pienso y se me hace un mundo".
LA CONTENCIÓN EMOCIONAL
Para evitar que se desborden cuando afloran estos miedos es fundamental el trabajo de los profesionales del centro, como es el caso de Trini, colaboradora de la cooperativa de trabajo de iniciativa social Tata Inti, que señala que con las internas se trabaja, entre otros aspectos, la "contención emocional", pues sufren altibajos emocionales comprensibles y normales, en sus palabras, por la situación que afrontan.
"Si reciben una mala noticia, necesitan hablarla, necesitan contarla. Hay veces que han venido a registrarles la habitación, pues dame el niño y estate tú, y cuando acabe te ayudamos. O cuando han recibido una mala noticia, cuando están preocupadas, o cuando están pendientes de un juicio que no llega, o que ha llegado y la noticia no es la que esperaban", prosigue Trini, que señala que las madres no pueden perder la mirada de sus hijos.
Asimismo, la coordinadora de los servicios médicos señala que a la prisión acuden 2 veces por semana una psicóloga, una enfermera y un psiquiatra que dependen del hospital Sant Joan de Deu, además de las psicólogas propias del centro, y que se está trabajando en una hoja de ruta para que la atención esté más "estandarizada".
Anna, educadora de madres, reitera que las internas están "muy acompañadas", que tanto ellas como sus bebés cuentan con atención médica permanente, pues siempre hay un facultativo localizable, y que pueden acceder a asesoramiento sobre cuestiones relacionadas con la maternidad por parte de los profesionales, como la lactancia.
EL MÓDULO DE MADRES
Esta atención también es posible porque se trata de un centro que, aunque antiguo y con carencias, cuenta con pocas internas, por debajo de su capacidad máxima, aunque la convivencia se hace en un espacio relativamente pequeño en el que "cada una tiene su manera de funcionar, su personalidad y su cultura", explica la educadora, por lo que a veces surgen roces.
Añade que la procedencia de estas mujeres es diversa: algunas ya estaban en este u otro centro penitenciario y fueron conducidas directamente por la policía desde el hospital hasta la prisión de Wad Ras tras dar a luz; otras ingresaron tras ser condenadas o detenidas cuando esperaban un bebé y, por último, las hay que ya eran madres de infantes y que, cuando ingresaron en prisión, los reclamaron.
De los 0 a los 4 meses --con la posibilidad de alargarlo hasta los 6 meses en caso de lactancia materna exclusiva-- los niños están junto a las internas en el módulo de madres, como sería en caso de una baja maternal, y a partir de entonces acuden a una escuela infantil municipal, ubicada muy cerca de la prisión, que les reserva 7 plazas anuales --más una posible de lactantes--.
En caso de que la demanda supere a las plazas, los más pequeños a una guardería ubicada en la parte superior de la prisión, donde realizan actividades con Anna.
LA EDUCACIÓN DE LOS NIÑOS
Mientras los niños están fuera, las madres realizan talleres y programas, como cualquier otra interna, y cuando sus hijos regresan, participan en actividades organizadas por colaboradoras de Tata Inti y las educadoras: "Se hacen propuestas de actividades para los niños, como juego libre, manualidades con las madres o, a veces, se tratan temas de desarrollo", explica Anna.
Aunque la educación no es obligatoria hasta los 6 años, "estar encerrado en un sitio hasta los 3 años no es bueno para ningún niño", advierte la educadora, por lo que desde la prisión se les comunica que la asistencia a la escuela infantil es la mejor opción para su socialización.
Las gestiones de las matrículas se realizan desde el propio centro y la directora de la escuela infantil Cobi, Maria Roca, explica que a principio de curso los profesores acuden Wad Ras para presentarse y que "cuando surge la necesidad de una madre de hablar de un tema cualquiera", tanto ella como los docentes se desplazan para abordarlo.
Asimismo, cada 15 días les envían fotografías para que sean partícipes, como el resto de padres, de la evolución de sus hijos y la educadora añade que lo primero que hacen las madres cuando salen de permiso es ir a ver la escuela infantil.
Hace años, confiesa la directora de este centro, cuando el día de puertas abiertas comunicaba que 7 de sus plazas estaban reservadas para estos niños, "había alguno que se levantaba y se iba, parece increíble pero sí, pero ahora ya no, porque la gente ya lo sabe, está normalizado, está integrado, son una madre más".
LA MAYORÍA SALE ANTES DE LOS 3 AÑOS
En la mayor parte de los casos, explican los profesionales, se intenta que las madres puedan abandonar la prisión junto a sus hijos y aclaran que son "pocas las veces" las que acaban en un centro de menores.
"El día antes de que cumplan 3 años tienen que salir, pero pocas veces llegan, porque no son condenas 'megagrandes'" y muchas mujeres ya vienen de cumplir una parte de la condena o cuando entran el niño ya tenía varios meses, dice Anna.
Mientras esperan a que sus madres cumplan la parte mínima de la condena como para poder salir, cada domingo los infantes de Wad Ras regresan a este módulo, donde los esperan Anna, Trini y el resto de profesionales de la prisión: "Para ellos, esto no es un centro penitenciario, es su casa. Si el vínculo con la madre es positivo y bueno, los niños vendrán encantados".