MADRID, 7 Feb. (CHANCE) -
Breve en el número de apertura, breve en el monólogo de su presentador, breve en el discurso del presidente de la Academia, breve en las presentaciones de los premios y, el más difícil todavía, breve en los discursos de agradecimiento.
La gala de la trigésima edición de los premios Goya fue vista y no vista, y todos los involucrados se tomaron a rajatabla la máxima entonada por Antonio Resines: Lo bueno si es breve, dos veces bueno. Aunque no fue un gran espectáculo televisivo ni de lejos, sobre todo porque al ser el 30 aniversario muchos esperaban más.
Con un patio de butacas excelso con cuatro ganadores de un Oscar -Penélope Cruz, su marido, Javier Bardem, Juliette Binoche y Tim Robbins-, un premio Nobel -Mario Vargas Llosa, junto a su inseparable Isabel Preysler- y los representantes de PSOE, Podemos, Ciudadanos e IU, la gala arrancó con un número musical, en el que Dani Rovira emuló al mismísimo Neil Patrick Harris, tal y como mencionó en la canción, con número de magia a cargo de Jorge Blas incluido, eso sí, en playblack, por aquello de no caer en errores del pasado. Las caras de Robins y Binoche, que no debían estar enterándose de mucho, fueron un poema. Yolanda Ramos, María Adánez, Miriam Díaz Aroca, Silvia Abascal, Manuela Vellés, Úrsula Corberó, Bibiana Fernández y Manuel Bandera fueron algunos de los actores que acompañaron al malagueño en el arranque de la ceremonia.
Y sin tiempo para el respiro llegó el primer premio de la noche, a la mejor canción, que hizo las delicias de los 'alboranistas'. El cantante malagueño, especialmente emocionado y nervioso, subió al escenario junto a Lucas Vidal, al que apenas le dio tiempo a atender en la sala de prensa, porque a los pocos minutos volvía al escenario a recibir el galardón a la música original. El alegato de este joven músico, a caballo entre Los Ángeles y España, a favor de cine español provocó más hilaridad que el maestro de ceremonias.
Emotivos fueron las lágrimas y el discurso de Miguel Herranz, ganador del premio a Actor Novel por A cambio de nada. Mientras las cámaras captaban las lágrimas de su director, Daniel Guzmán, el chaval le dedicaba el premio a su descubridor con un "me has dado una vida, Daniel".
Llegó el esperado primer monólogo de la noche y ¡ZAS!, primer y único fallo técnico de la velada, al andaluz se le fue el sonido y tuvo que recurrir raudo y veloz al micrófono en mano. Dani utilizó los 30 años de los galardones para echar la vista atrás, pero pronto llego la primera referencia política y reivindicación. "Hace 30 años había un presidente del Gobierno. Ha habido elecciones hace poco y no ha ganado nadie", dijo el novio de Clara Lago, que hizo el esperado quiebro para quejarse por enésima vez por el 21% del IVA y lanzarle un palito al ministro Montoro. Curioso el piropo que le dedicó a Mario Casas mientras en la pantalla aparecía una divertida foto de ambos actores en una piscina de bolas.
Otro de los grandes momentos de la noche fue el discurso de agradecimiento de Daniel Guzmán, mejor dirección novel por A cambio de nada, que recordó lo duro que ha sido sacar adelante una película que ha tardado 10 años en llegar a las pantallas. Su discurso tenía una destinataria especial, su abuela, protagonista de la cinta: "Me he levantado por ti porque eres mi estrella y este es mi mejor homenaje".
Y llegó el esperado discurso del presidente en funciones de la Academia. Breve como prometió y reivindicativo, recordándole a los políticos presentes las 1.900 películas que se descargan en España al día. "El cine es cultura. Se han hecho muchas cosas, pero hay que hacer cumplir las leyes", subrayó el intérprete. Poco después llegó la mención de Rovira al ministro de Cultura, recordándole que "el cine es un reflejo de la realidad".
Con el patio de butacas en pie, Mariano Ozores recibió el reconocimiento de los presentes tras recibir el cabezón de manos de sus sobrinas, Adriana y Emma, que recordaron una máxima del cineasta: "Sonreír es la mejor forma de contribuir a un mundo mejor".
Pero si hubo unos protagonistas para las cámaras fueron Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler, que parecieron ejercer de anfitriones reales ante la ausencia de sus majestades, Felipe VI y Letizia. Agarrados de la mano llegaron Madrid Marriott Auditorium Hotel y no se separaron, salvo para el momento en el que el autor peruano salió al escenario, acompañado de Elvira Lindo, para entregar el premio al Mejor Guión Adaptado.