MADRID, 14 Dic. (CHANCE) -
Salma Hayek ha sido la última en denunciar los abusos que sufrió por parte del productor Harvey Weinstein. La actriz ha querido abrir su corazón en un artículo escrito por ella misma para The New York Times donde reconoce que Weinstein también "fue mi monstruo".
La actriz parte de su experiencia con él durante el rodaje de Frida. Fue durante el año 2000 cuando la mexicana se embarcó en esta aventura de la mano de Miramax y The Weinstein Company. Una gran oportunidad para este "sueño" de Salma que se convirtió rápidamente en una pesadilla.
"Poco sabía que sería mi turno de decir que no. No a abrir la puerta durante la noche, hotel tras hotel, localización tras localización, incluso cuando estaba rodando una película donde él no estaba involucrado. No a darme una ducha con él. No a dejar que me mirase mientras me duchaba. No a que me diese un masaje. No a que una amiga suya me diese un masaje desnuda. No a tener sexo oral. No a estar desnuda junto a otra mujer. No, no, no, no, no...", escribe la actriz en The New York Times.
SALMA HAYEK: "NO ERA UNA ARTISTA. NO ERA INCLUSO UNA PERSONA. ERA UNA COSA: UN CUERPO"
Un no que le llevó incluso a recibir una amenazada de muerte. Además, la amiga de Penélope Cruz describe claramente lo que ella era a los ojos de Harvey: "No era una artista. No era incluso una persona. Era una cosa: un cuerpo".
Aún resistiéndose al abuso del productor, Salma tuvo que vivir una experiencia de lo más terrorífica antes de finalizar el rodaje de Frida. El productor obligó a la directora a incluir una escena de sexo oral entre la protagonista y Tina Modotti, interpretada por Ashley Judd.
"Estaba claro que nunca podríamos terminar la película sin que él cumpliera su fantasía de una manera u otra. No había lugar para la negociación", detalla la actriz. Una escena que le provocó un tremendo ataque de ansiedad a la protagonista junto antes de rodar esta escena.
Para concluir su relato, Salma Hayek hace este reflexión sobre la relación entre la industria del cine y la percepción que se tiene de la mujer: "¿Por qué tantas de nosotras, artistas mujeres, tenemos que ir a la guerra para poder contar nuestras historias cuando tenemos tanto que ofrecer? ¿Por qué tenemos que pelear con uñas y dientes para mantener la dignidad? Creo que es porque, como mujeres, hemos sido devaluadas artísticamente hasta un nivel de indecencia, hasta el punto de que la industria del cine ha dejado de esforzarse por averiguar qué quiere ver el público femenino y qué historias queremos contar".