MADRID, 12 Dic. (CHANCE) -
Un sábado más te traemos un nuevo artículo de Nano López, el coach para organizaciones y adolescentes, que nos habla esta semana de las herramientas necesarias para gestionar correctamente los compromisos navideños. Y es que estamos a punto de llegar a una de las épocas del año más complicadas, las Navidades.
Para muchos es una época bonita en la que -se supone- que todo tiene que ser maravilloso y, sin embargo, también es una temporada de compromisos no siempre deseados.
Un ejemplo de ello son los eventos familiares. La mayoría de las personas se reúnen con sus familias durante estas fechas pese a que, en algunos casos, no se llevan bien. La pregunta es, ya que tenemos que hacerlo ¿Cómo podemos gestionarlo?
En primer lugar tenemos que tener en cuenta que las cosas que no realizamos libremente se convierten en obligaciones. Tenemos que ser conscientes de que cuando nos comprometemos a algo lo hacemos libremente, es algo que elegimos.
Es decir, pese a lo que pueda parecer, el compromiso nos da libertad porque en cualquier momento puedo revocarlo, renegociarlo, renovarlo o, simplemente, no hacer nada.
Cada una de estas decisiones tiene un impacto en la relación que tenemos con los demás y, si las tomamos, tenemos que asumir sus consecuencias.
SENTIMIENTO DE CULPA Y EGO
En este punto tenemos que tener en cuenta muchas cosas: cuando hacemos algo impuesto empezamos mal por varias razones. Una de ellas es la culpa, que es un sentimiento que empleamos para condicionarnos, aunque sin darnos cuenta. Originalmente, el ego es una creación a medida a la que vamos otorgándole más y más poder y que puede llegar a tener cierto grado de autonomía sobre nosotros.
Ese sentimiento de culpa puede hacer que realicemos acciones de las cuales nos podemos arrepentir porque estamos realizando algo que nos daña a nosotros mismos.
La obligación viene impuesta desde el exterior, no es nuestra, no tenemos la libertad de aceptarla y en muchos casos la cumplimos a regañadientes. Entonces, ¿qué nos ocurre cuando vivimos en lo que debemos y no lo que queremos?
La respuesta es que concedemos un espacio a nuestro ego para que se apodere de nosotros mismos, lo que puede dañarnos evitando que nos enfrentemos a lo que realmente queremos.
Cuando un propósito no es estimulante lo vivimos como una obligación, como algo que preferiríamos no hacer y frente al cual no tenemos otra opción. En estos casos podemos acabar odiando aquello que hacemos.