MADRID, 12 Feb. (CHANCE) -
Como ya venimos haciendo hace unas semanas, ya está aquí el artículo de Nano López para ayudarnos en una de las tareas más complicadas, educar a los hijos.
Muchas veces olvidamos dos de las herramientas más importantes con las que contamos los seres humanos: el silencio y la escucha. El silencio, es ese espacio en el que nosotros nos encontramos con nuestro yo y donde tomamos conciencia del presente. Un espacio donde surgen las ideas y damos rienda suelta a nuestra parte más creativa. De todos modos, hoy en día vivimos en un mundo tan vertiginoso, que no nos paramos a escuchar ese silencio.
EL SILENCIO SE DESARROLLA SOBRE TODO EN LA ADOLESCENCIA
Uno de los elementos más importantes en su desarrollo es dejar espacio para la reflexión. Utilicemos el silencio para su desarrollo. No olvidemos que cuando mas desarrollamos la mente es cuestionándonos las cosas.
Esto puede ser complementado con la escucha, estas dos herramientas pueden ser complementarias. Hay que realizar una escucha activa dejando atrás nuestros miedos y bloqueos para crear un espacio de entendimiento dejando así a ellos como protagonistas de la conversación.
Cada vez que te sientas a conversar con un adolescente puedes aprender cosas nuevas, porque su percepción puede ayudar a cambiar la percepción del observador y también te ayudará ha ponerte en su lugar.
ESCUCHAR PARA RESPONDER Y NO PARA ENTENDER
Dar respuesta no siempre es la mejor solución si no llegamos a entender y tener empatía con el otro. El desarrollo hormonal de los adolescentes muchas veces les hace actuar de una forma impulsiva y sin mucho sentido. Hay que acostumbrarnos a escuchar sus emociones, sus necesidades, que aunque nos puedan parecer absurdas para ellos son el motor de su vida. Simplemente el hecho de escucharles sin juzgarles, dejando atrás nuestras creencias puede acercarnos más a ellos.
1. Cómo ser padre y no dirigir la vida de nuestros hijos.
2. La pregunta como medio de desarrollo. Aprender descubriendo.
3. Escucha y silencio, herramientas desconocidas y altamente poderosas.
4. ¿Heredan nuestros hijos nuestras creencias, miedos, etcétera?