MADRID, 15 Feb. (CHANCE) -
La belleza llegó a Mónaco a través de Grace Kelly, aunque antes había encandilado a Hollywood. Sin embargo, su corazón se decantó por la realeza monegasca, fijándose en el príncipe Raniero III del principado.
Tras una extensa filmografía en Hollywood, donde trabajó con Alfred Hitchcok en algunas importantes películas como Atrapa a un ladrón, Crimen Perfecto o la archiconocida, La ventana indiscreta. Elegante, glamurosa y de belleza etérea, Grace Kelly se convirtió en un icono del cine.
Su mirada, su melena rubia y sobre todo su buen gusto a la hora de vestir hacían que todo el mundo se quedase embobado al mirarla. Una vez que un 16 de abril de 1956 daba el 'sí quiero' al príncipe Raniero de Mónaco, se dedicó íntegramente a su familia y sobre todo, fue el momento en el que su belleza se convirtió en hereditaria.
Fruto de su matrimonio con el monarca de Mónaco, nacieron tres hijos, Carolina, Alberto y Estefanía. Pero solo hay que fijarse en sus dos hijas para comprobar que esa mismo encanto que tenía su madre y que plagó las salas cinematográficas en su momento, habían nacido con ellas. Aunque mezclados con los genes de su padre, ambas lograron adquirir esa mirada penetrante que su madre mantenía siempre fija ante los objetivos de las cámaras.
Hermosura que ha ido evolucionando con el tiempo en cada una de las Grimaldi. De la princesa Carolina nacieron dos pequeñas, la primera Carlota Casiraghi fruto de la relación con el empresario Stéfano Casiraghi sin duda heredó todo su rostro. No hay más que ver en la actualidad que Carlota es la viva imagen de su madre cuando tenía la misma edad.
La segunda hija de Carlota, nacía fruto de la relación que mantuvo con Ernesto Augusto V, Príncipe de Hannover. De ahí nació Alejandra de Hannover, diferente a su hermana por ser de distinto padre, a la vez que ha ido creciendo, ha aparecido una joven belleza, con la sonrisa de su abuela Grace.
Pasando a la princesa Estefanía, también diferente a su hermana pero a la vez muy similares -de ahí quizás reside el encanto de la belleza de las mujeres de la realeza de Mónaco- nacía de la relación fugaz con Daniel Ducruet, Pauline. Una joven que ha atraído los objetivos de la prensa debido también a su atractivo. Cara fina, diferente a la de su madre cuando era joven -no como ocurría con su prima Carlota-.
Por último, tenemos a Camille Gottlieb, nacida de la relación de Estefanía con su guardaespaldas Camille Maria Gottlieb. Jugada de la genética o no, también ha heredado una mirada penetrante de su abuela, con esos ojos azules. Quizás, a diferencia de su hermana, se parece más a su madre y casi nos atreveríamos a decir que radicalmente distinta a su hermana. Una con el cabello oscuro, la otra con una melena rubia dorada de Gracia Patricia de Mónaco.
Todas ellas diferentes, una evolución debido a las relaciones de las hijas de Raniero y Grace con diferentes hombres que han ido transformando poco a poco esa gracia de la actriz que un día conquistó a un príncipe.