MADRID, 17 Oct. (CHANCE) -
Un sábado más te traemos un nuevo artículo de Nano López, el coach para organizaciones y adolescentes, que nos habla esta vez de las herramientas necesarias para no traspasar la delgada línea entre la exigencia que aplicamos a nuestros hijos y la excelencia que podemos llegar a exigirles.
Muchas veces no nos damos cuenta de lo que puede suponer para nuestros hijos el pasar de niños a adolescentes. Es en este momento cuando empiezan a mirar el futuro de una manera diferente.
En algunas ocasiones, sin darnos cuenta, tratamos de inculcar a nuestros hijos una serie de valores para los que puede que no estén preparados. Desde niños nos enseñan la importancia de esforzarnos para dar lo mejor de nosotros mismos, para ser los mejores, para superarnos en todos los ámbitos.
Es muy habitual encontrar adolescentes que asumen con mucha fuerza este tipo de creencias y comienzan a exigirse demasiado.
Muchos lo desconocen, pero existe una distinción entre 'excelencia' y 'exigencia'. Creemos enseñar a nuestros hijos a ser excelentes, pero, sin darnos cuenta, cruzamos la delgada línea que hace que esa excelencia se convierta en exigencia.
Estos días, la modelo Cara Delevingne ha confesado durante una conferencia organizada por Women in the World que en su adolescencia contempló la idea del suicidio. La joven modelo, de 23 años, declaró que cuando tenía 15 años empezó a batallar con la depresión, lo que la llevó a pensar en suicidarse: "Quería complacer a mi familia siendo una buena estudiante, pero realmente no me importaba la escuela porque sabía que nunca iba a sobresalir", confesó la modelo. "Tuve un colapso mental y me sentía un poco loca. Pensé en el suicidio, no quería vivir más", aseguró durante su intervención. Cara dejó la escuela definitivamente dos años más tarde para centrarse en su carrera de modelo. "Me di cuenta de lo afortunada que era de tener una familia y unos amigos tan maravillosos, pero no importaba. Sólo quería que la tierra me tragase y nada parecía mejor que la muerte".
El caso de la modelo es el de muchos otros chavales comprometidos con complacer a los demás y que tienen muchísimas dificultades para separar el concepto de lo que hacen y el de lo que son. Con esto, su nivel de exigencia va creciendo poco a poco hasta considerarse responsables de todo lo que les ocurre. Para ellos, cometer un error es un fracaso personal. Es aquí donde, sin darse cuenta, pueden llegar a encerrarse en sí mismos.
Para evitar esto y que, en casos extremos, puedan llegar a pensamientos suicidas como es el caso de Delevinge, debemos conversar con ellos tratando de desmontar esa creencia limitante y legar a la excelencia desde otros pensamientos.
Las diferencias entre excelencia y exigencia suelen ser muy claras y con un enfoque totalmente diferente. La exigencia conlleva sufrimiento e insatisfacción. Seguramente todos hemos tenido algún caso cercano donde alguien recibe críticas a su persona, no a lo que hace, y que suelen tener problemas con otros puntos de vista o sugerencias. Sin embargo, las personas comprometidas con la excelencia viven el error como una oportunidad para aprender. Sus acciones están orientadas al ser y para ellos el camino es lo importante.
Esto puede ser detectado si observamos muy de cerca a los chavales, ya que hay actitudes que nos pueden ayudar a identificarlo, como por ejemplo, cuando siempre están orientando lo que hacen a complacer a otros o cuando detectamos que nunca es suficiente ya que lo que hacen les genera insatisfacción.
Tratemos de escuchar con paciencia, darles el apoyo necesario para combatir este tipo de creencias y que aprendan a crear objetivos relacionados con su bienestar, adquiriendo compromisos que les ayuden a confiar en ellos mismos, buscando alternativas, potenciando sus habilidades y aprendiendo a trasformar todos los errores que cometerán, que serán muchos seguro, en la mejor versión de sí mismos.