Recreación de la deflagración de radiación ionizante - JAMES JOSEPHIDES/ASTRO 3D
MADRID, 7 Oct. (EUROPA PRESS) -
Un haz de energía titánico y en expansión brotó cerca del agujero negro supermasivo en el centro de la Vía Láctea hace solo 3,5 millones de años.
La deflagración cósmica envió una explosión de radiación en forma de cono a través de ambos polos de la galaxia y hacia el espacio profundo.
Ese es el hallazgo que surge de la investigación realizada por un equipo de científicos dirigido por el profesor Joss Bland-Hawthorn, del Centro de Excelencia ARC de Australia para All Sky Astrophysics in 3 Dimensions (ASTRO 3D), que se publica en 'The Astrophysical Journal'.
El fenómeno, conocido como una llamarada de Seyfert, creó dos enormes 'conos de ionización' que atravesaron la Vía Láctea, comenzando con un diámetro relativamente pequeño cerca del agujero negro y expandiéndose enormemente a medida que salían de la Galaxia.
Tan fuerte fue la llamarada que impactó en la Corriente de Magallanes, un largo rastro de gas que se extiende desde las galaxias enanas cercanas llamadas Nubes de Magallanes Grandes y Pequeñas.
La corriente de Magallanes se encuentra a unos 200.000 años luz de la Vía Láctea.
La explosión fue demasiado grande, asegura el equipo de investigación australiano-estadounidense, como para haber sido desencadenada por otra cosa que no sea la actividad nuclear asociada con el agujero negro, conocido como Sagitario A, o Sgr A*, que es aproximadamente 4,2 millones de veces más masivo que el Sol.
"El resplandor debió de haber sido un poco como la luz de un faro --explica en un comunicado el profesor Bland-Hawthorn, quien también está en la Universidad de Sydney--. Imagina la oscuridad, y luego alguien enciende el faro por un breve período de tiempo".
Utilizando datos recopilados por el telescopio espacial Hubble, los investigadores calcularon que la explosión masiva tuvo lugar hace poco más de tres millones de años. En términos galácticos, eso es asombrosamente reciente. En ese momento, en la Tierra, el asteroide que desencadenó la extinción de los dinosaurios ya tenía 63 millones de años, y los ancestros de la humanidad, los australopitecos, ya estaban en pie en África.
"Este es un evento dramático que sucedió hace unos millones de años en la historia de la Vía Láctea --señala la profesora Lisa Kewley, directora de ASTRO 3D--. Una explosión masiva de energía
y radiación salió directamente del centro galáctico y del material circundante. Esto muestra que el centro de la Vía Láctea es un lugar mucho más dinámico de lo que habíamos pensado anteriormente. Es una suerte que no estemos residiendo ahí".
La explosión, estiman los investigadores, duró quizás 300.000 años, un período extremadamente corto en términos galácticos.
En la realización de la investigación, el profesor Bland-Hawthorn se unió a colegas de la Universidad Nacional de Australia y la Universidad de Sydney, y, en los Estados Unidos, la Universidad de Carolina del Norte, la Universidad de Colorado y el Instituto de Ciencias del Telescopio Espacial en Baltimore.
El artículo se desprende de una investigación también dirigida por el profesor Bland-Hawthorn y publicada en 2013. El trabajo anterior analizó la evidencia de un evento explosivo masivo que comenzó en el centro de la Vía Láctea, descartó un estallido estelar nuclear como la causa y lo vinculó provisionalmente a la actividad en SgrA*".
"Estos resultados cambian drásticamente nuestra comprensión de la Vía Láctea --destaca la coautora Magda Guglielmo de la Universidad de Sydney--. Siempre pensamos en nuestra galaxia como una galaxia inactiva, con un centro no tan brillante. En cambio, estos nuevos resultados abren la posibilidad de una reinterpretación completa de su evolución y naturaleza.
"El brote que ocurrió hace tres millones de años fue tan poderoso que tuvo consecuencias en el entorno de nuestra galaxia --prosigue--. Somos testigos del despertar de la bella durmiente".
El último trabajo confirma a SgrA* como principal sospechoso, pero los investigadores reconocen que todavía queda mucho trabajo por hacer. La forma en que los agujeros negros evolucionan, influyen e interactúan con las galaxias, concluyen, "es un problema sobresaliente en astrofísica".