Observan el colapso de la atmósfera del satélite Ío durante un eclipse de Júpiter

 Satélite Ío, Eclipse Júpiter
CSIC
Actualizado: martes, 2 agosto 2016 18:19

   MADRID, 2 Ago. (EUROPA PRESS) -

   Un grupo de investigadores, con participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha observado durante un eclipse de Júpiter cómo se colapsa la atmósfera de uno de sus satélites, en concreto de Ío, el cuerpo con mayor vulcanismo del Sistema Solar cuya atmósfera de dióxido de azufre es altamente variable.

   Ío tarda en completar una vuelta en torno a Júpiter 1,7 días terrestres y, cada día, la sombra del planeta se cierne sobre el satélite, en un eclipse que dura aproximadamente dos horas y que produce un brusco cambio de temperatura.

   Los investigadores han observado varios de estos eclipses y han registrado un fenómeno que califican de "único" en el Sistema Solar ya que la atmósfera prácticamente desaparece al comenzar el eclipse para volver a aparecer cuando Ío sale de la sombra de Júpiter.

   "La variabilidad de la tenue atmósfera de Ío ya era conocida, y no sabíamos si se debía a la actividad volcánica (es el objeto con los volcanes más activos de todo el Sistema Solar) o a un equilibrio térmico con la superficie, es decir, a un intercambio de gas con la superficie", ha señalado el investigador del CSIC en el Instituto de Astrofísica de Andalucía, Miguel Ángel López Valverde.

   Como los eclipses de Júpiter producen un cambio importante de temperatura en Ío, su estudio representaba la vía más eficaz para solucionar este problema, señalan desde el CSIC.

   Los datos obtenidos con el telescopio Gemini, de ocho metros de diámetro, han permitido monitorizar un eclipse en Ío por primera vez. Cada día, y durante dos horas, la sombra de Júpiter cubre la pequeña luna y su temperatura cae de los -148 °C a los -168 °C. Con el descenso de temperatura, el dióxido de azufre que forma la atmósfera se congela y se deposita sobre la superficie, para sublimar y rellenarla cuando Ío sale del eclipse y la luz del Sol calienta los hielos.

   "Hemos comprobado que se pierde el 80% de la atmósfera hasta que el satélite sale del eclipse. Esto ha sido toda una sorpresa, porque nunca habíamos observado un colapso atmosférico de estas características. Además, nos ha permitido zanjar el viejo problema: la atmósfera no está directamente formada por gases volcánicos, sino por la sublimación de los hielos en superficie. El ciclo --concluye López Valverde-- puede ser bastante repetitivo, alterado por aportes de los volcanes, que no son del todo despreciables".

   Ío, cuyo tamaño es similar al de la Luna, es de los cuatro grandes satélites de Júpiter, conocidos como satélites galileanos, y es el más próximo al planeta. Las interacciones gravitatorias entre ellos fuerzan las órbitas hacia una geometría elíptica, de modo que las distancias con respecto a Júpiter se vuelven variables y se generan distorsiones, similares a las mareas que provoca la Luna sobre los océanos terrestres.

   Estas fricciones desencadenan una fuerte actividad volcánica en Ío, cuya superficie se rejuvenece con las erupciones, que producen corrientes de lava de cientos de kilómetros y columnas de dióxido de azufre que se elevan hasta 400 kilómetros.