MADRID, 19 Abr. (EUROPA PRESS) -
Los cambios ambientales inducidos por el ser humano alrededor de la Antártida están contribuyendo al aumento del nivel del mar nada menos que en el Atlántico Norte.
Un equipo de investigación liderado por la Universidad de Miami y la NOAA analizó dos décadas de datos oceanográficos de aguas profundas recopilados por programas de observación de amarres, para mostrar que una parte crítica del sistema global de corrientes oceánicas de la Tierra en el Atlántico Norte se ha debilitado en aproximadamente un 12% en las últimas dos décadas. Estos resultados se publican en Nature Geosciences.
"Aunque estas regiones están a decenas de miles de kilómetros de distancia una de otra y las áreas abisales están a unos pocos kilómetros por debajo de la superficie del océano, nuestros resultados refuerzan la noción de que incluso las áreas más remotas de los océanos del mundo no están al margen de la actividad humana", dijo el autor principal del estudio, Tiago Biló, científico asistente de la Escuela Resential del Instituto Cooperativo de Estudios Marinos y Atmosféricos de la NOAA.
Los científicos analizaron datos de varios programas de observación para estudiar los cambios a lo largo del tiempo en una masa de agua fría, densa y profunda ubicada a profundidades superiores a 4.000 metros debajo de la superficie del océano que fluye desde el Océano Austral hacia el norte y eventualmente sube hacia aguas menos profundas en otras partes del océano global, como el Atlántico Norte.
Esta rama cada vez más reducida de las profundidades del océano, que los científicos llaman rama abisal, es parte de la Circulación Meridional de Inversión del Atlántico (AMOC), un sistema tridimensional de corrientes oceánicas que actúa como una "cinta transportadora" para distribuir calor, nutrientes y dióxido de carbono en los océanos del mundo.
Esta rama cercana al fondo está compuesta de agua del fondo antártico, que se forma a partir del enfriamiento del agua de mar en el Océano Austral alrededor de la Antártida durante los meses de invierno. Entre los diferentes mecanismos de formación de este agua de fondo, quizás el más importante sea el llamado rechazo de la salmuera, proceso que se produce cuando el agua salada se congela.
A medida que se forma el hielo marino, libera sal en el agua circundante, aumentando su densidad. Esta agua densa se hunde hasta el fondo del océano, creando una capa de agua densa y fría que se extiende hacia el norte para llenar las tres cuencas oceánicas: los océanos Índico, Pacífico y Atlántico. Durante el siglo XXI, los investigadores observaron que el flujo de esta capa antártica a lo largo de la latitud 16°N en el Atlántico se había ralentizado, reduciendo la entrada de aguas frías a latitudes más altas y provocando el calentamiento de las aguas en las profundidades del océano.
"Las áreas afectadas por este calentamiento abarcan miles de kilómetros en direcciones norte-sur y este-oeste, entre 4.000 y 6.000 metros de profundidad", dijo William Johns, coautor y profesor de ciencias oceánicas en la Escuela Rosenstiel. "Como resultado, hay un aumento significativo en el contenido de calor del océano abisal, lo que contribuye al aumento local del nivel del mar debido a la expansión térmica del agua".
"Nuestro análisis observacional coincide con lo que los modelos numéricos han predicho: la actividad humana podría imponer cambios de circulación en todo el océano", dijo Biló. "Este análisis sólo fue posible gracias a décadas de planificación colectiva y esfuerzos de múltiples instituciones oceanográficas en todo el mundo".