MADRID, 16 Oct. (@CIENCIAPLUS) -
La NASA ha elaborado una reconstrucción de la historia de la sequía en América del Norte durante los últimos 1.000 años y ha encontrado que el año 1934 fue el más seco de la serie histórica. Esta situación se extendió al 71,6 por ciento en el oeste del continente. Le sigue 1580, aunque ese año fue un 30 por ciento menos seco que su predecesor.
Para este trabajo, que se ha hecho en colaboración con el Lamont-Doherty Earth Observatory, se ha usado un registro de la sequía basada en los anillos de los árboles, desde el año 1000 al 2005, así como registros modernos. Los resultados han sido publicados en 'Geophysical Research Letters'.
El autor principal, Ben Cook, ha indicado que 1934 "fue el peor por un amplio margen" lo que indica que el año se sitúa "fuera del rango normal de variabilidad que se ve en los expedientes". Como comparación, ha indicado que el grado promedio de la sequía 2012 abarcaba al 59,7 por ciento del territorio norteamericano.
A su juicio, las causas de esta situación se debe a dos conjuntos de condiciones. En primer lugar, un sistema de alta presión se asentó sobre la costa oeste de los Estados Unidos ese invierno y el clima se volvió húmedo, "un patrón similar a lo que ocurrió en el invierno de 2013/14", ha indicado el experto.
En segundo lugar, la primavera de 1934 estuvo protagonizada por tormentas de polvo, provocadas por las malas prácticas de manejo de la tierra. Eso provocó que las precipitaciones se redujeran.
"Estos dos fenómenos combinados lograron llevar a casi toda la nación a una sequía en ese momento", ha señalado otro de los miembros del estudio, Richard Seager. "El hecho de que sea el peor del milenio fue probablemente, en parte, debido a la función humana", ha apuntado.
De acuerdo con el Quinto Informe de Evaluación reciente del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), es probable que las sequías en América del Norte sean cada vez peores, y se espera que, en particular, el suroeste, se vuelva significativamente más seco, al igual que los veranos en las llanuras centrales.
Los científicos han explicado que mirar hacia atrás unos mil años es una manera de conseguir datos sobre la variabilidad natural de las sequías, para que los científicos puedan desentrañar los efectos antropogénicos, como las mencionadas tormentas de polvo de 1934. "Queremos entender las sequías del pasado para comprender en qué medida el cambio climático puede provocar que estos eventos sean más o menos probables en el futuro", ha declarado Cook.