MADRID, 25 Jul. (EUROPA PRESS) -
La disminución global de las poblaciones de la vida silvestre está impulsando un incremento de los conflictos violentos, la delincuencia organizada y el trabajo infantil en todo el mundo. Esta es la conclusión de un documento dirigido por investigadores de la Universidad de California (UC), Berkeley .
Los autores llaman a los biólogos a unir sus fuerzas con otros expertos, como economistas, politólogos, criminólogos, funcionarios de salud pública y especialistas en desarrollo internacionales, para hacer frente colectivamente a este complejo desafío.
El documento, que se publica este jueves en la revista 'Science', pone de relieve cómo las pérdidas de alimentos y empleo a partir del declive de la vida silvestre provocan incrementos en el tráfico de personas y otros delitos, así como inestabilidad política.
"Este trabajo trata de reconocer la disminución de la fauna como fuente de conflicto social más que un síntoma", afirma el autor principal, Justin Brashares, profesor asociado de Ecología y Conservación en el Departamento de Ciencias del Medio Ambiente, Política y Gestión de la Universidad de Berkeley.
"Miles de millones de personas dependen directa e indirectamente de fuentes salvajes de carne para sus ingresos y su sustento y este recurso está disminuyendo. No es de extrañar que la pérdida de esta pieza crítica entre los medios de vida humanos tenga enormes consecuencias sociales. Sin embargo, tanto la conservación como la ciencia política generalmente han pasado por alto estas conexiones fundamentales", añade.
Cuantos menos animales haya para cazar y menos peces que pescar, su demanda requerirá un mayor esfuerzo para su cosecha. A menudo, se venden trabajadores, muchos de ellos niños, a los barcos de pesca y son obligados a trabajar entre 18 y 20 horas al día en el mar durante años sin un salario.
"Las familias pobres dependen de estos recursos para su subsistencia, por lo que no se pueden aplicar los modelos económicos que prescriben aumentos de precios o reducción de la demanda a medida que escasean los suministros", añade Brashares.
"En lugar de ello, conforme se necesita más mano de obra para capturar animales silvestres y los escasos peces, los cazadores y los pescadores utilizan a los niños como una fuente de mano de obra barata. Cientos de miles de familias pobres venden a sus hijos para que trabajen en condiciones muy duras", alerta este experto.
Los autores relacionan el auge de la piratería marítima y la violencia en Somalia con las batallas sobre los derechos de pesca. "Sorprendentemente, pocas personas reconocen que la competencia por los recursos pesqueros llevó al nacimiento de la piratería somalí --señala Brashares--. Para los pescadores somalíes y otros cientos de millones de personas, los peces y la vida silvestre era su única fuente de sustento, así que cuando se vieron amenazados por las flotas pesqueras internacionales, tomaron medidas drásticas".
Los autores también comparan la caza furtiva de la vida silvestre con el comercio de drogas y señalan que las enormes ganancias del tráfico de mercancías de lujo procedentes de la fauna, como colmillos de elefante y cuernos de rinoceronte, han atraído a grupos guerrilleros y bandas criminales organizadas en todo el mundo. Así, apuntan al Ejército de Resistencia del Señor, al-Shabab y Boko Haram como grupos conocidos por usar la caza furtiva para financiar ataques terroristas.
"Tenemos que entender mejor los factores que subyacen a la caída de la pesca y la vida silvestre desde una perspectiva local y es probable que los enfoques interdisciplinarios sean la mejor opción para facilitar este entendimiento", afirma Meredith Gore, profesora asociada de la Universidad del Estado de Michigan, en Estados Unidos, pero que no formó parte de este estudio.
Los autores dan ejemplos de gobiernos locales que trabajan para apagar la tensión social, por ejemplo con la concesión de derechos exclusivos de caza y pesca a los locales en Fiji, y el control de las zonas de gestión en Namibia para reducir la caza furtiva y mejorar los medios de subsistencia de las poblaciones locales.
"Esta revisión de por qué debemos conservar la vida silvestre ayuda a clarificar qué está en juego en este asunto", sentencia el profesor asistente de la UC Santa Bárbara, en Estados Unidos, Douglas McCauley, coautor que comenzó este trabajo como investigador postdoctoral en el laboratorio de Brashares.
"No sólo estamos perdiendo especies. Estamos perdiendo niños, rompiendo comunidades y fomentando la delincuencia. Esto hace que la conservación de la vida silvestre sea una labor más importante de lo que se creía hasta ahora", concluye este científico.