El avión Twin Otter del British Antarctic Survey sobrevuela el glaciar Thwaites con instrumentación adjunta al ala - TOM JORDAN / BAS
MADRID, 1 Jun. (EUROPA PRESS) -
Por primera vez se ha cartografiado el suelo bajo el megaglaciar más vulnerable de la Antártida, el Thwaites, lo que ayudará a los científicos a comprender mejor cómo le afecta el cambio climático.
Publicado en la revista 'Science Advances', el análisis de la geología bajo el glaciar Thwaites, en la Antártida Occidental, muestra que hay menos roca sedimentaria de lo esperado, un hallazgo que podría afectar a la forma en que el hielo se desliza y se derrite en las próximas décadas.
"Los sedimentos permiten un flujo más rápido, como deslizarse sobre el barro --explica en un comunicado el Dr. Tom Jordan, geofísico del British Antarctic Survey (BAS), que dirigió el estudio--. Ahora que tenemos un mapa de dónde están los sedimentos resbaladizos, podemos predecir mejor cómo se comportará el glaciar en el futuro a medida que retroceda".
La distribución de las rocas sedimentarias bajo el glaciar Thwaites se incluye en un nuevo mapa de la geología de la región elaborado por los investigadores del BAS. Los hallazgos son importantes porque el glaciar, que tiene el tamaño de Gran Bretaña o del estado norteamericano de Florida, es uno de los sistemas hielo-océano de la Antártida que cambia con mayor rapidez.
La zona de contacto del glaciar Thwaites con el fondo marino ha retrocedido 14 km desde finales de la década de 1990. Gran parte de la capa de hielo está por debajo del nivel del mar y es susceptible de sufrir una pérdida de hielo rápida e irreversible que podría elevar el nivel global del mar en más de medio metro en cuestión de siglos.
El nuevo análisis se basa en estudios aéreos realizados con aviones equipados con radares capaces de ver las rocas a través del hielo, así como con sensores capaces de cartografiar variaciones mínimas de la gravedad y el magnetismo a cientos o miles de metros por debajo del suelo y el lecho marino sobre el que descansa el glaciar.
Los investigadores utilizan estas múltiples fuentes de datos para compilar una imagen tridimensional de las características, incluidos el tipo y la extensión de las distintas rocas.
Jordan afirma que "la naturaleza integrada de los estudios aéreos fue una de las claves de esta investigación. Cada sensor de la aeronave proporcionaba una parte importante pero incompleta de la imagen, pero al reunirlos todos pudimos ofrecer el mapa detallado de la geología subyacente".
De este modo, el estudio retrocede el reloj geológico para examinar lo que ocurrió cuando Nueva Zelanda fue arrancada de la Antártida hace unos 100 millones de años, mucho antes de que se formara el glaciar Thwaites.
Dado que la base del glaciar Thwaites se halla muy por debajo del nivel del mar, los investigadores esperaban que en ella se hubieran depositado gruesos sedimentos a lo largo de los millones de años siguientes. Se han realizado análisis similares en otros glaciares antárticos, que han demostrado que en estos sistemas predominaban los sedimentos gruesos.
Pero los datos de la aeronave sugieren que sólo una quinta parte del suelo bajo el glaciar es roca sedimentaria. Se trata de una serie de cuencas de entre 80 y 200 km de largo y unos 30 km de ancho.
El resto está formado por otros tipos de cuerpos geológicos, como picos de granito y otras rocas duras. Los científicos creen que estas cuencas sedimentarias fueron en su día mucho más grandes, pero que el movimiento del glaciar las ha reducido hasta el lecho rocoso.
Aún no está claro cómo afectará este nuevo conocimiento de la geología subglaciar a las estimaciones del flujo y la pérdida de hielo del Thwaites y otros glaciares. El estudio demuestra que el paisaje geológico tiene un control directo sobre el esfuerzo cortante basal, que influye en la velocidad a la que el hielo puede fluir hacia el océano.
Los miembros del equipo de investigación realizarán ahora estudios más detallados de estos procesos. Los modelizadores también podrán utilizar los nuevos datos para hacer proyecciones más fiables de la futura pérdida de hielo.
"Esperamos que al mostrar la geología detallada, y cómo se correlaciona con la fricción basal, los futuros modelos de retroceso glaciar tengan una menor incertidumbre, ya que se comprenderán mejor los controles de los procesos basales", señala Jordan.
Y añade que "ningún estudio científico aislado podrá jamás igualar la magnitud y el desafío del cambio climático, pero es la construcción incremental de todos los estudios científicos individuales como éste lo que nos permite comprender y abordar ese reto".
Por su parte, la doctora Sarah Thompson, glacióloga y coautora del estudio, destaca que "el enfoque integrado utilizado en este estudio tiene un potencial significativo para su aplicación con éxito en otros lugares de la Antártida, lo que nos permite explorar otras regiones potencialmente vulnerables donde el conocimiento actual es escaso".