MADRID, 6 Feb. (EUROPA PRESS) -
Una investigación sugiere que los grandes montículos de tierra que construyen las termitas son cruciales para detener la propagación de los desiertos en los ecosistemas semiáridos y tierras agrícolas.
Los resultados no sólo sugieren que los montículos de las termitas pueden hacer a estas áreas más resistentes al cambio climático de lo que se piensa que son, sino que también podrían inspirar un cambio en cómo los científicos determinan los posibles efectos del cambio climático en los ecosistemas.
En los pastizales resecos y sabanas o tierras secas de África, América del Sur y Asia, los montículos de las termitas almacenan nutrientes y humedad y, través de túneles internos, permiten que el agua penetre mejor por el suelo. Como resultado, la vegetación florece en y cerca de los montículos de las termitas en los ecosistemas que de otra manera son muy vulnerables a la "desertificación".
Investigadores de la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey, Estados Unidos, explican que las termitas frenan la expansión de los desiertos en tierras secas, proporcionando un refugio húmedo para la vegetación en y alrededor de sus montículos. Además, dicen que las tierras secas con montículos de termitas pueden sobrevivir con mucha menos lluvia que as que no tienen termiteros.
La investigación, cuyos resultados se detallan en un artículo que se publica en 'Science' en su última portada, fue inspirada por las termitas cultivadoras de hongos del género 'Odontotermes', pero los resultados teóricos se aplican a todos los tipos de termitas que aumentan la disponibilidad de recursos en y/o alrededor de sus nidos, informa la National Science Foundation.
La autora Corina Tarnita, profesora asistente de Ecología y Biología Evolutiva en Princeton, explica que los montículos de las termitas también conservan semillas y plantas, ayudando a las zonas circundantes a recuperarse más rápidamente cuando vuelve la lluvia. "La lluvia es la misma en todas partes, pero como las termitas permiten que el agua penetre mejor en el suelo, las plantas crecen sobre o cerca de los montículos como si hubiera más lluvia", señala Tarnita.
"La vegetación en y alrededor de los montículos de termitas persiste más tiempo y disminuye más lentamente -destaca--. Incluso cuando se llega a condiciones tan duras donde la vegetación desaparece de los montículos, resulta más fácil que la vegetación vuelva a surgir. Mientras haya montículos, el ecosistema tiene una mejor oportunidad de recuperarse".
En el caso de los pastizales y las sabanas, cinco etapas marcan su transición hacia el desierto, teniendo cada una un patrón distinto de crecimiento de la planta. Sin embargo, los investigadores de Princeton vieron que los patrones de crecimiento de las plantas existen en una escala mucho más pequeña de lo que se pensaba anteriormente.
El patrón del montículo de las terminas parece engañosamente similar a la última y más importante de las cinco etapas que marcan la transición de las tierras secas al desierto, señala Tarnita. La literatura científica contiene dos mecanismos diferentes para un patrón similar --uno proviene de la autoorganización de la vegetación en respuesta a la escasez de lluvias y el otro de la acumulación de los montículos de termitas que impulsan la vida de las plantas cercanas. Según Tarnita, estos mecanismos no son necesariamente excluyentes entre sí en las tierras secas.
"Hemos creado un modelo matemático que revela que estos mecanismos pueden coexistir, pero probablemente a diferentes escalas. Nos indicó hacia dónde debemos buscar en la naturaleza para encontrar los patrones que finalmente nos llevaron a confirmar empíricamente que ambos mecanismos están realmente en juego", relata.
HORMIGAS Y TUZAS PODRÍAN TENER EL MISMO PAPEL
Por lo tanto, el equipo mostró que los patrones de vegetación que actualmente podrían interpretarse como el inicio de la desertificación podrían significar todo lo contrario, que las plantas son perseverantes gracias a los montículos de termitas. "La coexistencia de múltiples patrones en estas escalas genera ecosistemas más robustos y menos propensos a colapsarse, y ésa es la importancia de este estudio", subraya Jef Huisman, profesor de Microbiología Acuática en la Universidad de Ámsterdam en los Países Bajos, que no participó en el trabajo.
A la luz de estos resultados, este experto familiarizado con el estudio de Tarnita apuesta por ajustar los modelos para las zonas secas debido a que estos ecosistemas "son mucho más resistentes a la desertificación de lo que se creía anteriormente". Por otra parte, los modelos climáticos para todos los ecosistemas necesitan tener más en cuenta organismos como las termitas y los mejillones que "diseñan su propio entorno", añade Huisman.
En este sentido, Robert Pringle, profesor asistente de Ecología y Biología Evolutiva en Princeton y coautor del artículo señala un posible papel importante en la salud del ecosistema de hormigas, perros de las praderas ('Cynomys'), tuzas y otras criaturas constructoras de montículos. "Es difícil saber por adelantado qué hace exactamente cada tipo de animal en la vegetación. Habría que entrar en un sistema y determinar qué está construyendo los montículos y cuáles son las propiedades de esos montículos", afirma.
La investigación actual se deriva de un artículo de 2010 publicado en 'Plos Biology' de la que Pringle fue el primer autor. Los investigadores de aquel trabajo informaron de que los montículos de las termitas son "puntos calientes" de crecimiento de las plantas y la actividad animal disminuye cuanto más nos alejemos del montículo. Estos científicos también encontraron que los montículos estaban uniformemente espaciados unos de otros y crean un área más grande de abundancia biológica.
@CIENCIAPLUS