MADRID, 3 Sep. (EUROPA PRESS) -
Un equipo internacional de investigación que ha estudiado un antiguo supervolcán en Indonesia ha descubierto que este tipo de volcanes permanecen activos y peligrosos durante miles de años después de una supererupción, lo que hace necesario repensar la forma de predecir estos eventos potencialmente catastróficos, según publican en la revista 'Communications Earth & Environment'.
El profesor asociado Martin Daniík, principal autor australiano del Centro John de Laeter, de la Universidad de Curtin, en Australia, explica que los supervolcanes suelen entrar en erupción varias veces con intervalos de decenas de miles de años entre las grandes erupciones, pero no se sabe qué ocurre durante los periodos de inactividad.
"Comprender esos largos periodos de inactividad determinará lo que buscamos en los jóvenes supervolcanes activos para ayudarnos a predecir futuras erupciones --explica el profesor asociado Dani*ík--. Las supererupciones son uno de los acontecimientos más catastróficos de la historia de la Tierra, ya que expulsan enormes cantidades de magma de forma casi instantánea. Pueden influir en el clima mundial hasta el punto de llevar a la Tierra a un 'invierno volcánico', es decir, un periodo anormalmente frío que puede provocar hambrunas generalizadas y trastornos en la población".
Por ello, destaca que "aprender cómo funcionan los supervolcanes es importante para comprender la futura amenaza de una inevitable supererupción, que se produce aproximadamente una vez cada 17.000 años".
El profesor asociado Danisík subraya que el equipo investigó el destino del magma que quedó tras la supererupción del Toba hace 75.000 años, utilizando los minerales feldespato y circón, que contienen registros independientes del tiempo basados en la acumulación de los gases argón y helio como cápsulas de tiempo en las rocas volcánicas.
"Utilizando estos datos geocronológicos, la inferencia estadística y la modelización térmica, demostramos que el magma siguió rezumando dentro de la caldera, o depresión profunda creada por la erupción de magma, durante 5.000 a 13.000 años después de la supererupción, y luego el caparazón de magma sobrante solidificado fue empujado hacia arriba como un caparazón de tortuga gigante", explica.
Según destaca, "los hallazgos desafiaron los conocimientos existentes y el estudio de las erupciones, que normalmente consiste en buscar magma líquido bajo un volcán para evaluar el peligro futuro. Ahora debemos tener en cuenta que las erupciones pueden producirse incluso si no se encuentra magma líquido bajo un volcán: hay que reevaluar el concepto de lo que es 'eruptible", recomienda.
Danisík explica que, "mientras que una supererupción puede tener un impacto regional y global y la recuperación puede llevar décadas o incluso siglos, nuestros resultados muestran que el peligro no termina con la supererupción y que la amenaza de nuevos peligros existe durante muchos miles de años después. Aprender cuándo y cómo se acumula el magma eruptivo, y en qué estado se encuentra el magma antes y después de dichas erupciones, es fundamental para entender los supervolcanes", resalta.