Mapa de zonas EDGE - SEBASTIAN PIPINS
MADRID, 9 Sep. (EUROPA PRESS) -
Los esfuerzos de conservación dirigidos a sólo el 0,7% de la masa terrestre del planeta pueden ayudar a proteger un tercio de las especies amenazadas de vertebrados de cuatro extremidades.
El estudio, dirigido por investigadores del Imperial College de Londres y publicado en Nature Communications, concluye que es posible lograr grandes avances en materia de conservación si se centra la atención en áreas que albergan una biodiversidad excepcional y especies con altos niveles de singularidad evolutiva y peligro global de extinción.
Entre estas especies en peligro de extinción se encuentran animales como el aye-aye, un lémur muy característico que se encuentra en Madagascar; el pájaro secretario de patas largas y cuerpo de águila; la rana violeta, que tiene una nariz similar a la de un cerdo; y el gavial, un cocodrilo de hocico largo y en peligro crítico de extinción que se encuentra en el subcontinente indio.
Sin embargo, en la actualidad, sólo el 20% de las áreas identificadas en el estudio están bajo algún tipo de protección, y la mayoría de las áreas se enfrentan a niveles constantes y crecientes de presión humana.
El autor principal Sebastian Pipins, candidato a doctorado en el Instituto Grantham del Imperial College de Londres, afirmó en un comunicado: "Nuestra investigación destaca las regiones del mundo que son motivo de preocupación inmediata. Además, demuestra que al proteger solo una fracción de la superficie terrestre de la Tierra, se pueden lograr enormes avances para la preservación de la naturaleza".
IDENTIFICACIÓN DE 3.000 ESPECIES EN 25 ÁREAS ESPECÍFICAS
El proyecto identificó áreas específicas de interés para la conservación con niveles extremadamente altos de historia evolutiva amenazada que se caracterizan por su concentración de especies evolutivamente distintas (ED) y en peligro global (GE).
La singularidad evolutiva cuantifica lo única que es una especie, y algunas son el resultado de largos períodos de historia evolutiva única con pocos o ningún pariente vivo cercano. Mientras tanto, el peligro global refleja el riesgo de extinción de una especie. Las especies que obtienen una puntuación alta en ambas medidas se conocen como especies EDGE, mientras que las áreas en las que estas especies se encuentran en altas concentraciones se denominan zonas EDGE.
Pipins añadió: "Es fundamental no sólo tener en cuenta la diversidad de especies en los esfuerzos de conservación, sino también la historia evolutiva de la diversidad, para garantizar que no se pierdan las grandes y únicas ramas del árbol de la vida".
El estudio trazó un mapa de la distribución de casi 3.000 especies EDGE, identificando 25 zonas EDGE donde los esfuerzos de conservación pueden tener el mayor impacto.
MADAGASCAR, MÉXICO E INDONESIA
Las áreas específicas de riqueza de especies EDGE incluyen grandes partes del sudeste asiático y la llanura indogangética, la cuenca del Amazonas y el bosque atlántico, así como en La Española, las tierras altas de Camerún y las montañas del Arco Oriental de África Oriental.
Los autores encontraron la máxima riqueza en un área de menos de 100 kilómetros cuadrados en Madagascar, que, junto con México e Indonesia, contenía el mayor número de especies EDGE.
Subrayando la importancia crítica del liderazgo nacional para apoyar los esfuerzos de conservación, la investigación también encontró que el 75,6% de las especies EDGE existen en un solo país.
Grandes áreas del sudeste asiático tienen niveles más altos de especies EDGE, lo que, según los investigadores, refleja cómo el inminente desastre de biodiversidad en esta región está afectando a las especies sumamente únicas y de amplia distribución que se encuentran en ella.
Los científicos también descubrieron que la gran mayoría de las zonas EDGE enfrentan altos niveles de perturbación humana y que las poblaciones humanas que se encuentran en muchos países de la zona EDGE enfrentan privaciones en educación, salud y estándares de vida.
Solo el 20% de las zonas EDGE están bajo algún tipo de protección. Como los países buscan proteger el 30% de la tierra y el mar para 2030, según el objetivo del Convenio sobre la Diversidad Biológica, los autores piden que se prioricen las partes no protegidas de las zonas EDGE.