MADRID 11 Oct. (EUROPA PRESS) -
La tenue lluvia de estrellas conocida como las 'camelopardalis de octubre' ha atraido el interés de la NASA. Aparecen en el cielo en el lugar que ocupa la constelación bautizada con ese nombre latino, que viene a significar "leopardo de camello". Pero el origen de este fenómeno que se repite cada año a principios de octubre se caracteriza por el misterio.
Las 'camelopardalis' no son muy espectaculares, con sólo un puñado de meteoros brillantes que se ven en la noche del 5 de octubre. De hecho, fueron advertidas por primera vez en 1902, pero la confirmación definitiva tuvo que esperar hasta octubre de 2005, cuando cámaras de video lograron grabar una docena de meteoros en total.
Desplazándose a una velocidad de 170.000 kilómetros por hora, las camelopardalis se derriten en algún lugar a alrededor de cien kilómetros de altitud sobre nuestra cabezas, de acuerdo a las observaciones de cámaras de la NASA tomadas el pasado 5 de octubre.
Por tanto, no son espectaculares. Su velocidad se calcula. Su altitud y órbitas son conocidas. ¿Cuál es el misterio?
Como el resto de lluvias de estrellas, las camelopardalis tienen órbitas lo que indica que proceden de un cometa de largo período, como el cometa Halley. Pero no provienen de Halley, ni de ninguno de los otros cometas que se han descubierto.
De ahí el misterio: en algún lugar existe o ha existido un cometa que pasa cerca de la Tierra pero que ha eludido su detección. Estos pequeños trozos del tamaño de un milímetro de hielo y que dejan rayas de la luz en el cielo, son nuestras únicas pistas sobre un cometa de kilómetro y medio de diámetro o tal vez más.
Por ello, los astrónomos seguirán estudiando estos meteoros. Tienen la esperanza de que la medición de órbitas durante más tiempo puede ayudar a determinar la órbita del cometa, lo que nos permite localizar y hacer un seguimiento de este último visitante en la sombra al vecindario de la Tierra.