MADRID, 28 Feb. (EUROPA PRESS) -
Un examen arqueológico en una tumba intacta del siglo primero en Jerusalén ha revelado una serie de osarios de piedra caliza que están grabados con una inscripción en griego y una única imagen iconográfica, unos signos que, según los estudios llevados a cabos por los expertos, se identifican como "claramente" cristiano. De este modo, se ha hallado la evidencia arqueológica del cristianismo más antigua.
Así, los científicos han indicado que la inscripción griega de cuatro líneas en el osario hace referencia a que Dios "asciende" a alguien, mientras que la imagen tallada muestra lo que parece ser un pez grande con un hombre en su boca. En este sentido, el equipo de la excavación señala que esta figura evoca a la historia bíblica de Jonás.
En los primeros libros del Evangelio Jonás y su historia se han relacionado con la resurrección. Así, las imágenes de Jonás son habituales en los inicios del llamado arte cristiano y, por ejemplo, se ha hallado en catacumbas romanas. Según han destacado los arqueólogos, los motivos relacionados con esta historia son los más comunes en las tumbas cristianas como símbolo de la esperanza de la resurrección.
La tumba hallada ahora es anterior al 70 d.C, cuando el osario en Jerusalén se dejó de usar tras la destrucción romana de la ciudad. En consecuencia, si estos símbolos significan los que los expertos creen, éstos supondrían el primer registro arqueológico de los cristianos que se han encontrado.
En cuanto a los detalles de la excavación, los científicos han indicado que los grabados fueron, muy probablemente, hechos por algunos de los primeros seguidores de Jesús, pocas décadas después de su muerte. Además, han apuntado que, en conjunto, la inscripción y la imagen de Jonás son testimonio de la fuerte fe en la resurrección que existe entre los cristianos de esa época. Ésto lleva a pensar que la tumba es anterior a la redacción de los evangelios, ha explicado los arqueólogos.
El autor principal de este estudio, publicado en www.bibleinterp.com, James D. Tabor, ha explicado que la mayoría de los eruditos cristianos se muestran escépticos ante cualquier resto arqueológico en un período tan temprano, tal y como ha ocurrido con el descubrimiento de una tumba en 1980 que contenía osarios con inscripciones relacionadas con Jesús y su familia, incluyendo una que dice: "Jesús, hijo de José".
Al respecto, Tabor ha indicado que "el contexto lo es todo en la arqueología" y ha apuntado que "estas dos tumbas, a pocos metros de distancia, siguen las costumbres de la época y probablemente están relacionadas con una familia rica". "Se ha elegido para investigar esta tumba debido a la proximidad a la llamada 'tumba de Jesús' para saber si daría resultados inusual", ha señalado.
Así, han determinado que la tumba que contiene los nuevos descubrimientos es de modesto tamaño y está cuidadosamente tallada en roca en una de las cuevas en las que era habitual enterrar a seres queridos en Jerusalén entre el año 20 d.C y el 70 d.C.