MADRID 16 Abr. (EUROPA PRESS) -
La causa del misterioso resplandor nocturno conocido como 'nube zodiacal' ya no es un misterio. En primer lugar fue explicado por Joshua Childrey en 1661 como el efecto de la luz solar dispersada en nuestra dirección por partículas de polvo. Pero el origen de este polvo no había sido clarificado.
En un artículo que aparecerá en la edición de abril The Astrophysical Journal, David Nesvorn y Peter Jenniskens descartan a los asteroides. Asi, señalan que más del 85 por ciento del polvo se origina en los cometas de la Familia Júpiter y no en los asteroides.
"Este es el primer modelo totalmente dinámico de la nube zodiacal", dice el científico planetario Nesvorn*, del Southwest Research Instuitute en Boulder, Colorado. "Encontramos que el polvo de los asteroides no se agita lo suficiente durante su vida útil para que la nube de polvo zodiacal sea tan gruesa como se observa. Sólo el polvo de los cometas de período corto se dispersa lo suficiente para hacerlo".
Este resultado confirma lo que el astrónomo de meteoros Jenniskens, del Instituto SETI en Mountain View, California, había sospechado desde hacia mucho tiempo. Experto en lluvias de meteoros, había notado que la mayoría consisten en polvo en movimiento en órbitas similares a los cometas de la Familia Júpiter, pero sin tener cometas activos asociados.
En su lugar, Jenniskens descubrió un cometa inactivo en la lluvia de meteoros Cuadrántidas en 2003 y desde entonces ha identificado otros similares. Si bien la mayoría son inactivos en su actual órbita alrededor del Sol, todos tienen en común que se rompieron en algún momento en los últimos miles de años, creando corrientes de polvo que ahora han migrado hacia la trayectoria de la Tierra.
Nesvorn y Jenniskens han demostrado que estas alteraciones pueden tenerse en cuenta en relación al espesor observado en la capa de polvo de la nube zodiacal.
Al hacerlo, ellos resolvieron un misterio. Se sabía hace tiempo que el hielo en la Antártida está mezclada con micro-meteoritos, alrededor de 80 a 90 por ciento de los cuales tienen una peculiar composición primitiva, poco frecuente entre los meteoritos más grandes conocidos que proceden de asteroides.
En su lugar, Nesvorn y Jenniskens sugieren que la mayoría de micro-meteoritos antárticos son fragmentos de cometas. Según sus cálculos, los granos cometarios se sumergen en la atmósfera terrestre a velocidades de entrada lo suficientemente bajas como para que puedan sobrevivir, llegar al suelo y, eventualmente, ser recogidos para su estudio.