MADRID, 29 Feb. (EUROPA PRESS) -
El juego de la ruleta, símbolo de los casinos modernos, fue un invento francés del siglo XVII, nada menos que del insigne matemático y físico galo Blas Pascal.
Con normas de juego muy similares a las que conocemos hoy en día, Pascal ideó en 1645 una ruleta con 36 números (sin el cero), en la que de forma matemática se establece un extremado equilibrio en la posición en que está colocado cada número.
Pascal decidió disponer los números de tal modo que tuviesen las mismas posibilidades de salir en un mismo porcentaje de probabilidades, y cuyas ganancias resultasen totalmente beneficiosas para el jugador.
De ahí que dicha disposición numérica, tanto en el tapete de juego como en la rueda giratoria, estén colocados de manera diferente y los números adyacentes de uno u otro quedan separados, teniendo que realizar diferentes apuestas en caso de querer apostar a un grupo de números que se encuentren juntos en la rueda.
Por si fuera poco, la elección de 36 números de Pascal da un alcance aún más vinculado a la magia: la suma de los primeros 36 números da el número mágico por excelencia: 666.
SE INCLUYÓ EL CERO PARA HACER NEGOCIO
Esta ruleta podía usarse como entretenimiento en el ámbito particular. Sin embargo, para los casinos --que ponen los medios y el personal para el entretenimiento de sus clientes-- no era rentable, ya que estadísticamente todo lo que se apostaba se repartía en premios (proporción de 1/36).
En 1842, los hermanos Blanc modificaron la ruleta añadiéndole un nuevo número, el 0, y la introdujeron inicialmente en el Casino de Montecarlo. Ésta es la ruleta que conocemos hoy, con una proporción de premios de 1/37, que deja un margen para la casa del 2,7%, según Wikipedia.
Más adelante, en algunas ruletas, sobre todo las que se usan en países anglosajones, se añadió un nuevo número (el doble cero), con lo cual el beneficio para el casino resultó ser doble (2/38 ó 5,26%).