Las flechas rojas representan la expansión humana asociada con la cultura material del Paleolítico Superior Inicial y las flechas azules la expansión asociada con los conjuntos del Paleolítico Superior. - LEONARDO VALLINI, GIULIA MARCIANI
MADRID, 7 Abr. (EUROPA PRESS) -
La colonización de Eurasia por el Homo sapiens se produjo a través de al menos tres oleadas de expansión desde un centro de población fuera de África.
Es la conclusión que investigadores informan en la revista 'Genome Biology and Evolution' a partir del descubrimiento de restos humanos hallados en la cueva de Bacho Kiro (en la actual Bulgaria).
Estos antiguos restos humanos, descritos recientemente desde el punto de vista genético, sorprendentemente, estaban más relacionados con los asiáticos orientales contemporáneos que con los europeos actuales. Se propusieron varias hipótesis para explicar el hallazgo, pero este desconcertante resultado planteaba hasta ahora más preguntas que respuestas sobre los antiguos movimientos de población subyacentes que podrían explicar la presencia de individuos genéticamente asiáticos en Europa hace unos 45.000 años.
El nuevo estudio, dirigido por Leonardo Vallini y por el profesor Luca Pagani, de la Universidad de Padua, en colaboración con la doctora Giulia Marciani y el profesor Stefano Benazzi, de la Universidad de Bolonia (Italia), ha intentado resolver este misterio, situando a esos individuos en el contexto más amplio de los genomas humanos del Paleolítico euroasiático y coanalizando la genética y las pruebas arqueológicas.
En el escenario planteado por los autores, la colonización de Eurasia oriental y occidental se caracterizó por varios eventos de expansión y extinción local a partir de un núcleo poblacional, en el que prosperaron los ancestros de todos los euroasiáticos tras aventurarse a salir de África hace unos 70.000-60.000 años.
Una expansión temprana y fallida del Homo sapiens tuvo lugar en algún momento anterior a hace 45.000 años. El único representante de esa migración, que no está relacionado ni con los europeos modernos ni con los asiáticos modernos, se ha recuperado en Zlaty kun, en la actual República Checa, y aún no está claro su alcance.
"Después, alrededor de hace 45.000, una nueva expansión emanó del núcleo y colonizó una amplia zona que abarcaba desde Europa hasta el este de Asia y Oceanía y que se asocia con un modo de producción de herramientas de piedra conocido como Paleolítico Superior Inicial", afirma Leonardo Vallini, primer autor del estudio.
El destino de estos pobladores fue diferente en Asia Oriental y en Europa: mientras que en la primera perduraron y acabaron por dar lugar a la formación de las poblaciones modernas de Asia Oriental, los representantes europeos de esta expansión declinaron y desaparecieron en gran medida, dejando a los Bacho Kiro, el esquivo individuo Oase de Rumanía y algunos otros restos como único testigo de este poblamiento temprano de Europa.
"Es curioso observar que, por la misma época, también se extinguieron los últimos neandertales", destaca Giulia Marciani, de la Universidad de Bolonia y coautora del estudio.
"Finalmente, una última expansión se produjo en algún momento anterior a los 38.000 años y recolonizó Europa desde el mismo núcleo poblacional, cuya ubicación está aún por aclarar", resume Luca Pagani, autor principal del estudio.
"Aunque incluso en Europa se produjeron interacciones ocasionales con los supervivientes de la oleada anterior, una mezcla extensa y generalizada entre las dos oleadas sólo tuvo lugar en Siberia, donde dio lugar a una peculiar ascendencia conocida como ancestral euroasiática del norte, que acabó contribuyendo a la ascendencia de los nativos americanos", añade.
Esta migración está asociada a un conjunto cultural diferente denominado Paleolítico Superior, que caracteriza los principales yacimientos paleolíticos europeos.
"Es digno de mención que, desde una perspectiva cultural, estas nuevas herramientas de piedra se han descrito a menudo como un ensamblaje independiente y no como un desarrollo local de tecnologías preexistentes en Europa: es refrescante ver que la información genética y cultural puede reconciliarse en un escenario global", concluye Telmo Pievani, de la Universidad de Padua y coautor del estudio.
Los autores señalan que hay que dedicar más esfuerzos a aclarar el paradero geográfico del núcleo y a identificar las causas internas y externas que subyacen a estos antiguos movimientos de población, así como la dinámica cultural asociada.