Trabajos Arqueológicos En El Abrigo De Peña Capón (Muriel, Guadalajara) Durante La Campaña De 2019 - UAH/MULTIPALEOIBERIA
MADRID, 26 Jul. (EUROPA PRESS) -
Por primera vez se han aportado pruebas que demuestran que el interior peninsular ibérico fue ocupado de forma recurrente por humanos anatómicamente modernos desde hace al menos 26.000 años.
Este proceso se desarrolló a pesar de las rigurosas condiciones climáticas y ambientales impuestas por los picos más fríos de la última glaciación.
Los nuevos datos, que acaban de publicarse en la revista 'Scientific Reports', provienen de la excavación arqueológica del yacimiento de Peña Capón (Muriel-Tamajón, en Guadalajara), donde se desarrollan trabajos de campo desde 2015. El yacimiento se encuentra en un abrigo rocoso a orillas del río Sorbe (cuenca alta del Tajo), que alberga un depósito sedimentario con restos materiales correspondientes a cazadores-recolectores que ocuparon la región entre hace al menos 26.100 y 23.800 años.
Portadores de las tradiciones culturales Solutrense y Proto-Solutrense (y quizá Gravetiense), estos grupos utilizaron el abrigo como lugar de hábitat estacional, con una función mayoritariamente centrada en la caza y procesado de las presas.
Los resultados obtenidos suponen una relevante contribución a la comprensión de las dinámicas de poblamiento y patrones de asentamiento de los primeros grupos de Homo sapiens que llegaron a la Península Ibérica desde el continente africano, hace unos 42.000-43.000 años.
A pesar de que la interpretación asumida tradicionalmente dibujaba una meseta despoblada durante la mayor parte de este proceso debido a la rigurosidad que imponía el clima continental y la relativa altitud del interior mesetario en comparación con las regiones costeras, los datos obtenidos en Peña Capón permiten asentar un modelo alternativo.
Y es que, según el nuevo estudio, las primeras ocupaciones registradas en este abrigo hace 26.100 años, hasta ahora sin parangón en el interior peninsular, se produjeron precisamente durante el llamado Evento de Heinrich 2, el cual registró el momento de frío más intenso del último ciclo glaciar, tal como también se ve reflejado en los datos de polen y microfauna obtenidos en el propio yacimiento.
"Aunque es cierto que hasta el momento no se han confirmado evidencias más antiguas de humanos modernos en el centro peninsular, y por tanto sigue existiendo un amplio vacío poblacional desde la desaparición de los últimos neandertales en la región hace unos 42.000 años, los resultados que acabamos de publicar empujan a preguntarse qué impediría entonces a los primeros humanos modernos asentarse en las tierras del interior desde su primera llegada a la Península Ibérica, si el máximo frío de la última glaciación no lo hizo", explica Manuel Alcaraz Castaño, profesor de la UAH y coordinador del proyecto MULTIPALEOIBERIA.
SESGO EN LA TRADICIÓN INVESTIGADORA
Este nuevo estudio no solo demuestra la alta capacidad de adaptación de los cazadores-recolectores del Paleolítico superior a contextos ecológicos rigurosos, sino que dibuja nuevas dinámicas poblacionales a escala peninsular y permite ser optimistas en cuanto a la localización de nuevas evidencias que acaben rellenando ese vacío de poblamiento desde comienzos del Paleolítico superior en el interior de Iberia.
Cada vez más investigadores entienden que dicho vacío no responde necesariamente a la realidad prehistórica, sino que puede ser consecuencia de un sesgo en la tradición investigadora, más volcada históricamente en las regiones costeras que en las tierras del interior.
Los análisis realizados en Peña Capón han incluido la datación mediante Carbono 14 y modelización estadística de más de 30 muestras de hueso y carbón, el análisis paleoecológico de los restos de polen, carbón y micromamíferos presentes en los sedimentos, el estudio geoarqueológico del depósito sedimentario, así como el análisis arqueológico de los instrumentos de piedra y restos de grandes faunas abandonados en el abrigo por los cazadores-recolectores solutrenses y proto-solutrenses.
Con ello se ha podido establecer un marco cronológico preciso para la sucesión de ocupaciones humanas registrada en el yacimiento, así como una reconstrucción del paisaje vegetal y la fauna que acompañó a los grupos humanos asentados en Peña Capón durante los momentos más fríos de la última glaciación.