Ejemplos de traumatismos curados en la colección de cráneos de la Sima de los Huesos. - JAVIER TRUEBA-MADRID SCIENTIFIC FILMS
MADRID, 3 Mar. (EUROPA PRESS) -
Nuestros ancestros que vivieron en el yacimiento de Atapuerca (Burgos) estuvieron expuestos a episodios generalizados que causaban impactos no letales en la región craneal.
El CENIEH (Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana) ha publicado en The Anatomical Record un artículo sobre la catalogación de procesos ocurridos antes de la muerte (ante mortem), en el momento próximo a la muerte (peri mortem) y tras la muerte (post mortem) de la mayor colección de cráneos y mandíbulas de la paleontología humana hallada en la sierra de Atapuerca, formada por más de 2.000 fragmentos.
"Hasta la fecha, contamos en la colección con 20 individuos representados por sus cráneos y mandíbulas, de los 29 estimados por la dentición. Este número tan elevado de especímenes ha permitido un estudio sobre la tafonomía forense de una población fósil, algo impensable fuera de las paredes de esta sima burgalesa", comenta en un comunicado Nohemi Sala, investigadora autora del estudio.
Se han documentado 57 lesiones craneales de 20 individuos de la Sima de los Huesos con signos de curación, así que, indudablemente fueron producidas antes de la muerte. Estas lesiones de morfología circular que afectan a la bóveda craneal de la práctica totalidad de los individuos (17 de los 20 especímenes), han sido interpretadas como traumatismos que producen la depresión del hueso y que fueron producidos por golpes contundentes en las diferentes regiones del cráneo.
Se ha realizado un análisis sobre la incidencia de estos golpes a nivel poblacional y se ha podido constatar que afectan a individuos de todas las edades y sexos y, por tanto, no hay un patrón preferencial por un grupo concreto de esta población fósil. Estos datos indican que este grupo estaba expuesto a episodios generalizados que causaban impactos no letales en la región craneal.
LESIONES LETALES PRODUCIDAS POR VIOLENCIA
Por otro lado, se ha podido constatar la presencia de un individuo nuevo con fracturas craneales peri mortem, es decir, producidas en un momento próximo a la muerte. Con este ya son nueve individuos con evidencias de traumatismos craneales que pudieron ser letales. Uno de los casos más conocido es el del cráneo 17, publicado hace algunos años en la revista PLOS ONE.
Pero lo más llamativo del análisis, es que de los nueve individuos con traumatismos peri mortem, seis de ellos presentan fracturas penetrantes (agujeros circulares con similar tamaño) en la región izquierda de la nuca. Este patrón es tan recurrente que deja poco margen a la interpretación. Esta localización no es la esperable para traumatismos accidentales y son más compatibles con lesiones producidas intencionadamente y, por tanto, son interpretadas como posibles casos de violencia, al igual que el cráneo 17.
Por último, se han documentado modificaciones post mortem y se ha podido constatar que, tras la muerte de los individuos, sólo alteraciones características de ambientes de interior de cueva han actuado sobre los esqueletos: fracturación post mortem por peso de sedimentos y precipitación de minerales (calcita y óxidos de hierro y manganeso). No se han documentado marcas que atestigüen largo transporte de los restos en el interior de la cavidad. "Podemos interpretar que los esqueletos llegaron completos a la cueva y poco tiempo después de su muerte", explica Nohemi Sala.