Archivo - Orangután de Sumatra - íhová Michaela/CTK/dpa - Archivo
MADRID, 5 Jul. (EUROPA PRESS) -
Treinta años de observaciones de 152 orangutanes machos emigrantes de Sumatra y Borneo revelan que estos ejemplares aprenden a conocer los alimentos en su nuevo entorno 'espiando' a los lugareños.
El estudio, publicado en la revista 'Frontiers in Ecology and Evolution', lo observó con mayor frecuencia cuando los orangutanes locales consumían alimentos raros o difíciles de procesar.
Los orangutanes dependen de sus madres durante más tiempo que cualquier otro animal no humano, las amamantan hasta que tienen al menos seis años y viven con ellas hasta tres años más, aprendiendo a encontrar, elegir y procesar la variadísima gama de alimentos que ingieren.
Ahora, un equipo internacional de autores ha demostrado que los orangutanes migrantes, los que han abandonado a sus madres y viven lejos de sus lugares de origen, donde los alimentos disponibles pueden ser muy diferentes, siguen la regla "observa y haz lo que hacen los lugareños".
"Aquí mostramos pruebas de que los machos orangutanes migrantes utilizan el aprendizaje social por observación para aprender nuevos conocimientos ecológicos de los individuos locales tras dispersarse a una nueva zona", afirma Julia Mörchen, estudiante de doctorado en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y la Universidad de Leipzig, en Alemania, y autora principal del estudio.
"Nuestros resultados sugieren que los machos migrantes no sólo aprenden de los lugareños dónde encontrar comida y de qué alimentarse, sino que también siguen aprendiendo a procesar estos nuevos alimentos", añade.
Mörchen y sus colegas demostraron que los machos migrantes aprenden esta información mediante un comportamiento denominado "peering": observar intensamente durante al menos cinco segundos y desde menos de dos metros a un modelo a seguir. Por lo general, los orangutanes que observaban de cerca al modelo mostraban signos de seguir sus acciones con movimientos de la cabeza, lo que indicaba un interés atento.
Los orangutanes macho emigran a otra zona tras independizarse, mientras que las hembras tienden a asentarse cerca de su área natal.
"Lo que aún no sabemos es hasta dónde se dispersan los machos orangutanes, ni hacia dónde. Pero es posible hacer conjeturas con conocimiento de causa: los datos genéticos y las observaciones de orangutanes cruzando barreras físicas como ríos y montañas sugieren una dispersión a larga distancia, probablemente a decenas de kilómetros", afirma Mörchen.
"Esto implica que, durante la migración, los machos probablemente se encuentren con varios tipos de hábitat y experimenten así una variedad de composiciones faunísticas, especialmente cuando atraviesan hábitats de diferentes altitudes --prosigue--. A lo largo de la evolución, la capacidad de adaptarse rápidamente a entornos nuevos, atendiendo a información crucial de los lugareños, probablemente proporcionó a los individuos una ventaja de supervivencia".
Como resultado, añade, "esta capacidad es probablemente ancestral en nuestro linaje de homínidos, remontándose al menos entre 12 y 14 millones de años hasta el último ancestro común que compartimos con los orangutanes".
Los autores analizaron 30 años de observaciones, recogidas por 157 observadores entrenados, de 77 machos adultos migrantes del muy sociable orangután de Sumatra Pongo abelii en la estación de investigación de Suaq Balimbing, en el suroeste de Aceh, y de 75 machos adultos migrantes del menos sociable orangután de Borneo Pongo pygmaeus wurmbii en la estación de Tuanan, en Kalimantan Central.
Se centraron en cada observación del comportamiento de observación durante 4.009 ocasiones en las que estos machos se encontraban a menos de 50 metros de uno o más vecinos, que podían ser hembras adultas, jóvenes o machos adultos.
Se observaron 534 miradas de machos en 207 (5,2%) de estas asociaciones. En Suaq Balimbing, los machos miraron más frecuentemente a las hembras locales, seguidos de los jóvenes locales y menos a los machos adultos.
En la población menos sociable de Tuanan ocurría lo contrario: los machos miraban con más frecuencia a los machos adultos, seguidos de los orangutanes inmaduros, y menos a las hembras adultas. Los machos migrantes de Tuanan pueden carecer de oportunidades para mirar a las hembras locales, ya que se sabe que las hembras evitan las asociaciones prolongadas con ellos en esta población.
Los machos migratorios interactuaron después con más frecuencia con la comida a la que habían echado el ojo, poniendo en práctica lo que habían aprendido.
"Nuestros análisis detallados mostraron además que los orangutanes machos migratorios de nuestro estudio se asomaron con más frecuencia a alimentos difíciles de procesar o que la población local sólo come en raras ocasiones, incluidos alimentos que sólo se comieron durante un par de minutos a lo largo de todo el estudio", afirma la doctora Anja Widdig, profesora de la Universidad de Leipzig y coautora principal del estudio.
"Curiosamente, las tasas de observación de los machos migrantes disminuyeron tras un par de meses en la nueva zona, lo que implica que este es el tiempo que tardan en aprender sobre los nuevos alimentos", añade la doctora Caroline Schuppli, jefa de grupo en el Instituto Max Planck de Comportamiento Animal de Constanza, y coautora principal.
Los autores advierten de que aún se desconoce cuántas veces necesitan los orangutanes adultos observar un comportamiento concreto para aprender a dominarlo. Las observaciones sugieren que, en función de la complejidad o novedad de la habilidad aprendida, los adultos pueden seguir utilizando conductas exploratorias en ciertos alimentos que conocieron por primera vez mediante la observación a hurtadillas, posiblemente para averiguar más detalles, reforzar y memorizar la nueva información o comparar esta última con los conocimientos previos.