Madrid, 24 de febrero de 2017.-
Tradicionalmente, se han utilizado a los animales en la educación para experimentar y observar reacciones, para diseccionar y ver sus interiores o, simplemente, para memorizar datos que los describen. La formación relativa a la naturaleza, en general, y con los animales, en particular, siempre ha sido con la salvaguarda de enormes distancias, exaltando, poniendo en relieve y priorizando las diferencias que los humanos tienen con las distintas especies. Esto nos ha llevado durante generaciones a alimentar el ego humano, que nos coloca por encima del resto de las especies, en contra de conceptos como el eco humano y que nos interrelaciona y nos coloca al mismo nivel.
Pocos son los estudios que han tratado de eliminar las diferencias entre la especie humana con el resto de seres vivos. Sometidos al clasicismo de la Super especie, que tiene la obligación de dominar, controlar y subyugar a cualquier otra y, en demasiadas ocasiones, a la nuestra propia y seguimos cegados ante la evidente realidad, son muchas más las cosas que nos unen que las que nos separan.
La moral impuesta por siglos de dominación religiosa nos obliga a pensar que somos el sumum de la creación, cuando con un poco de perspectiva, estas tradiciones se caen por su propio peso. A poco que investiguemos y analicemos cualquier animal, descubriremos que tiene algo único y exclusivo que lo hace más capacitado, en alguna determinada cuestión, que el hombre.
Los animales pequeños
Si, por ejemplo, analizamos y estudiamos a los animales invertebrados, nos percatamos de que la población de estos animales supone el 95 % de todas las clases de animales que habitan nuestro planeta Tierra. Este simple dato sería más que suficiente para rendir pleitesía y honrarlos con todos los respetos, pues han sabido desarrollarse y expandirse por el mundo, gracias a sus especiales características de invertebrados y, si analizamos en profundidad y atendemos a la clasificación de invertebrados, nos sorprendernos de las distintas adaptaciones que cada una de las categorías ha sabido adoptar para sí, adaptándose a los diferentes entornos y mejorando para su propia supervivencia.
El respeto sería un buen primer paso para comenzar a estudiar a los animales sin prejuicios y tener la capacidad de observarlos, con la seguridad que ningún Dios los puso a nuestro servicio y que únicamente por ellos mismos han sabido evolucionar y mantenerse en buenas condiciones en este mundo, que es el de todos. Que criaturas, aparentemente tan débiles, hayan conquistado de esta forma nuestro planeta, nos demuestra que su fortaleza se encuentra en otro sitio.
Los reinos mayores
Por el contrario, cuando comenzamos a estudiar a los animales vertebrados, rápidamente la educación transmite una información clara a nuestro cerebro. ¿Qué nos aporta? El animal es un útil para el hombre y por eso los distinguimos: qué alimentos o qué carga de trabajo son capaces de proporcionarnos y, si no son útiles para esto, seguro que lo son para divertirnos y que nos sirvna de compañía o para admirar su belleza o su rareza tras un cristal en un zoológico. La educación tradicional nunca le da valor al animal en sí, solo a lo que este es de valioso para nosotros. En las selvas de Borneo existía un dicho que clarifica esto que queremos decir, “En la selva los macacos no hablan porque si lo hicieran, el hombre blanco los pondría a trabajar.”
Los animales vertebrados siempre han estado sometidos a la presión humana. El hombre, que a muy temprana edad adoptó la postura de tomar a la naturaleza en todas sus formas como el enemigo, realizó sus propias divisiones en tipos de vertebrados según el daño que este podía causarle, sin profundizar en que son los vertebrados, más que en la simple concepción de estructuras preparadas para la confrontación con el hombre.
La ciencia ha tratado de cambiar este concepto de los animales, pero es un hecho que la sabiduría popular cataloga los cataloga en función de su peligrosidad, pues se les teme en la mayoría de los casos y esto es algo que, todos los que amamos los animales, debemos combatir.
La catarsis del animal peligroso llega cuando hablamos de los temibles animales carnívoros. Con este tipo de animales es cuando al ser humano o bien le entra complejo de alimento, o le despierta un sentimiento de igualdad al reconocerse a sí mismo como depredador. Pero no hay posible comparación, el hombre es omnívoro y ellos, los verdaderos carnívoros, no eliminan a otras especies porque repercute en futuros cultivos o no eliminan a otras especies porque pueden provocar daños en cosechas o en viviendas, por ejemplo. Esa es la gran diferencia entre este grupo de carnívoros, que solo matan la pieza que van a comer (que suele ser la más débil, la menos apta para sobrevivir) y los humanos, que matamos especies para otro beneficio que no es el de la propia alimentación.
Todo este despropósito educativo se ha basado en el miedo a lo que es diferente, a lo que creemos diferente, pues lo que diferencia al hombre de un saco de estierco no es más que la distribución de sus átomos, ya que estamos hechos de lo mismo. ¿Qué diferencias reales puede haber entre cualquier especie animal y nosotros?
Pero no es esta la forma de pensar tradicional y la que merece un cambio radical, empezando por la educación básica. De este modo, podremos evitar llegar la sinrazón de tener una larga lista de animales extintos. Un cada vez más preocupante número de animales en peligro de extinción se suman diariamente a esta lista y ya se habla de una tercera gran extinción, la de los grandes mamíferos, y esta vez los animales extintos no se deberán al choque de un meteorito o a un cambio climático brusco, se deberá a la acción directa del ser humano.
Para evitar este nuevo desastre ecológico, el cambio de paradigma debe ser acatado sin miramientos y lo más rápidamente posible, pues apenas queda tiempo. Y debe empezar, como no puede ser de otra forma, desde la educación más elemental de las personas.
Tener como objetivos fundamentales comprender que no somos lo más, sino solo uno más en la cadena de seres vivos que se interrelacionan y tienen un mismo ecosistema común, la Tierra. El que creemos más insignificante de los animales, cumple una función primordial para el equilibrio global y somos nosotros los únicos que nos hemos salido de ese equilibrio, desestabilizándolo todo y ya solo por eso nos merecemos ser llamados los animales más torpes de la Tierra.
Emisor: Promonet SL