Llinares, exadministrador del museo: "Ciscar llevó a cabo una operación de deconstrucción del funcionamiento y del prestigio" del centro
VALÈNCIA, 23 Jul. (EUROPA PRESS) -
Joan Llinares, director de la Agencia Valenciana de Prevención y Lucha contra el Fraude y Corrupción y denunciante del caso IVAM, que se investiga en un juzgado de València, ha afirmado que hubo dos elementos "clave" que levantaron sus sospechas en 2014 sobre un "mal uso" de los fondos del museo: los "pagos descomunales" por obras de arte y las "numerosas" facturas sin albarán ni justificación.
Llinares ocupó los cargos de técnico de gestión y administrador del IVAM casi desde la fundación del museo, durante 13 años, y regresó a la institución en el año 2014 tras pedírselo el nuevo director, José Miguel G. Cortés, quien sustituyó en el cargo a Consuelo Ciscar tras ser investigada por presuntas irregularidades en el centro. Junto a la exgerente, están investigadas nueve personas más, entre ellas, su hijo, Rafael Blasco, conocido como Rablaci.
"Cuando reingresé en el IVAM no me hizo falta mirar las cuentas. Con las facturas que tenía sobre la mesa pendientes de pago, ahí encontré todo", ha apuntado el letrado en una entrevista concedida a Europa Press. Ha agregado: "Me puse a mirar facturas y ví que no tenían albaranes, notas de entrega o certificaciones", ha apostillado. Una de esas facturas sumaba 90.000 euros por la confección del número 20 de la revista Quaderns de l'IVAM y la distribución de 60.000 ejemplares.
Preguntó por la misma al personal de la Administración del centro, y le comentaron que esas facturas no llevaban albaranes porque la propia empresa editora distribuía las revistas desde sus instalaciones y al IVAM únicamente llegaban "unos cuantos" ejemplares.
No obstante, Llinares pidió un informe sobre la distribución y las facturas. "Me dijeron que eso no se había hecho nunca. Con lo que si se trataba del número 20, llevaban funcionando de esta manera con todos los números anteriores", ha explicado.
La empresa editora, tras el requerimiento, --ha continuado-- envió unas hojas que "supuestamente" eran informes de distribución pero "no explicaban nada, ni mucho menos cómo se habían distribuido los 60.000 ejemplares que decían que habían hecho". Junto al mismo, remitieron una factura de la imprenta en la que se hacía constar 25.000 ejemplares. "Debían pensar que esto era pura burocracia. No sabían que se estaba comprobando que el trabajo se había hecho. Así que se congeló el pago", ha apuntado.
Otras facturas que estaban sobre su mesa se referían a la adquisición de obras de arte por precios "descomunales" y que tampoco contaban con el correspondiente informe de los técnicos que justificara el precio de compra. "Esos informes no estaban y se sustituían por acuerdos de la comisión de compras, en la que estaba precisamente la directora y personal muy próximo a ella", ha dicho.
Cuando Llinares comentó esta situación a los trabajadores del centro, le indicaron que el requerimiento de estos informes "se había quitado", extremo que le hizo "sospechar". Así, recurrió a un portal web que se usa en los museos para saber la evolución de los precios de las obras de arte, y confirmó "diferencias descomunales" en los pagos de las obras.
Por este motivo, decidió encargar un informe técnico a historiadores del arte de la Universidad de Madrid, entidad que ya había hecho trabajos para el IVAM, y "se confirmaron precios abismales al margen del verdadero valor del mercado de las obras", ha expuesto.
"Así llegamos a las obras de Gerardo Rueda. Se compraron en 2007 por 2,5 millones de euros, pero junto al contrato que aludía a que eran existentes del autor, me encuentro en el expediente del IVAM con un contrato de fundición, en el que se encargaba hacer esas obras que se reflejaban y en las que no se especificaba que eran copias del artista".
"MUCHA PENA"
Con toda esta documentación, Llinares se personó en la Fiscalía Anticorrupción y denunció los hechos. "Me dio mucha pena. Era tan evidente... Fue escandoloso. El IVAM era una especie de faro de gran museo, tanto a nivel artístico como por la forma en la que trabajaba, y se degradó en picado".
"Consuelo Ciscar estuvo 10 años en el museo y le dio tiempo para deconstruir. Fue una verdadera operación de deconstrucción no solo del funcionamiento, sino también del prestigio. Terminamos pagando bienales por el fin del mundo y... ¿Qué ha quedado de todo aquello? ¿Qué balance se puede hacer?", se ha preguntado.
Llinares ha apuntado que de la misma manera en que se construyó un prestigio, que costó "muchísimo", ahora "costará muchísimo reconstruirlo". "Crear un prestigio --ha agregado-- es un trabajo costoso, pero destruirlo es una cuestión que puedes hacerlo sin nada. Ahora tienes que luchar contra la mala imagen que se proyecta" --al haber una investigación judicial abierta por una presunta mala gestión de Ciscar--.
"DE SU BOLSILLO"
El actual director de la Agencia Valenciana Antifraude ha señalado que en el mundo del arte, "cada uno puede pagar lo que quiera si el dinero es de su bolsillo", pero ha aclarado que "un museo público y riguroso solo puede comprar en base a los precios de mercado y no puede subvencionar al artista. Para eso hay becas y ayudas. Pero no puedes encubrir subvenciones a partir de una compra", ha opinado.
"Aquí, siendo benévolos, lo que se ha hecho en el mejor de los casos es pagar más de lo que tocaba por ese planteamiento de ayudar. Lo otro ya es tema de los tribunales. Saber si ha habido otros motivos en esos pagos o intereses de otra índole".